Para la mañana del 9 de enero, pese a no estar en condiciones de atacar, Duquesne podía dar gracias a Dios de haber salvado el convoy y de que de Ruyter no pareciese mostrar intenciones de continuar infligiéndole daños.

Ambos bandos fueron reforzados, Duquesne por diez naves de Mesina y de Ruyter por seis españolas que de Ruyter estimó de poco valor. El almirante holandés todavía impedía el paso a su oponente por el estrecho, y Duquesne, tras algunos días de maniobras y bordadas, se mantuvo a distancia hacia eloeste, siendo obligado a circunnavegar la isla de Sicilia antes de poder alcanzar la seguridad de Mesina.