La batalla de Santa Cruz (XIII). Un novato al mando.

Los norteamericanos habían recibido ya muchos indicios de que venían los japoneses, no solo por sus aviones de observación, también al rada. A las 8.41, mientras los cazas japoneses se batían con la escuadrilla del Enterprise, el crucero Northampton detectó la llegada del enemigo a unos 100 km de distancia en dirección 295º. Convencido de que los radares de los portaaviones también habrían “visto” lo que sucedía, el Northampton se limitó a emitir señales de banderas y a mantener el rumbo. Formaba parte de la escolta del Hornet.

Photo #: 80-G-32547  USS Northampton (CA-26)
El Northampton entrando en Pearl Harbor el 8 de diciembre de 1941. Al fondo se pueden ver los incendios del ataque japonés del día anterior.

El gran portaaviones estaba bien defendido. A su misma altura, a babor, navegaba el Pensacola, y a estribor el ya citado Northampton. Más hacia popa los seguían el San Diego (babor) y el Juneau (estribor), dos cruceros ligeros especialmente equipados para la defensa antiaérea; y los destructores se habían dividido en dos grupos de tres: el Morris, Mostin y Hughes delante y el Barton, Russel y Anderton detrás. Así, el gran portaaviones navegaba en medio de un círculo de buques erizados de cañones antiaéreos. Esto, junto con sus propios cazas, debía de ser más que suficiente.

A las 8.43, el contralmirante Murray, en el Hornet, fue informado de la llegada de los japoneses por sus interceptores de radio, cuya misión era escuchar todo lo que portaran las ondas e informar de dónde se había emitido y por quien, y a diferencia del capitán del Northampton, Murray informó por radio de lo que sucedía al contralmirante Kinkaid, el jefe de la fuerza, que navegaba a bordo del Enterprise. Este analizó la situación con cuidado y, en virtud de la dirección en la que venía el enemigo concluyó que era su buque el que se hallaba más cerca del ataque japonés y decidió que fuera el capitán de fragata Griffin, director de caza a bordo del Enterprise, quien se encargara de gestionar la batalla aérea.

USS Juneau (CL-52) at the New York Navy Yard, 19 March 1942. Arrows mark recent alterations. Note details of boat crane.
Vista del Juneau, fotografiado en el astillero de Nueva York en marzo de 1942. Las flechas señalan los elementos que se le han añadido, entre ellos dos armas antiaéreas.

A bordo del Hornet la noticia no gustó. Nadie tenía nada contra Griffin, salvo que, a diferencia del teniente de navío Fleming, su propio director de caza, Griffin era nuevo en aquel negocio. El trabajo de un director de caza era fundamental para la supervivencia de una flota bajo ataque aéreo, pues era él quien se encargaba de enviar a las escuadrillas de protección hacia sus blancos, indicándoles la altitud y la cantidad de aviones enemigos. Enviar a los cazas propios contra los del enemigo dejando en paz a sus aviones de ataque podía ser letal, igual que concentrarse en una escuadrilla concreta mientras otra se colaba o enviar pocos aviones contra una amenaza determinada.

Estas cuestiones no fueron las únicas a las que tuvo que enfrentarse Griffin aquel día. Por ejemplo, parece que Kinkaid no le había informado de que los japoneses los habían encontrado, un detalle nimio que hacía que un mero puesto de rutina se convirtiera en el puesto más importante de la flota. Por otro lado, Griffin había decidido cometer sus propios errores. Con quince cazas desplegados sobre cada portaaviones, había ordenado a los pilotos que se mantuvieran a una altitud de 3000 m, a fin de que no gastaran demasiado combustible y, sobre todo, oxígeno, un bien preciado a gran altitud. El problema era que, de cara al combate, no había mejor ventaja que la altura, y Griffin había renunciado a ella, en nombre de la flota y en el de los pilotos.

Juneau fits out at her building yard 5 January 1942, with the iconic New York City skyline in the background. (U.S. Navy Bureau of Ships Photograph 19-N-28153, National Archives and Records Administration, Still Pictures Branch, College Park, Md.)
Otra vista del Juneau en los muelles de Nueva York.

Pero el gran error de Griffin, tal vez por inexperiencia, se produjo en torno a las 8.44. Cuando las señales de radio fruto del combate aéreo que narramos en la entrada anterior le indicaron por dónde venían los japoneses –el radar del Enterprise no los había detectado todavía–, guio a sus pilotos hacia el enemigo dándoles una dirección relativa, es decir, tomando la proa del portaaviones como 0º, y no absoluta, o sea, en virtud del norte geográfico. Esta herramienta hubiera sido útil si los pilotos norteamericanos hubieran sido capaces de ver el barco, pero este se hallaba bajo una borrasca y los pilotos de los Wildcat, desconcertados, no supieron hacia donde ir.

A las 8.48 el Hornet, que acababa de recoger siete cazas, aproó al viento para lanzarlos de nuevo. Iban a ser más que necesarios, pues los japoneses se les estaban echando encima. Más cerca del enemigo, bajo la borrasca, el Enterprise y su director de caza habían pasado desapercibidos.

1 comentario en «La batalla de Santa Cruz (XIII). Un novato al mando.»

  1. uffffffffff fallos y más fallos, y pensar que solo un par de años después esos fallos serían impensables. Es increíble lo mucho que mejoró la US NAVY en poquísimo tiempo.

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