La deportación de los tártaros de Crimea (II): 1941-44, los años del contragolpe.

La segunda parte de esta historia comienza casi como la primera, con un ejército atravesando el istmo de Perekop y adentrándose en la península. Estamos a 24 de septiembre de 1941, y esta vez los invasores no pertenecen al Ejército Rojo, esos son los defensores; los atacantes pertenecen a la Wehrmacht alemana, que había iniciado la invasión de la unión soviética el 22 de junio anterior. Más concretamente al 11.º Ejército, comandado por el general Erich von Manstein.

En las ruinas de Sebastopol
En las ruinas de Sebastopol

“Crimea debe ser despejada de extranjeros y habitada exclusivamente por alemanes”, habría dicho Adolf Hitler el 19 de julio de 1941, cuando aún le sonreía la suerte. Lo cierto es que la península ejercía una especia de atracción para los germanos, tanto por su clima como por sus paisajes, y en base a una difusa leyenda que la situaría como origen de un pueblo ario, recibió el nombre de Gotengau.

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La Deportación de los tártaros de Crimea (I). 1920-1941.

Hace cosa de una semana nos despertábamos con la no por habitual menos desagradable noticia de un nuevo fracaso español en el festival de Eurovisión. Sin duda no es intención del que esto escribe entrar a describir semejante guerra, sino aprovechar el interesante trasfondo que nos ofrecía la canción ganadora del certamen: 1944, interpretada por la ucraniana Jamala, para profundizar en la temática de la misma, la deportación de los tártaros ucranianos por el régimen estalinista tras la reconquista de Crimea a los alemanes.

La Deportación 4 (soldados antibolcheviques)
Soldados del Ejército blanco, como los que combatieron en Crimea

Sin embargo, como suele suceder, esta historia no comienza en el año que titula la canción sino que lo había hecho mucho antes. Concretamente, en la fresca y ventosa noche del 7 al 8 de diciembre de 1920, cuando los soldados de la 52.ª División de fusileros del 6.º Ejército de Augustus Kork empezaron a cruzar el Sivash, la laguna salada que se extiende entre el istmo de Perekop y la península de Chongar, con la intención era rodear a las tropas blancas del general Wrangel e iniciar la conquista de Crimea para incorporarla al nuevo Estado soviético. El resultado de los combates, durísimos, que siguieron, fue la retirada final de las tropas blancas desde el puerto de Sebastopol el día 14 del mismo mes.

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Los de la última carga (IV): la Brigada de Armistead.

La tercera brigada de la División de Pickett que combatió en Gettysburg fue la del general de brigada Lewis A. Armistead. Situada en segunda línea para dar apoyo a las unidades de Kemper y Garnett, la fuerza se desplegó, de norte a sur, con el 38.º Regimiento de Virginia en su extremo septentrional, seguido por la izquierda por el 57.º, el 53.º, 9.º y 14.º de Virginia, situado en el extremo sur de la formación. Eran las 4.30 horas de la madrugada del 3 de julio cuando los 2188 hombres de Armistead formaron sobre la carretera por detrás de las otras dos brigadas para marchar hacia el campo de batalla, pasando por detrás de las crestas hasta Spangler’s Wood.

Una panorámica de la artillería federal en Gettysburg, tal y como se publicón en Harper’s Weekly.

Al igual que Garnett había sido acusado de cobardía y Kemper no era militar, también había un problema con Lewis Armistead. A pesar de que tanto su padre como sus tíos habían sido militares y combatido en la guerra de 1812, su delicado temperamento le valió ser expulsado de la Academia Militar de West Point, en dos ocasiones, la primera de ellas por romper un plato sobre la cabeza de otro de los estudiantes: Jubal Early, que en Gettysburg iba a luchar al mando de una de las divisiones del Cuerpo de Ejército de Ewell, en el extremo norte del campo de batalla. A pesar de su fracaso en West Point, Armistead consiguió, a fuerza de favores políticos, un puesto de alférez en el 6.º de infantería de los Estados Unidos, y luego marchó a México para participar en la guerra, en la que no tampoco iba a conseguir distinguirse.

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Los de la última carga (III): la Brigada de Kemper.

 

Situada a la derecha de la Brigada de Garnett, la de Kemper, que ocupó el extremo sur del despliegue de Pickett, estaba formada por otros cinco regimientos: 1.º, 3.º, 7.º, 11.º y 24.º de Virginia. Habían pasado la noche cerca de la carretera de Chambersburg, se habían levantado al alba y habían marchado por la hondonada al oeste de la granja Spangler. Dos de sus compañías, la D del 1.º y la D del 11.º de Virginia, fueron desplegadas como escaramuzadores por delante de las brigadas de Wilcox y Lang, tras las cuales se desplegaron, de norte a sur, el 24.º, 11.º, 1.º, 7.º y 3.er regimientos de Virginia.

Recreación de las tropas de la Brigada de Vermont, orientadas hacia el norte, destrozando a las tropas confederadas de Kemper.

Su comandante en jefe, el general de brigada James Lawson Kemper, era el único de los jefes de Brigada de Pickett que no era militar profesional, y el más joven, y tampoco tenía la ventaja, como muchos otros, de haber luchado en la Guerra de México, pues cuando llegó allí su unidad fue destinada a defender la provincia de Coahuila. En realidad, se trataba de un político, un personaje importante del Comité de Asuntos Militares de Virginia, lo que le había llevado a comandar el 7.º Regimiento de Virginia desde la primera batalla de Manassas hasta la de Seven Pines, donde su sobresaliente actuación le valió un ascenso. Comandó esta brigada en la segunda batalla de Manassas y en Antietam.

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Los de la última carga (II): la Brigada de Garnett.

La primera de las tres unidades de la División de Pickett a la que vamos a referirnos es la Brigada de Garnett, formada por cinco regimientos: 8.º, 18.º, 19.º, 28.º y 56.º, todos ellos de Virginia, como el resto de la división.

No parecen existir fotos de Richard B. Garnett, y esta fotografía, con la que a menudo se le ha identificado, podría ser, en realidad, de su hermano.

Richard B. Garnett (al que no hay que confundir con su primo Robert S. Garnett), se había graduado en West Point en 1841 con el 29.º puesto de los 52 cadetes de aquel año, un resultado que no era demasiado brillante y que probablemente influyó en sus primeros años de carrera, ya que si bien sirvió con eficacia en las guerras indias, especialmente contras los Seminolas y como comandante en jefe del puesto de Fort Laramie, cuando estalló la Guerra Civil no había pasado del puesto de capitán; una situación en la que también tuvo bastante que ver el hecho de que no participara en la Guerra de México, donde adquirirían su relevancia muchos de los principales líderes militares de la contienda de 1861-65.

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Los de la última carga (I): La división de Pickett.

Julio de 1938, un grupo de simpáticos ancianitos, algunos de ellos vestidos de gris, se alinea a la salida de Spangler’s Woods, sobre la cresta de una colina. Algunos se han visto recientemente, otros no se habían reencontrado desde hacía años, pero muchos de ellos parecen reconocerse, o al menos reconocer las unidades en las que sirvieron en el pasado: Armistead, Lowrance, Pettigrew, Pickett… Un rato después, se ponen en marcha, cruzan el valle despacito, apoyados en sus bastones algunos, ayudados por familiares otros, el más joven de ellos tiene, como mínimo, setenta y cinco años. Poco a poco se van acercando a la carretera de Emmitsburg, a Cemetery Ridge, al muro de piedra, al bosquecillo y al “Ángulo”, lugares a los que entonces sobrevivieron de milagro, pero a los que no les importa volver en este día.

Una escena de la reunión de veteranos de 1938, saludándose desde ambos lados del muro.

Lugares en los que ahora les espera otra fila de ancianos, todos ellos sin duda mayores también de setenta y cinco años, algunos todavía vestidos de azul, otros ataviados con las prendas que les ofrece su propio tiempo, la mayoría sonrientes. Finalmente, los caminantes llegan a lo alto de la cresta, su destino por segunda vez en sus vidas, y allí saludan a los que los esperaban, se abrazan, charlan… No deja de ser irónico que el 3 de julio de 1863, tres cuartos de siglo antes, aquellos mismos hombres hubieran hecho todo lo posible por matarse, pero ahora la Guerra de Secesión ha terminado, Gettysburg es solo un parque nacional y un momento a las glorias del pasado y, la carga de Pickett, material para los libros de historia.

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Afganistán 2002, una guerra de comunicaciones.

La próxima semana nos haremos eco de la salida a la venta del número 14 de la revista Desperta Ferro Historia Contemporánea, dedicado a la campaña de la Coalición en Afganistán a finales de 2001 y principios de 2002; sin embargo, no nos resistimos a traer un interesantísimo testimonio, el del general de brigada Caslen, ligeramente posterior a dicha campaña, que como sabemos acabó en victoria, o eso se pensó entonces, ya que hoy la situación se ha complicado enormemente, y los talibán vuelven a ser un factor a tener en cuenta.

Tropas estadounidenses en Afganistán, 2002. Ganarse a la gente iba a ser lo más difícil.

“Primero fue Tora Bora, luego fue Anaconda. Ellos [Los talibán y Al Qaeda] se quedaron sin refugios seguros, de modo que se distribuyeron por Afganistán o cruzaron a Pakistán. A partir de entonces, los que quedaron empezaron a cruzar esa misma frontera en ambas direcciones. En cuanto a lo que hacíamos, no lo llamábamos contrainsurgencia. Lo veíamos como la típica misión de búsqueda y ataque. Vas y encuentras el enemigo, lo acorralas y luego lo matas. A la vez, estás trabajando con la población […].

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