Expedientes matrimoniales como fuente de la investigación histórico-militar en el siglo XVII

Damos la bienvenida a Esaú Rodríguez como colaborador del GEHM con su artículo Expedientes Matrimoniales como fuente de la investigación histórico-militar – Dos casos en el pueblo de Castellar (Jaén) en el siglo XVII.

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Este artículo busca demostrar cómo algunos documentos que son trabajados dentro de las llamadas “historias de las familias”, los expedientes matrimoniales que se conservan en la Catedral de Jaén por ejemplo, pueden servir también para conocer de primera mano la vida de los soldados jiennenses al servicio de su Majestad, en cualquier lugar y época en que sirvieron.

 Expediente matrimonial de 1649 entre María de Otálora (viuda) y Fernando de Villar, ambos naturales y residentes en el término de Castellar (Jaén). La peculiaridad de este expediente es la situación de viudedad de la contrayente,
que lo es a su vez, de un soldado llamado Juan de Ruipérez, que falleció (o eso afirma ella) y debe demostrarlo para poder contraer nuevos esponsales.

En principio, en el documento conocemos por medio de la tal María de Otálora que su marido fue a arreglar unos documentos a la Real Chancillería de Granada y, según informaciones que le llegaron posteriormente, se alistó de soldado para servir a Su Majestad en una compañía de dicha ciudad. Por otra parte, el documento incluye la declaración de varios testigos, el primero de ellos, Luis Márquez, también de Castellar, quién declara que, en 1639 (10 años antes), entró a servir a su Majestad en calidad de soldado en sus ejércitos, y se dirigió a la ciudad de Málaga, donde se encontró con Juan de Ruizpérez, paisano suyo.

Desde 1635 las hostilidades con Francia habían obligado a tomar medidas excepcionales, como movilizaciones de hidalgos y caballeros, levas y quintas, órdenes a los señores para que levantasen gente en sus estados; se envían refuerzos por vía marítima a Italia y Flandes (que es donde encontramos a nuestros protagonistas) se recrudece la guerra en Alemania y se combate duramente en las fronteras de Navarra y Cataluña. Ante la insuficiencia de los métodos tradicionales de recluta, en 1638 se ordena aportar un soldado por cada 100 vecinos. Tras la derrota de las Dunas (1639) que costó muchas miles de vidas, vino la guerra de Cataluña y Portugal.

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