En sus memorias, Kurt «Panzer» Meyer relata un escalofriante suceso en el que los soviéticos volaron ante sus narices un puente atestado de sus propias tropas en retirada. Así lo cuenta.
5 de octubre de 1941, las divisiones alemanas atacan en un amplio frente ente Melitopol y el río Dnieper. El batallón de Panzer Meyer recibió la misión de tomar uno de los puentes sobre el río Molotschnaja y mantenerlo hasta que llegaran las vanguardias de la ofensiva. El avance se hacía lento y pesado, pues el campo estaba literalmente sembrado de minas encapsuladas en madera que las hacía indetectables a los aparatos detectores. A eso del mediodía estaban ya en primera línea. La 1/SS-Aufklärungs-Abteilung 1 [1 compañía del 1 Batallón de Reconocimiento SS] se posicionó en cabeza de la columna tras el vehículo de reconocimiento blindado de Meyer.
Se podía ver a los soviéticos en plena retirada. Debían alcanzarlos, rebasarlos y crear una barrera infranqueable en las inmediaciones del puente de Molotschnaja. La sección de cabeza salió disparada como un galgo. Solo disparos esporádicos de mortero molestaban su avance. El batallón al completo progresó por entre los enemigos y a las 1230 horas atravesaron Federowka, donde se capturaron los primeros armones de artillería con sus piezas y unos cientos de prisioneros.
Los alemanes podían observar la retirada rusa hasta donde les alcanzaba la vista. Todo el frente al completo había comenzado a desplazarse. Se toparon con fuego contracarro procedente de un campo de maiz y perdieron el vehículo blindado de cabeza de un impacto directo. Los Kradschützen [motos con sidecar] destruyeron las piezas enemigas. Uno de los tractores alemanes de artillería resultó averiado a causa de una mina, todo estaba minado y los soldados soviéticos caían víctimas de sus propios artefactos.
Ante los alemanes surgió de repente la ciudad de Terpenje, que estaba dividida de norte a sur por el río. Miles de soldados soviéticos corrían desesperadamente por los laterales de la columna alemana, tratando de llegar antes al punto de cruce. Los germanos alcanzaron las priemra casas de Terpenje. Los enloquecidos soldados rusos se arrojaban a las casas buscando cobertura.
De repente, tras un recodo de una calle, cañones, vehículos, carros y caballos se agolpaban en una masa confusa. Detrás estaba el puente. Varias columnas de infantes se agolpaban en la orilla, intentando alcanzar la salvación a nado. Las balas de 20mm de los vehículos blindados de reconocimiento alemanes comenzaron a barrer este espectáculo dantesco, sembrando el caos y tiñendo las aguas de rojo.
La sección alemana de vanguardia del batallón de Meyer se aproximó al puente, disparando a ambos extremos del mismo. La situación apenas podía empeorar más de lo que ya lo estaba. Una densa marea de fugitivos corrió por el atestado puente. A derecha e izquierda hombres y caballos luchaban por sus vidas. Los alemanes estaban a menos de cincuenta metros. La hacinada, despavorida y agitada multitud tuvo súbitamente un horrible final.
Justo cuando la sección alemana llegaba al puente con sus ametralladoras de 20mm sembrando el infierno en la masa humana del puente, hombres, caballos y vehículos saltaron por los aires, quedaron un momento suspendidos como sujetados por cables en la nube en forma de hongo de una explosión y luego desaparecieron entre el lodo del río. Los soviéticos habían volado el puente con total desprecio de sus propias tropas.
Tras unos segundos de estupor, los alemanes comenzaron a buscar un punto de cruce con el objetivo de evitar la consolidación de los fugitivos. Aunque dominaban con su fuego la orilla contraria, habían observado una serie de colinas donde los rusos estaban preparando a toda prisa una posición defensiva. Debían cruzar el río lo antes posible, no podían permitir que el frente lograra estabilizarse.
A unos pocos metros a la derecha del puente volado se descubrió un vado. Los Kradschützen de la 1/SS-Aufklärungs-Abteilung 1 cruzaron rápidamente y establecieron una cabeza de puente al otro lado. Entonces una explosión convirtió a uno de los vehículos de reconocimiento de una bola de fuego. Había rodado sobre una mina en el acceso al vado. Los rusos habían minado ambas orillas y gran número de soldados rusos yacían allí víctimas de sus propias minas.
Las memorias de Meyer, Granaderos, han sido publicadas en español por Ediciones Salamina
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