1939 – El sino de la Flotilla de Submarinos Polaca (II)

Habíamos dejado al Orzel en el puerto Estonio de Tallín, donde después de una estancia de 24 horas, el submarino polaco debía abandonar puerto para no quedar internado según las leyes internacionales.

Pero las autoridades estonias no se lo estaban poniendo fácil. El último requerimiento vino de la mano de guardias armados, que fueron apostados a bordo del Orzel. Los estonios retiraron las cartas y los instrumentos de navegación del capitán Grudzinski, y partes vitales de las armas de cubierta del submarino. El siguiente paso era retirar los torpedos, pero eso no podría hacerse hasta el día siguiente.

Los polacos aprovecharon el respiro para planear su siguiente movimiento, que era en esencia como fugarse de allí. A la mañana siguiente los alentó mucho un mensaje escrito en el anverso de una tarjeta de visita del agregado naval británico en la ciudad. Decía: «Buena suerte y que Dios os bendiga».

Mientras los estibadores del puerto estaban ocupados tratando de retirar los veinte torpedos del submarino, la tripulación del Orzel no estaba ociosa en absoluto. Un oficial, que aparentemente estaba pescando en un bote en las aguas del puerto, estaba en realidad buscando un corredor de salida por la popa del submarino. Un marinero, que había pasado desapercibido, saboteó los cables de amarre del submarino, de manera que un fuerte tirón soltaría las amarras del buque polaco.

La radio fue desmontada ante los estonios, pero la simulación de un corto circuito y de un pequeño fuego eléctrico los persuadió para que se montase de nuevo y se buscara el cortocircuito. Mientras tanto, el propio Grudzinsky saboteó la grúa de los torpedos después de que se hubieran retirado catorce, quedando solo seis. Culpó a los trabajadores estonios, cuyo capataz estuvo de acuerdo en detener el trabajo en lo que quedaba de jornada, un domingo, y regresar el lunes a retirar el resto.

Con semejantes triquiñuelas los amistosos y cooperativos polacos hicieron sus preparativos para esa noche. Para entonces los estonios estaban tan confiados que solo dejaron dos guardias armados a bordo del submarino. Fueron fácilmente desarmados, sin que ninguno de ellos sufriera daños, y después de que un marinero cortara el cable de electricidad principal del muelle con una hacha, el buque simplemente comenzó a separarse de sus amarras en la más absoluta oscuridad.

Avanzando con el silencioso motor eléctrico, rozó un banco de lodo, creando unos momentos de tensión antes de que lograra virar, y poner la proa a mar abierto. Una vez fuera del puerto, cuando comenzaron a rugir los motores diesel, los cañones del puerto abrieron fuego con gran estruendo, pero el Orzel eludió un diluvio de proyectiles y fuego de ametralladoras y fusilería y una vez estuvo en aguas profundas se sumergió.

El Orzel había logrado escapar de Estonia, pero seguía estando a su suerte, en un entorno hostil y sin cartas de navegación o instrumentos, con los cañones de cubierta inutilizados. Puso rumbo en primer lugar a la costa sueca, donde dejó a los dos prisioneros estonios en un bote de goma. Luego regresó a alta mar y retomó su patrulla de guerra.

Mientras tanto, los oficiales habían logrado trazar a mano un conjunto de cartas de navegación que mostraban la información que cada uno de ellos guardaba en su memoria. La radio, que volvía a estar en funcionamiento les comunicó la caída de Varsovia y el triste destino de su país. El Orzel llevaba 16 días patrullando el Báltico sin encontrarse un solo blanco enemigo.

Entonces sintonizaron un noticiario de la BBC que comunicaba que la tripulación de la nave gemela Wilk había logrado llegar a Inglaterra. ¿Por qué no iba a poder el Orzel a intentar lo mismo pese a sus deficiencias en cartas de navegación, instrumental y combustible?

Para llevarlo a cabo debían navegar por aguas muy vigiladas, teniendo que pasar por espacios estrechísimos entre Dinamarca y Suecia para poder abandonar el Báltico, luego había que cruzar un Mar del Norte lleno de peligros, para finalmente alcanzar aguas británicas. No era una tarea fácil ni siquiera para un submarino completamente equipado. Sin embargo, a mediados de octubre, el Orzel también logró abrirse paso con éxito. Su capitán Grudzinski fue condecorado con la más alta medalla polaca al valor, la Virtuti Militari, por su ejemplar comportamiento.

Operando ya con las fuerzas aliadas, el Orzel tuvo su oportunidad de combatir, como integrante de la Segunda Flotilla de submarinos de la Marina británica cuando Alemania lanzó su invasión relámpago sobre Noruega, en abril del año siguiente. Estando en su zona de patrulla frente a las costas noruegas en la mañana del 8 de abril, el Orzel lanzó sus torpedos contra un transporte de tropas alemán convirtiéndose así en el primer submarino aliado en hundir un buque alemán durante la invasión de Noruega.

La patrulla había de durar hasta mucho después del siguiente movimiento de Alemania, la invasión de Francia y de los Países Bajos, que comenzó el 10 de mayo. La campaña noruega fue testigo de varios enfrentamientos navales y pérdidas significativas de buques por ambas partes. Uno de ellos fue el Orzel, cuyo sino final permanece desde entonces sumido en el misterio. Nunca más se supo de él, y el 11 de junio de 1940 el Almirantazgo Polaco en el Exilio informó que el submarino Orzel y su tripulación estaban presuntamente desaparecidos. El Orzel había prestado su último servicio.

Viene de 1939 – El sino de la Flotilla de Submarinos Polaca (I)

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