El bosque de Bienwald iba a ser, como todos los bosques, una auténtica ordalía para las unidades francesas, que tras una larga reconstrucción militar de cuatro años estaban llevando la guerra por fin a Alemania. Primero hubo que conquistar definitivamente la localidad de Scheibenhard, y luego establecer los medios para que cruzaran los blindados: un puente Treadway (básicamente dos listones de acero por los que pueden cruzar, con gran cuidado, los jeeps y los coches de mando), y luego algo más sólido, para que los carros de combate también puedan cruzar el Lauter. Finalmente, y tras diversos sinsabores, incluyendo el derrumbe del primer puente, la ofensiva prosigue. Como decíamos, los pueblecitos que jalonan el Rin son una cosa fácil, pero el bosque no.
“El 2.º Pelotón avanza hacia el claro de Büchelberg –nos cuenta el diario del 6.º Regimiento de cazadores argelinos–. Se encuentra con un foso anticarro y árboles derribados, mientras un fuego violento se abate sobre los hombres. Pronto entra acción un arma contracarro. Finalmente, la progresión tiene que detenerse y al anochecer la unidad regresa a Neulauterbourg”.
Allí, las cosas tampoco son fáciles. “El blindado n.º 27 es atacado por un carro de combate alemán, que hace fuego siguiendo el eje de progresión, por lo que se ve obligado a salirse del camino y se atasca en el barro. El Tank Destroyer que debe proteger a la unidad, por su parte, recibe el impacto de un obús de 88 mm en el guardacadenas, y el semioruga que transporta a los ingenieros recibe fuego explosivo. Nuestra artillería, avisada de lo que está sucediendo, dispara obuses fumígenos y explosivos sobre la linde sur del claro de Büchelberg. El carro número 27 no consigue volver a retaguardia y, habiéndose retirado la infantería a causa de la densidad del fuego enemigo, los tripulantes del TD arreglan la cadena de su vehículo y se retiran a su vez”.
La táctica acertada para romper esta barrera defensiva la van a aplicar los estadounidenses que atacan en paralelo, por la izquierda, de los franceses. Pierre Lyautey, cuyos testimonios hemos recogido antes, explica cual es la táctica empleada: “El general al mando de la división blindada americana vecina ataca, efectivamente, contra la línea Sigfrido al norte del Bienwald, siguiendo el eje Steinfeld, Schaidt, Kandel. Los pueblos serán tomados uno tras otro. Las hileras de dientes de dragón, que en esta región tienen una profundidad de 300 m, son volados uno tras otro. Tras las explosiones llegan los bulldozer, cuyas palas abren un paso entre las rocas y los árboles del ancho de un carro de combate. Toda la operación se lleva a cabo bajo la cobertura de los fumígenos”. Los franceses emplearán la misma táctica.
Sin embargo, no tardarán ambos aliados en ver detenido su avance. “22 de marzo. A nuestra izquierda, los americanos, a pesar de la gran cantidad de medios desplegados, se encuentran en las mismas condiciones que nosotros. Imposible salir de Steinfeld. El problema no es sencillo ni para los unos ni para los otros […] No tenemos la intención de quedarnos parados indefinidamente ante la línea Sigfrido. ¿Qué hacer? EN las altas frondas del Bienwald, las explosiones de 105 y 155 se pierden entre las copas de los árboles. ¿Quemar el bosque? Se trata de una idea peligrosa, tanto para el que ataca como para el que defiende”.
Tras un segundo intento fracasado, en la noche del 23 al 24 los americanos aprovechan una penetración de los estadounidenses para colarse a su vez y tratar de rodear el Bienwald. Este es el testimonio redactado por un oficial de la 9.ª Compañía del Regimiento de Marcha de la Legión Extranjera. “Los blindados del teniente Robillard reciben, por tercera vez, la orden de ‘sondear las defensas de la línea Sigfrido delante de Büchelberg’. Sabemos de qué va la cosa. Tres días seguidos nos hemos internado por las pistas que cruzan el sotobosque del Bienwald, unos pocos blindados por cada eje de progresión, tratando de buscar el ‘agujero’. Pero en vez de este nos hemos topado por tres veces con grandes masas de árboles caídos, de una profundidad impresionante, y cada vez que los centinelas enemigos nos ven acercarnos a ellos, desencadenan un fuego de artillería extraordinariamente preciso”.
¿Allo? Llamando al jefe.
Allo 2, aquí el jefe, contesten.
Estoy sobre el itinerario indicado, pero me he visto detenido por un montón de cerillas.
Pues quiten las cerillas.
Ya me gustaría, pero son demasiado gruesas y hay demasiadas… haría falta… –el operador se calla, y sigue una serie de explosiones– ¿Lo han oído?
Si
Ha sido una ráfaga de 88, que acaba de caer sobre las copas de los árboles justo delante de mí”.
Interesante y desconocido este avance franco-norteamericano por la línea Sigfrido ¿Habrá más entregas?
Acaba de salir otra de ellas. Poco a poco, espero que a lo largo de este verano crucemos el Rin.
Un saludo.