En LONDRES, las instancias políticas están más ocupadas, en este momento, con la cuestión de Irlanda que con un lejano rincón de los Balcanes, así que es Lord Grey quien tiene que encargarse de todo.
Primero se ha reunido con el Conde Mensdorff, embajador austríaco en el Reino Unido, quien le explica que la nota entregada a Serbia no es en realidad un ultimátum, sino una gestión con plazo limitado cuya expiración sin resultado satisfactorio supondrá el cese de relaciones diplomáticas y el inicio de los necesarios preparativos militares, pero no la guerra. Es decir, que la diferencia con un ultimátum es mínima.
Será en una segunda reunión entre ambos sostenida poco después donde Grey comentará de la nota que se trata “del documento más “formidable” de esta clase que haya visto nunca”, aunque concede que tal vez Viena tenga buenas razones.