Los dos buques alemanes estallaron en una algarabía general. Los tripulantes se daban palmadas unos a otros y gritaban y cantaban. Habían hundido el buque de guerra más famoso del mundo, el orgullo de la Royal Navy.
Los oficiales tuvieron que chillar y amenazar para que cada uno volviera a su puesto. El Prince of Wales seguía allí. Sus andanadas sexta y séptima horquillaron al acorazado y tres de los proyectiles lo alcanzaron. El Bismarck y el Prinz Eugen giraron sus cañones hacia el nuevo blanco y dispararon casi al mismo tiempo.