El nacimiento de la Kriegsmarine (I): Engatusando a Hitler

La reorganización de la Marina germana de 1939 tuvo su origen en la era de la República de Weimar, cuya última iniciativa se plasmó en el Plan de reorganización de 1932, que previó medidas que, si bien iban en contra del Tratado de Versalles, eran los suficientemente limitadas como para poder ser mantenidas en secreto. Estas fueron la organización de la estructura para la creación de una flota de submarinos y de una aviación naval, y el aumento del personal en 50 oficiales cadetes y 1400 suboficiales y marineros. Acciones más concretas, como la construcción de submarinos o de un portaaviones, se dejaron específicamente para más adelante.

El viejo acorazado Schleswig-Holstein, uno de los escasos buques de la Marina de Guerra alemana en 1933.

De hecho, ni siquiera la llegada de Hitler al poder aceleró el proceso de creación de una fuerza naval, pues los primeros fondos que recibió la marina, a partir de febrero de 1933, fueron empleados en la compra de armas y munición, en el refuerzo de las defensas costeras y en la construcción y mejora de los puertos.

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Blomberg contra Rohm. La pugna por el poder y la fuerza militar en Alemania. 1933-34.

 

El 30 de enero de 1933, un agitador político, ex golpista fracasado y líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, fue nombrado canciller de Alemania por el Presidente Paul von Hindemburg, finiquitando la república de Weimar y abriéndose una nueva y oscura etapa de la historia alemana contemporánea, la era del nacismo, que solo duraría doce años, pero dejaría al país arrasado.

Blomberg 1
Hitler y von Hindemburg, poco después de las eleeciones.

Si bien la ideología nazi fue el paradigma del ultranacionalismo, la violencia y la agresividad militar, hay que dejar claro que estas tendencias eran más comunes de lo que se piensa en la sociedad alemana de entreguerras. Asociaciones de veteranos, grupos paramilitares, como el Stahlhelm, y organizaciones de diversas orientaciones políticas, llevaban cultivando la necesidad de que Alemania volviera a ser una nación fuerte, que había que borrar la vergüenza del “diktat” de Versalles y el mito de la “puñalada en la espalda” desde 1918. Una de estas agrupaciones, muy institucionalizada, era la Reichswehr, el ejército alemán surgido del tratado de Versalles. Reducido a no más de 100 000 efectivos, que sin derecho a tener aviones, submarinos u otras armas modernas, llevaba clamando y trabajando por la necesidad de que Alemania se rearmara desde 1919, y aunque los diversos gobiernos de la era de Weimar permitieron que sus jefes implementaran políticas de rearme en secreto, los años transcurridos hasta 1933 habían sido bastante estériles. Ninguno de los cancilleres democráticos de Alemania estaba dispuesto a arriesgar la posición internacional del país favoreciendo públicamente un rearme en contra de las estipulaciones del tratado de Versalles, sino que esperaban, mediante la colaboración con las demás naciones firmantes, lograr una revisión del mismo que les permitiera ocupar nuevamente su lugar en la política internacional.

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