Mito y realidad de las SS en combate (II)

Tras sufrir bajas excesivas en las campañas del año 40 y 41 tal y como explicábamos en la primera parte de este reportaje y, probablemente, comprender que a este ritmo las SS se agotarían antes de cumplir su objetivo de convertirse en la fuerza armada del partido y sustituir al Heer como ejército de la futura Alemania, los mandos de las unidades y de la organización tuvieron que ponerse a buscar los medios necesarios para evitar la sangría.

Un panzer 4 de las SS en marzo de 1943
Un panzer IV de las SS en marzo de 1943

Por supuesto, reducir el fanatismo de la tropa no era una opción, pero este, junto con la idea de ser una élite distinta y mejor permitió que se elevara el entrenamiento de los reclutas entrenándolos en condiciones muy parecidas a las que se encontrarían en los campos de batalla. Fue Theodor Eicke, quien había sido comandante del campo de concentración de Dachau y comandante en jefe de la División Totenkopf, mayoritariamente formada por antiguos guardias de los campos, quien se encargó de diseñar este nuevo sistema de adiestramiento.

Durante el proceso de entrenamiento los novatos aprenderían a combatir en zonas de bosque, de noche, la capacidad de camuflarse o atrincherarse rápidamente, a mantener una buena disciplina de fuego, es decir, a no malgastar munición disparando sin pensar y, sobre todo: “a no ejecutar más ataques en manada, tal y como había sido habitual en las campañas precedentes, e incluso al principio de la campaña de Rusia”, como escribió el SS-Sturmbannfürer Graf von Westphalen. Curiosamente, una de las fuentes de conocimiento que aprovecharon las SS para perfeccionar sus métodos de entrenamiento y combate fueron los soldados del Ejército Rojo, algunas de cuyas habilidades copiaron sin rubor alguno, tal y como atestiguan algunos de los informes de la División Das Reich.

Vehículo semioruga en una calle de Járkov.
Vehículo semioruga en una calle de Járkov.

Otra solución que encontraron algunos de los comandantes de unidad de las SS fue intrigar, a veces incluso soslayando al mismísimo Himmler, para que sus unidades fueran convertidas en divisiones blindadas, a fin de hacerlas adquirir una potencia de fuego muy superior a todo lo que pudieran encontrar en el campo de batalla. A partir de mediados de 1942 algunas iban a conseguirlo. Sin embargo esta conversión no dejó de traer sus propios problemas pues coordinar blindados e infantería no era tan sencillo.

Precisamente en este punto es cuando llegamos a la batalla de Járkov de 1943, primera actuación de un Cuerpo de Ejército blindado de las SS, el II, formado por la 1.ª División  Leibstandarte, la 2.ª División Das Reich y la 3.ª Totenkopf. Hay que decir que esta batalla, y Kursk, marcó el momento álgido de las SS. Hasta entonces las unidades habían ido mejorando poco a poco pues se conjuntaban al fin la veteranía, un entrenamiento más coherente con su supuesto estatus de unidad de élite y un material mucho más poderoso, a partir de entonces entraron en un lento declive.

Paul "papa" Hausser, comandante en Jefe del II Cuerpo Acorazado de las SS
Paul «papa» Hausser, comandante en Jefe del II Cuerpo Acorazado de las SS

Sin embargo la batalla no fue perfecta, ni mucho menos. Debido a errores organizativos la División Das Reich tuvo que destruir 30 de sus blindados para evitar que cayeran en manos de los soviéticos, como atestiguaría Hausser, jefe del Cuerpo, quien más adelante deploraría el empleo excesivo de los ataques frontales en vez de preferir tácticas más elaboradas, como fijar al enemigo de frente para atacarlo por los flancos, que desgraciadamente necesitaban mucha más capacidad de mando y control.

Sin embargo, los incidentes iban a repetirse. En noviembre de 1943 el SS-Brigadeführer Wisch, comandante de la Leibstandarte, tuvo que abortar un ataque de su regimiento blindado porque el jefe regimental había decidido lanzar un ataque frontal potencialmente desastroso. Apuntaba aquí un paso de la evolución del entrenamiento de las SS que iba a demostrarse tanto una bendición como lo contrario. Potenciar el ascenso de jóvenes oficiales de en torno a treinta años cuya principal cualidad militar era el atrevimiento a la hora de entrar en combate, los conocidos como Draufgänger (“los que se atreven a todo”) sirvió para mantener el nivel de unidades, que cada vez tenían soldados de peor calidad, pero también para que las bajas siguieran siendo muy elevadas, aspecto especialmente importante si tenemos en cuenta que este factor, unido a la constante expansión de las Waffen SS hicieron bajar en picado el nivel de las unidades en 1944-45.

Plaza de la Leibstandarte, en el centro de Járkov. Fue su mejor momento.
Plaza de la Leibstandarte, en el centro de Járkov. Fue su mejor momento.

Si no fueron, pues, unidades tan buenas, y por supuesto no fueron unidades de élite pues el costo en bajas de material y personal fue siempre excesivamente elevado con respecto a los resultados obtenidos. ¿Cómo es que se ganaron esta consideración? Será el tema de una próxima entrada.

2 comentarios en «Mito y realidad de las SS en combate (II)»

  1. Quizás por comparación con las unidades regulares…………… No existe la esencia de la élite, la élite siempre lo es en comparación con algo………..

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