La reciente Guerra de Irak y la insurgencia que hizo presa del país posteriormente es uno de los acontecimientos de la historia contemporánea reciente, muy reciente, que más interés ha suscitado, pero también más confusión. Es posible que la profusión de noticias televisivas y artículos de prensa, por no hablar de las noticias en medios virtuales, hoy a la par en importancia con respecto a los anteriores, haya ayudado a crear esta sensación de no saber exactamente que pasó y haya sido origen de la multiplicidad de opiniones y comentarios que se han emitido sobre este tema. Tener acceso a mucha información no siempre significa estar bien informado, y es por esto que la publicación del número 10 de la revista Desperta Ferro Historia Contemporánea, que sale hoy a la venta, viene muy a punto, pues sin pretender ser exhaustiva, expone y explica muy bien algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar en Irak entre 2003 y 2011.
Primero tenemos la campaña. ¿Quién no recuerda las imágenes en verde nocturno que nos ofrecía la televisión? Las fuerzas de la coalición tardaron tres semanas en tomar Bagdad, la capital y centro neurálgico del país, pero. ¿Y luego? Luego vinieron los saqueos, y tras la destrucción del poder laico del partido baas y la pérdida de preeminencia de los sunníes, vino la descomposición de Irak en grupúsculos que acabarían destacándose por su resistencia al invasor: baasistas, islamistas, salafistas iraquíes, las tribus y… Al Quaeda. Todos ellos con sus propios objetivos y agendas.
La falta del control del país por parte de las fuerzas de la coalición supuso la aparición de importantes concentraciones rebeldes, como fue el caso de la ciudad de Faluya, cuya conquista se hizo imprescindible y gracias a la cual se aprendieron dos importantes lecciones: cuál sería la naturaleza del combate urbano moderno, y hasta qué punto era importante la presión de la opinión pública gracias a la inmensa cantidad de información sobre lo que estaba pasando que se extendió por el mundo entero. La conquista militar vale muy poco sin un proceso de pacificación, y en Irak este debía ser fundamentalmente político: había que convencer a la población chií, suní y kurda para que apoyara el nuevo gobierno de concentración nacional de Nuri al Maliki. Sin embargo la disparidad de objetivos entre la coalición y el nuevo gobierno iraquí y el incremento de la insurgencia iban a convertir la situación en una pesadilla.
Pero antes aún tenían que suceder muchas cosas. En 2007 y 2008 tuvo lugar el “New Way Forward”, en el que las fuerzas de la coalición se emplearon a fondo para destruir la insurgencia, empleando tanto fuerzas convencionales como grupos especiales, e incluso se aliaron con antiguos grupos insurgentes en una escalada de gran intensidad que pareció dar resultado. Sin embargo el descenso de las acciones insurgentes no implica la desaparición de los grupos de acción opositora, pues puede ser tan solo una señal de que estos han decidido esperar y prepararse para tiempos mejores, como la retirada estadounidense de Irak.
Negocio para los contratistas (llegarían a ser 190 000), ilusión para los militares (¿qué es un ataque de la insurgencia y como se contabilizan realmente?), necesidad para los políticos… el periodo 2009 – 2011, el final de la campaña, coincidente con la era Obama, acabó siendo una decepción, pues se pasó de considerar la victoria al alcance de la mano a la operación “nuevo amanecer” que supuso el abandono del país en manos de sus problemas. Lo que sucedió después, casi podemos verlo en el telediario. Tras la pesadilla, el despertar ha sido el ISIS.
En gran medida fue una guerra civil entre chiitas y sunnitas con elementos de los diferentes servicios secretos de la zona barriendo para casa y por supuesto Al Qaeda por libre. Está claro que los yankees no sabían donde se metián.