Achnacarry, un día en el Cuerpo de Commandos es como un día de campo…

Cuando el ejército británico fue expulsado del continente y Francia solicitó el armisticio, una de las primeras preocupaciones del gobierno y del mando militar británico, empezando por el mismísimo Winston Churchill, fue devolver la guerra al continente, golpeando a los alemanes en cualquier punto de la costa, no tanto para causarles bajas o destruir sus infraestructuras, ya que su capacidad para ello era escasa, sobre todo al principio, sino para obligarlos a desplegar tropas que pudieran ser necesarias en otros frentes de la guerra. En este sentido, puede decirse claramente que cada <<Commando>> valía por muchos soldados alemanes.

Achnacarry en 1943.

Esta estrategia de ataques periféricos de baja intensidad apoyados por la superioridad de la armada británica no era totalmente nueva, pues había sido la forma de operar de los ejércitos del Reino Unido desde las guerras napoleónicas, sin embargo las modernas técnicas obligaron a hacer un extraordinario esfuerzo a la hora de preparar a los hombres que habrían de llevar a cabo los ataques. Dada la preparación general de los ejércitos, la rapidez en el posible desplazamiento de medios y su número, estas acciones ya no podían ser ejecutadas por los regimientos regulares del ejército. Hacía falta algo más, los <<Commando>>.

Pertenecer a este cuerpo de élite no era fácil, y muchos candidatos renunciaban o no conseguían pasar las durísimas pruebas a las que eran sometidos en el campamento de Achnacarry (Escocia), sede de la institución. Así era su jornada diaria:

–  06:00 – Diana, ambientada por el alegre sonido de las gaitas, a fin de cuentas, Escocia es Escocia.

–  06:00 a 06:30 – Vestirse, aseo y preparar la cabaña o la tienda de campaña para la inspección, previsiblemente a cargo de un suboficial con poco sentido del humor.

–   06:30 a 07:30 – Una hora de entrenamiento físico, para ir despejando las legañas.

–   08:00 – Desayuno. Dos horas después de levantarse, ya va siendo hora.

–   08:30 a 09:30 aproximadamente – Desfile, para no perder las buenas costumbres.

–   Hasta las 13:00 – Entrenamiento matutino (y ya llevamos siete horas de <<jornada laboral>>)

Entrnamiento de tiro con morteros.

–  13:00 – Comida. Tal vez sean raciones de combate, que no están muy buenas, pero a estas alturas desaparecen con rapidez.

–  Después de comer, hasta las 16:30 – Vuelta al entrenamiento.

–  16:30 a 17:30 – Cena. Puede parecer un poco pronto, visto desde el sillón de casa, pero seguro que ellos ya lo estaban deseando.

–  17:30 a 18:00 – Clases teóricas. No más de media hora, que a fin de cuentas, no van a mandarlos a Oxford.

–  Actividades más tranquilas, hasta las 22:30, momento en el que se toca retreta, y ya solo queda un día menos.

–  En cualquier momento de la noche – Marcha nocturna o cualquier otra actividad sorpresa que se le ocurriera al mando. Incluso cabía la posibilidad de que los dejaran dormir.

Para que luego digan que nunca se deja colgado a un compañero.

Y todo esto duraba nada menos que diez semanas, durante las cuales las materias impartidas eran principalmente cuatro: táctica, tiro, combate cuerpo a cuerpo y técnicas de demolición; con tan solo media jornada libre por semana, que los hombres solían emplear para ducharse, hacer colada, escribir alguna carta a casa o, posiblemente, vegetar un poco.

Si te gustó, te puede interesar Historias de Brandeburgueses – El Grupo Ruiseñor

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies