El Almirante Cervera y la salida de la Escuadra de Santiago de Cuba (II)

Las condiciones en que se había entablado la acción eran francamente favorables a los norteamericanos, pues podían batir a los buques españoles de uno en uno, enfrentándose la artillería de cada buque contra más de 200 cañones enemigos.

Almirante Oquendo tras la batalla naval de Santiago

Además, era tan superior la protección de los buques norteamericanos que el Brooklyn pese a haber recibido 41 impactos en las primeras fases de la acción, solo perdió un hombre y no sufrió avería seria. En cambio el María Teresa, convertido en una hoguera infernal y con decenas de muertos y heridos, tenía que ser embarrancado en la costa para evitar su captura.

El sacrificio del María Teresa permitió al Vizcaya y al Colón deslizarse entre aquel y la costa a todo andar, como se había proyectado, pero, según Concas, al asomar el Oquendo “habiendo avanzado el Indiana, el Oregón y el Iowa […] recibió nuestro crucero el fuego concentrado de tres acorazados poderosísimos, que podían dispararle con la impunidad de quien tira al blanco; quedando completamente destrozado antes de salir. La maniobra del Oquendo en estas condiciones, maniobrando con toda sangre fría para dar la vuelta al bajo del Diamante, es una de las faenas marineras más grandiosas, si no la más grandiosa, que ha tenido lugar en ninguna Marina Militar. Salió el Oquendo del puerto ya completamente perdido; y lo extraordinario es que los acorazados americanos, que debieron tenerlo rodeado, no lo apresaran o echaran a pique allí mismo pues con tan extraordinaria superioridad tenían el deber de hacer bastante más de lo que hicieron”.

USS Brooklyn

Como era de esperar, también se dejó sentir la defectuosa munición de 14 cm “y en el Oquendo un cañón despidió el cierre, matando a todos los sirvientes” y para colmo un proyectil de 20 cm que hizo impacto en la base de la torre de proa, inutilizó la pieza y mató a todos los artilleros. Ardiendo de proa a popa y muerto su comandante, el Oquendo fue embarrancado una milla más adelante que su capitana.

Tras el Oquendo salieron los destructores, “buques tan delicados, que no pueden recibir un tiro sin que sea un golpe mortal”, sobre los que cayó inmediatamente un huracán de fuego procedente de los Gloucester, Iowa Indiana, Oregón y Texas. Rápidamente el Furor, batido por el diluvio de proyectiles, se fue a pique a unas tres millas de la costa y al Plutón que, haciendo agua por sus agujereados costados, navegaba más a tierra, le dio el golpe de gracia “un proyectil de torre (32cm) que hizo estallar el grupo de calderas de proa, saltando toda la cubierta, quedando el buque perdido. En estas condiciones la tripulación tuvo la suerte de poder encallar en Punta Cabrera, ganando tierra los supervivientes.

USS Oregon

Mientras ocurrían estos encuentros, el Vizcaya y el Colón habían logrado alejarse hacia el oeste, “seguidos de cerca por el Brooklyn, Texas Iowa y Oregón” que pronto dieron alcance al Vizcaya y se repitió la lucha de uno contra todos. Viéndose perdido, el Vizcaya se lanzó sobre el Brooklyn con el objeto de acortar las distancias y embestirlo”, pero amenazado su costado por el Oregón y el Iowa, se vio obligado a continuar su carrera hacia el oeste, hasta que finalmente fue incendiado, sin que la tripulación pudiera hacer nada salvo embarrancarlo a la altura de Aserraderos.

En aquellos momentos se encontraba el Cristóbal Colón a unas seis millas por delante de los demás buques con esperanza ya de salvarse; podemos imaginarnos pues el momento de desesperación de su Comandante cuando sube el maquinista mayor y le dice que se ha acabado el carbón bueno y que con el que quedaba disminuirían considerablemente las revoluciones, y, por consiguiente el andar. Cuanto pudo hacerse se hizo para excitar el entusiasmo de los fogoneros; pero el acorazado Oregón, que venía a toda máquina se acercaba irremisiblemente al buque español.

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