Mientras se producían los grandes movimientos operacionales de la operación Barbarroja, con sus enormes embolsamientos y batallas de aniquilación, en el Alto Mando de la Werhmacht tenía lugar un apasionado debate sobre las posibilidades de superviviencia de Stalin y del Ejército Rojo.
Hitler no reaccionaba con la informacón que le habían suministrado sobre la situación en el frente. El ritmo de la ofensiva alemana había disminuido de forma considerable y estaba casi detenida para finales de octubre. El pueblo alemán comenzaba a ser cada vez más escéptico respecto a las noticias que anunciaban la victoria, como indica Robert Citino. Sin embargo Hitler, borracho de victorias y eufórico por la enorme cantidad de prisioneros y botín, pensaba que la guerra se había ganado ya.