La leyenda negra del fuerte de San Telmo y los tres capitanes españoles del Tercio Viejo de Sicilia que lo defendieron (Malta 1565)

Hace unos días se cumplían 455 años de la caída del fuerte de San Telmo, acontecimiento crucial en el éxito cristiano durante el Gran Sitio de Malta de 1565. Si poco se habla del sitio de Malta en general y de San Telmo en particular, menos aún se hace de los tres capitanes españoles del Tercio Viejo de Sicilia que lo defendieron hasta la muerte.

Fuerte de San Telmo. Croquis de mi libro basado en los diseños del profesor Stephen C. Spiteri, de la Universidad de Malta, que amablemente me dio permiso para reproducir cómo era San Telmo en 1565, fruto de sus investigaciones.

Durante las investigaciones que llevé a cabo hace ya cinco años para mi libro Los Tercios en el Mediterráneo, tuve sobrada ocasión de darme cuenta de la tergiversación y la manipulación a la que han sido sometidos estos hechos a lo largo de los siglos. En las fuentes extranjeras solo hay caballeros de la Orden de Malta y malteses. Fue algo que me tuvo bastante intrigado, pues a poco que se adentre uno en las crónicas de la Orden escritas en los siglos XVI y XVII por personas insignes de la propia orden, como Bosio (en italiano) o Salazar (en español), o de memorias de soldados españoles presentes en el sitio, como las de Balbi, saltará rápidamente a la vista que en las primeras semanas del asedio, hasta la llegada del Pequeño Socorro, hubo más de dos compañías de soldados viejos del Tercio de Sicilia haciendo frente a los turcos y, a su frente, tres capitanes españoles.

Las compañías habían sido enviadas entrada la primavera desde Sicilia a Malta en previsión de la expedición otomana que había sido ya informada por los espías y que se esperaba en cualquier momento. Eran las compañías de los capitanes Andrés Miranda y Juan de la Cerda. En los primeros días del asedio no estaba presente el capitán Miranda, que se había quedado en Sicilia y que por ser capitán de gran reputación fue utilizado por don García de Toledo para hacer de correo con el Gran Maestre y de asesor militar en la isla. Su compañía quedó en Malta a las órdenes provisionales de su alférez, Gonzalo Medrano.

Ambas compañías se distinguieron en la primera escaramuza con los turcos nada más comenzar el asedio frente a las puertas de Birgu. En esta escaramuza destacó sobremanera al frente de sus arcabuceros, a la vista del Gran Maestre La Valette, el alférez Medrano. Cuando los otomanos decidieron tomar primero San Telmo para que el almirante Piali pudiese resguardar la flota en la ensenada de Marsamxett, la primera decisión del Gran Maestre fue enviar a las dos compañías de españoles a San Telmo y con las facultades de Capitán General de la Isla de Malta otorgadas por el rey de España ascendió a Gonzalo Medrano a capitán y le dio la compañía de Miranda.

El capitán Andrés de Miranda llegó a Malta el 4 de junio y se entrevistó con el Gran Maestre La Valette, que tras recibir los encargos de don García de Toledo, fue enviado a San Telmo en calidad de soldado privado para inspeccionar el estado de la fortaleza y para que le diese su opinión al Gran Maestre. Tras hacer la inspección de la fortaleza, el capitán expresó sus impresiones a La Valette: el fuerte no tenía traveses y era difícil de defender, pero que todo el tiempo que aguantase sería vital para las operaciones de toda la isla.

Lámina de José Ferré-Clauzel

Según refiere Balbi: El Gran Maestre tuvo en mucho los avisos y consejos del capitán Miranda porque sabía que eran buenos. Como su compañía era ahora la de Gonzalo Medrano, Miranda se ofreció a luchar en San Telmo como soldado particular. Pese a que el gobernador del fuerte era el caballero aragonés Juan de Guaras, el Gran Maestre dio órdenes de que se obedeciese al capitán Miranda en todo e incluso se dice en la crónica de Funes que, en virtud de los poderes que tenía el Gran Maestre, dio a Miranda la patente de maestre de campo, detalle que no hizo falta en el interior de San Telmo, pues todos le tenían un gran respeto y admiración.

El propio La Valette expresaba en carta a don García de Toledo en Sicilia su admiración por Andrés de Miranda cuando le decía: quedo tan satisfecho del capitán Miranda, que si bien tiene poca esperanza de aquella fortaleza, por lo menos estoy cierto de que se tendrá algunos días más por su valor y experiencia; y no podré encarecer con el ánimo que ha querido meterse dentro…

En San Telmo quedaron encerrados unos 500 soldados españoles de las dos compañías del Tercio Viejo de Sicilia con sus capitanes Juan de la Cerda y Gonzalo Medrano y alrededor de 100 caballeros y personal de «estado mayor» entre los que se encontraba Andrés de Miranda.

Estos capitanes y estos soldados españoles no solo han sido olvidados a conciencia por las fuentes, principalmente francesas del siglo XVIII, de donde arranca la leyenda negra, sino que además han sido vilipendiados. Hay un caso evidentísimo en la crónica del francés ilustrado e hispanófobo René-Aubert Vertot, The History of the Knights of Malta, Vol II, 1728, que es una de las pocas obras sobre el asedio traducidas al inglés y, por tanto, de la que han bebido multitud de autores anglosajones como es el caso de Ernle Bradford, que tuvo cierto éxito con su libro sobre el asedio de Malta a mediados del siglo XX en el que, de forma consciente o inconsciente, sigue al pie de la letra a Vertot.

La obra de Vertot es un relato de medias verdades con muy mala intención. Por ejemplo, a lo largo del relato todo son “caballeros”, intentando así ocultar la presencia de soldados españoles. A Medrano lo convierte en “De Medran”, en el que ese “De” le da subrepticiamente el velo de nobleza y por ende de caballero que subconscientemente haga pensar que es de la Orden. Más claro aún es el caso de Melchor de Robles, maestre de campo del Tercio Viejo de Sicilia que defendió el bastión de San Miguel tras la llegada del Pequeño Socorro. Como era caballero del hábito de Santiago, Vertot aprovecha la ocasión para citarlo en todo momento como el “Caballero de Robles”, ni rastro del maestre de campo.

En la imaginería existente solo hay caballeros de la orden. Raymond Ibrahim.

Y aún tiene Vertot la bajeza de manchar el buen nombre del capitán español Juan de la Cerda, que incluso llegó a realizar una encamisada una noche que salió de San Telmo a las trincheras otomanas. En uno de los ataques al fuerte resultó herido el capitán Juan de la Cerda y fue evacuado posteriormente al Burgo (Birgu). Ernle Bradford en su libro, copiado palabra por palabra de la crónica de Vertot, y por lo tanto Vertot, afirman que Juan de la Cerda se autoinfligió las heridas para ser evacuado y que La Valette lo encarceló: el único «español» que citan en sus obras es, por supuesto, un cobarde. Investigando en el resto de las crónicas canónicas de la orden (Bosio, Funes, Salazar) no hay ni rastro de semejante hecho. Lo que sí dicen las crónicas es que el mismo día que fue evacuado herido Juan de la Cerda lo fue también su alférez, al que efectivamente manda encarcelar La Valette por no encontrar testigos que hubieran visto cómo había sido herido. Pocos días más tarde, ante las súplicas de los propios caballeros de la Orden presentes en San Telmo, el Gran Maestre puso en libertad al alférez y lo envió de nuevo a San Telmo.

Véase que la leyenda negra siempre actúa manipulando medias verdades en el sentido deseado de denigrar al que se pretende. Vertot quiso contar a Europa una historia muy diferente, pero no hay más que irse a la crónica de Balbi, soldado español que estuvo en el sitio, para ver lo que este refiere respecto a la herida del capitán Juan de la Cerda: Este día fue herido el capitán Juan de la Cerda de un arcabuzazo y, retirados los turcos, apenas estaba acabando de curarse cuando dieron otra vez la alarma. De la Cerda se quitó los paños y fue a ponerse en su puesto como si no estuviera herido, con gran ánimo

Si nosotros no contamos nuestra Historia estamos condenados a que otros, con sus fuentes contaminadas, como la de Vertot, la cuenten por nosotros. Hace ya cinco años que publiqué mi libro Los Tercios en el Mediterráneo. Los sitios de Castelnuovo y Malta, a raíz del cual tuve ocasión de sumergirme en las fuentes y de descubrir a estos capitanes y a otros muchos, a soldados de los tercios españoles que estuvieron en el asedio de Malta y que fueron vitales para el triunfo final. Lamento que en España, cuya historia está documentada en Simancas y en diversos archivos más, no se haga ningún esfuerzo en este sentido y que tengamos que recurrir siempre a que nos lo cuenten desde fuera, aunque, obviamente, la esperanza es lo último que se pierde.

Vaya pues mi homenaje para los capitanes Andrés de Miranda, Juan de la Cerda y Gonzalo Medrano, que murieron al frente de sus hombres en las murallas de San Telmo, hasta la última gota de sangre, haciendo posible que las operaciones de sitio se demorasen un mes y debilitando enormemente a la fuerza otomana presente en la isla y tan lejos de sus bases.

En mi último libro también trato en profundidad el asedio de San Telmo con nuevas aportaciones y un estudio comparado con las fuentes anglosajonas y francesas que tratan de borrar cualquier vestigio de la presencia española durante el sitio.

Los tercios en combate

Por último, me gustaría volver a agradecer al profesor Stephen Spiteri, de la Universidad de Malta, la amabilidad que tuvo al permitirme utilizar sus diseños del fuerte de San Telmo, fruto de largos años de investigación, para poder confeccionar mis croquis. Se trata del único diseño fidedigno de cómo era San Telmo en 1565.

Diseño del fuerte de San Telmo tal y como era en 1565. Stephen C Spiteri.

Aquí una animación que hizo el autor hace unos años:

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3 comentarios en «La leyenda negra del fuerte de San Telmo y los tres capitanes españoles del Tercio Viejo de Sicilia que lo defendieron (Malta 1565)»

  1. Hace unos años leí una novela sobre esa batalla. Y como el autor era inglés, el héroe era inglés, solo faltaba. Por supuesto ninguna cita a los españoles.

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  2. Esta claro quiénes fueron los Héroes del asedio de Malta, los Españoles e Italianos del Ejército de España, pese a quien pese

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  3. Como marino mercante, en innumerables ocasiones, de visita en Inglaterra tras partidas de billar y cervezas, los que ahora no son nuestros enemigos, sí sospechan que, como nosotros, éramos tan envidiados, por sus dirigentes, las gestas han sido silenciadas sistemáticamente para menoscabar a nuestros héroes. Diré en su favor que, ahora que no somos ya enemigos, nos aprecian y se temen lo que yo sospechaba:Hay una nefasta e infame leyenda vertida sobre nosotros y admiten que fuimos mejores navegantrs, soldados y que hay que volver a escribir la historia en honor a la verdad y por respeto a nuestros muertos

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