Así veían los soldados de la Wehrmacht a sus Aliados

Con la publicación reciente del libro Soldaten (Soldados del Tercer Reich en la edición española) tenemos la oportunidad de acceder a los cientos de miles de actas procedentes de las escuchas que hicieron los aliados en los campos de prisioneros.

Generales alemanes en Trent Park

Entre la abundante y diversa información recogida se encuentran las opiniones que tenían los soldados alemanes, por supuesto en la intimidad, al no saberse grabados, de sus aliados: italianos, rumanos, españoles, húngaros y de otras nacionalidades. Obviamente, se trata de las impresiones de los soldados y en ningún modo debe ser tomado al pie de la letra. Pero tiene su interés por reflejar cuales eran los tópicos (fundados o no) en los círculos militares alemanes. Veamos qué pensaban.

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La batalla de Krasny Bor (III) – La batalla

El fuego artillero había causado que el suelo se llenase de cráteres de obús que fueron usados como trincheras y que el hielo se derritiese convirtiéndose en un barrizal que dificultaba el ataque del enemigo, facilitando que los rusos fuesen barridos por las ametralladoras.

Posición de ametralladora MG34. Se puede observar a los divisionarios lanzando granadas y preparándose para rechazar los carros enemigos con minas magnéticas.

Como decía el sargento Salamanca “Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos

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La batalla de Krasny Bor (II) – Comienza la preparación artillera

El día 10 de febrero la División Azul se encontraba desplegada cubriendo un frente de más de 30 km, lo que significaba que la mayor parte de sus unidades se encontraban prácticamente en primera línea careciendo apenas de reservas.

Los soviéticos dirigieron su ofensiva hacia el pueblo de Krasny Bor, una pequeña aldea al sur de Kolpino (un arrabal industrial de Leningrado), que se encontraba defendida por el Regimiento 262 al mando del coronel Manuel Sagrado. Krasny Bor era un pueblo de tres kilómetros de frente por tres de profundidad, de casas de madera y de ladrillo de dos pisos y con calles anchas de

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La batalla de Krasny Bor (I) – Antecedentes

Publicamos hoy el artículo que nos ha remitido nuestro lector Pablo García Sánchez sobre la batalla más renombrada en la que participó la División Azul, acción que sirvió para frustrar una ofensiva soviética a gran escala como la de Stalingrado.

El 10 de febrero de 1943 tuvo lugar la mayor batalla en la que se vio envuelta la División Azul, la más sangrienta, importante y heroica de todas aquellas en las que participó durante su estancia en Rusia combatiendo el comunismo, en ella se consiguieron tres de las ocho laureadas de la División Azul en la URSS.

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Borovichi 1951 – Los españoles se sublevan (II)

El comandante alemán Hans Diesel, que estaba encarcelado, le contaba meses después a Palacios cómo le invitaron los españoles a salir, cosa que no hizo, a pesar de haber quedado destrozada su celda, pues los presos arrancaron la puerta para fabricarse armas de madera.

Teniente Rosaleny, Capitán Palacios y Alférez Ocaña

Una vez juntos libertos y libertadores, encendidos de ira, se precipitaron contra las oficinas del campamento donde Makaro, inútilmente, intentaba hacer comer al recién secuestrado. El jefe de campo, viéndoles llegar, echó a correr, perseguido por los españoles y, acompañado de toda la guardia rusa interior del campamento, presa de pánico, cruzó la línea de alambradas, refugiándose, junto con su Estado Mayor, tras la zona rastrillai (punto de la cerca que no podía ser traspasado so pena de recibir fuego de ametralladora o fusilería).

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Borovichi 1951 – Los españoles se sublevan (I)

El siguiente relato es un resumen del capítulo del libro del Capitán Palacios «Embajador en el Infierno», dedicado al motín del campo de prisioneros de Borovichi.

El plante de Borovichi, llevado a cabo por doscientos españoles, no deja de ser un hecho singular. La rebelión no se produjo contra los malos tratos, los sufrimientos corporales, el hambre o el abuso de poder, sino a causa de un entrañable motivo moral. Los prisioneros que estaban resignados a morir -en aquella época había muerto ya el 30 por ciento de sus miembros- no se resignaron, en cambio, a la retención, por parte de las autoridades soviéticas, de la correspondencia que les llegaba y no les era entregada.

Los españoles veían como alemanes, austriacos y húngaros, recibían cartas de los suyos. Veían como los hombres más enteros se escondían para moquear como chiquillos, con un pedazo de papel entre las manos. Acudieron los españoles a Makaro, el lacharni del lager n.º 3, de Borovichi, pidiendo acogerse a este derecho que tan injustamente se les negaba. Y éste les sugirió que elevaran, uno a uno, instancias de súplica a Bousenski, el ministro del Gobierno de quien dependían los prisioneros de guerra. Así lo hicieron todos, pero Makaro se quedó con las instancias y las destruyó sin cursarlas.

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