El siguiente relato es un resumen del capítulo del libro del Capitán Palacios «Embajador en el Infierno», dedicado al motín del campo de prisioneros de Borovichi.
El plante de Borovichi, llevado a cabo por doscientos españoles, no deja de ser un hecho singular. La rebelión no se produjo contra los malos tratos, los sufrimientos corporales, el hambre o el abuso de poder, sino a causa de un entrañable motivo moral. Los prisioneros que estaban resignados a morir -en aquella época había muerto ya el 30 por ciento de sus miembros- no se resignaron, en cambio, a la retención, por parte de las autoridades soviéticas, de la correspondencia que les llegaba y no les era entregada.
Los españoles veían como alemanes, austriacos y húngaros, recibían cartas de los suyos. Veían como los hombres más enteros se escondían para moquear como chiquillos, con un pedazo de papel entre las manos. Acudieron los españoles a Makaro, el lacharni del lager n.º 3, de Borovichi, pidiendo acogerse a este derecho que tan injustamente se les negaba. Y éste les sugirió que elevaran, uno a uno, instancias de súplica a Bousenski, el ministro del Gobierno de quien dependían los prisioneros de guerra. Así lo hicieron todos, pero Makaro se quedó con las instancias y las destruyó sin cursarlas.
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