FILIPO de Macedonia (I) – Juventud

Filipo, tercer hijo del rey Amintas II y Eurídice, sería el artífice de la transformación de una Macedonia feudal y pastoril en fase de helenización, en el gran Estado y nuevo garante de la cultura griega frente a la amenaza que suponía Oriente……y, por qué no, frente a los propios griegos.

Reconstrucción del rostro de Filipo

Pasó parte de su niñez en el exilio como consecuencia de las políticas llevadas a cabo por sus hermanos. Como era costumbre en la Antigüedad, cuando un Estado quería mantener buenas relaciones con otro, solía enviar a un miembro de la familia real en calidad de rehén. De esta manera, Filipo fue mandado por su hermano Alejandro II, en calidad de rehén, a los ilirios. Posteriormente, a la muerte de éste, Ptolomeo, amante de su madre Eurídice y Regente, lo trajo de vuelta a Pella volviéndolo a exiliar, ésta vez a Tebas.

Epaminondas

Allí vivió con la familia del famoso general Epaminondas. Desde el primer momento, Filipo frecuentó las «malas compañías» que suponían los amigos y parientes del laureado general. No aprovechó mucho las lecciones de filosofía e historia. Pero siguió con atención las de estrategia que aquel gran capitán había enseñado a su ejército. Epaminondas había diseñado una nueva forma de operar en el campo de batalla, probándolo con éxito en la batalla de Leuctra (371 a. de C.) contra los espartanos. Para esa ocasión, Epaminondas había empleado una nueva estrategia: había concentrado lo más granado de sus tropas en el ala izquierda, las había dispuesto en profundidad y, con esta formación, marchó contra el ala derecha adversaria, que fue aplastada. El ejército espartano se dio a la fuga dejando 400 muertos, entre ellos el rey de Esparta.

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Pese a las muchas lagunas en su formación, cuando volvió entre los pastores de Pella, fue considerado un sabio. De hecho, él sabía lo que aquellos, criados en la montaña, ignoraban: que Macedonia era una comarca semibárbara, que debía romper su aislamiento con el resto de Grecia y que el mejor modo de hacerlo era apoderarse de ella. Más esto sólo se podía conseguir después de haber unificado el poder en Macedonia, es decir, después de haber destruido o sometido a las fuerzas feudales y centrífugas de la nobleza local.

Coraza atribuida a Filipo

Ya en Macedonia, su hermano el rey, Pérdicas III, le confió el gobierno de una provincia, responsabilidad que ejerció entre los años 365 y 359 a. de C. a caballo entre ese territorio y Pella. Filipo era un gigantón listo y prepotente, guerrero intrépido, cazador infatigable, siempre dispuesto a enamorarse indistintamente de una hermosa mujer que de un guapo muchacho. Un trasfondo de astucia se encontraba en cada gesto suyo, hasta en el más espontáneo.

Era de natural simpático, pero lo sabía y se aprovechaba. También sabía adormecer la desconfianza de sus rivales y sus adversarios alabándolos, o colmándolos de regalos; sin dudar en emplear malas artes cuando no bastaba la fuerza, o en traicionar al más débil por el más fuerte cuando su interés le empujaba a ello.

Demóstenes, su irreductible adversario, después de haberle conocido exclamó: “¡Qué hombre! Por el poder y el éxito ha perdido un ojo, tiene un hombro roto y un brazo paralizado. ¡Y todavía no hay quien pueda hacerle poner de rodillas!”.

FILIPO de Macedonia (II) – La Regencia

 

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