Sin duda estamos acostumbrados a pensar en la Guerra Civil Americana como una sucesión de batallas cruciales que llevaron al norte a derrotar, finalmente, a sus adversarios del sur. Sin embargo hay autores que no lo han visto así, y que han minimizado el significado de las batallas para centrarse mucho más en el nivel estratégico de la guerra, el que, fundamentalmente, tiene que ver con la política, así como con la economía.
Cuando en 1861 estalló la guerra entre los estados, el precedente en el que trataron de reflejarse ambos ejércitos fue el napoleónico; y este, más allá de la espectacularidad de las grandes batallas como Austerlitz o Waterloo, enseñó lecciones que tanto los generales secesionistas como los unionistas supieron identificar perfectamente.