Sherman, el carro de combate estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (XI)

Comentamos en la entrada anterior de esta serie, larga ya, dedicada al carro de combate Sherman –que junto al T-34 soviético fue, sin duda, uno de los protagonistas más numerosos de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial–, cómo era, a grandes rasgos, el proceso de disparo de su cañón principal, y poníamos como ejemplo de blanco un tanque alemán Panther. Hoy, precisamente, vamos a dedicar la entrada sobre el Sherman a explicar cómo era el combate entre blindados desde este vehículo.

Llegados a este punto, la primera misión de la tripulación del carro era identificar al enemigo. Huelga decir que no era lo mismo enfrentarse a un PzKpfw que a un Tigre. Una vez identificado el adversario, los carristas, aunque sobre todo su jefe, debían de comparar, en apenas un instante, las ventajas y puntos débiles del enemigo con los propios. Esto puede parecer baladí, ya que sin duda todo el mundo sabía que la parte más vulnerable de un carro de combate era la trasera, pero era importante conocer el calibre y la capacidad de penetración del cañón del contrario y, por ejemplo, si se trataba de un cañón de asalto, carente de torreta y, en consecuencia, incapaz de defenderse sin girar por completo si era atacado por cualquier lado que no fuera el frontal.

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Desperta Ferro Contemporánea N.º 19. Ardenas (II).

Tras haber dedicado su número de Mayo de 2016 a la ofensiva alemana en las Ardenas de diciembre de 1944, la revista Desperta Ferro Contemporánea vuelve a la carga con esta emblemática batalla para centrarse en los extraordinarios combates en torno a la localidad de Bastogne por un lado y a otros aspectos menos conocidos de la batalla por otro.

Cabe la posibilidad de que, a pesar de los ríos de tinta vertidos sobre las Ardenas, parte de los acontecimientos que allí sucedieron hayan quedado fuera de la cultura popular y sean todavía relativamente desconocidos. Hagámonos una simple pregunta. ¿Cuándo terminó la batalla? Las respuestas son múltiples. ¿Con la retirada de Peiper el 24 de diciembre por la noche? ¿Con la derrota germana en Foy-Notre-Dame, en el extremo más occidental del saliente, pocos días después? ¿Con la ruptura del cerco de Bastogne el 26 de diciembre? ¿Con el fracaso de la última ofensiva alemana contra este pueblo el 7 de enero? Nos detendremos aquí por ahora, aunque sin duda podamos seguir desgranando fechas hasta finales de enero de 1945.

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Efemérides. 26 de diciembre de 1944 en Bastogne.

Son las 16.20 del 26 de diciembre, hace 72 años de aquel invierno en que los defensores de Bastogne aguantaban desesperadamente el perímetro en que estaban cercados por las tropas alemanas durante la batalla de las Ardenas. “Nuts!” había dicho el general McAuliffe, su jefe, el 22 de diciembre, y la situación derivó en una serie de enconados combates, tanto por la necesidad germana de hacerse con el cruce como por la resistencia estadounidense, cuyos suministros habían llegado a estar en una situación crítica hasta que la fuerza aérea pudo empezar a trasladar lo necesario hasta los asediados defensores, un beneficio que podía cambiar en el momento en que el mal tiempo volviera a enseñorearse de la región. Había que romper el perímetro.

Un carro destruido durante las operaciones en las Ardenas

La ofensiva de Patton, comenzada a las 6.00 horas del día 22 de diciembre, no había avanzado mucho a pesar de los constantes ataques, bloqueada al sur de Bastogne por tres regimientos de Fallschirmjäger alemanes formados por un durísimo núcleo de veteranos, hombres que habían combatido en los peores escenarios y que conocían a la perfección el mejor modo de tender emboscadas a sus enemigos aprovechando cada casa, cada muro, cada ametralladora y cada pieza contracarro para convertir una calle, un prado o una loma en un matadero infernal.

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Desperta Ferro Historia Contemporánea N.º 15: Ardenas, la ofensiva alemana.

 

No podemos acudir a la imagen tópica de los inmensos Könistiger surgiendo de entre la nieve y la niebla para arrollar las posiciones de vanguardia de los estadounidenses, sembrando muerte y caos entre los pozos de tirador y las posiciones de las ametralladoras, sería demasiado fácil. Sin embargo, la realidad de aquel 16 de diciembre tiene su propio glamour, qué duda cabe. Proyectiles de cañones y lanzacohetes surcando el cielo nocturno en la hora oscura que precede al alba, soldados infiltrándose por la nieve, en silencio, en largas columnas que se dirigen hacia el oeste, como en los tiempos de gloria de 1940, y la luminiscencia fantasmagórica de los focos antiaéreos, apuntando a las nubes y rebotando hacia los campos nevadas de las quebradas Ardenas.

La última gran ofensiva alemana de la Segunda Guerra Mundial es una de las batallas más evocadas por aquellos que quieren pensar en escenarios alternativos, en lo que hubiera podido ser y no fue. En cierto modo, quienes así lo hacen tienen algo de razón pues hacía mucho tiempo que los alemanes no habían sido capaces de lanzar una ofensiva a semejante escala. Tras los desastres sufridos en el segundo semestre de 1944 parecían acabados, hasta tal punto que los ejércitos de los aliados occidentales estaban convencidos de que la guerra acabaría antes de Navidad. Sin embargo se les iba a acabar el resuello, y los germanos iban a aprovechar el paso (o el salto) atrás para atacar mejor.

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