El ejército que cruzó el Rin (V)

Habíamos dejado a nuestros franceses tratando de abrirse paso  por entre los troncos abatidos que cubrían los caminos del Bienwald, tal vez con la impresión de que la defensa alemana se estaba debilitando. Esta última parte del testimonio del oficial de la Legión Extranjera nos cuenta como fue el avance nocturno que siguió.

Un puesto de mando en el Bienwald. La densidad de los árboles lo convertía en un lugar poco recomendable para combatir.
Un puesto de mando en el Bienwald. La densidad de los árboles lo convertía en un lugar poco recomendable para combatir.

“Nos comunican por radio que las secciones Mertens y Beauchamp van a desplazarse más hacia el oeste, donde parece ser que las tropas americanas habrían conseguido una penetración importante de la línea Sigfrido. Oímos como ruge la batalla, delante de nosotros, en dirección a Kapsweyer y Schaidt. El piper-cub nos señala que una importante columna enemiga se retira hacia la casa forestal de Langenberg. Los goumiers del coronel Leblanc, que progresan por el bosque, ya no son recibidos a tiros. ¿Será verdad que en nuestro sector el enemigo se está retirando?

Sin esperar más, los ingenieros se ponen a trabajar a destajo; las sierras y las palas mecánicas no se detienen en ningún momento. A las 23.00 horas queda despejado el primer tramo de amontonamientos de troncos que había sobre la carretera; el teniente Robillard, que ha perdido el contacto radiofónico con el comandante Boulanger, se pone a las órdenes del coronel Leblanc [el jefe de la unidad de goumiers que estaba operando en el sector] y se lanza con él hacia la parte desconocida de la línea Sigfrido. Es de noche, pero la luna asiste al espectáculo que supone esta larga columna de carros de combate y blindados que progresan por los sombríos bosques, erizados de dientes de dragón y de estacas de hierro, flanqueados aquí y allí por amenazantes casamatas. ¿Estarán ocupadas todavía por alemanes dispuestos a causarnos daños o están muertos de miedo? No lo sabemos y no tenemos tiempo de ir a averiguarlo. Lo que hay que hacer es avanzar, a cualquier precio, y trabajar para rellenar los cráteres de las bombas o rodear los fosos anticarro rellenos de agua. Los legionarios están agotados, y más de uno acaba por dormirse sobre la plataforma trasera de su carro de combate… Repentinamente, dos violentas explosiones rasgan el aire e iluminan el carro de vanguardia, cuya parte delantera vemos alzarse y caer de nuevo haciendo un ruido sordo. La radio chisporrotea, se oye como piden una ambulancia. ¿Qué ha sucedido? Todos nos sacudimos el sopor que nos habían provocado la calma insólita de aquella noche y el ronroneo regular de los motores…

El Piper Cub fue un avión de reconocimiento artillero y comunicaciones, bastante similar al Fieseler Storch alemán.
El Piper Cub fue un avión de reconocimiento artillero y comunicaciones, bastante similar al Fieseler Storch alemán.

¿Se trata de dos disparos de 88 a bocajarro o de Panzerfaust manejados por hombres determinados? ¿Acaso no somos una columna blindada que, en plena noche, se ha aventurado en una línea fortificada, cosa poco recomendable? Sin embargo, no hay tiroteo tras las explosiones, y el propio jefe de carro acaba por explicarnos lo que sucede: su blindado acaba de hacer estallar dos Tellerminen, que le han destrozado las cadenas. Nadie está herido. Ahora tenemos que despejar la pista, sacar de ahí el carro de combate que la obstruye y desminar los alrededores. Luego, aún a riesgo de toparnos con un nuevo campo minado, partimos de nuevo como si nada hubiera sucedido, hay que seguir hacia delante.

Al alba llegamos a la casa forestal de Langenberg, un cruce estratégico defendido por casamatas de hormigón y todo tipo de obstáculos anticarro, pero ya no sirven para nada… Los goumiers se han extendido por todo el sistema defensivo y ahora nos exhiben los fantásticos hallazgos que han hecho entre los enseres abandonados por el enemigo en fuga. Algunos legionarios hacen lo mismo mientras otros, cuyo realismo parece más inmediato, preparan café. Pronto la carretera se llena de gente; autoametralladoras del Régiment Étranger de Cavalerie y carros de combate y semiorugas de la 11.ª Compañía pasan en tromba para dirigirse hacia Hagenbach. Los seguimos sobre la marcha pues hay que darse prisa para cortar la retirada de los últimos alemanes que han quedados aislados en Büchelberg y el Bienwald. Los legionarios se llaman unos a otros y dan gritos de alegría, se canta y se comparten tragos de aguardiente para celebrar la hazaña: la línea Sigfrido, impenetrable hasta ayer, ha sido cruzada por fin. Parece que ya nada podrá detenernos en el camino a la victoria.

Posiciones alemanas en Scheighofen an der Lauter, a 4 kilómetros de Weissenburg. 2.3.40 Westwall.- LMG-Stellung im Bienwald, Laufgraben und Drahtverhau. Heeresfilmstelle, Bildberichter: Lohmeyer.
Posiciones alemanas en Scheighofen an der Lauter, a 4 kilómetros de Weissenburg. El bosque vuelve a ser el protagonista.

Termina aquí este testimonio, cuyo mérito pertenece a Yves Buffetaut, que es quien lo encontró y lo publicó en De Lattre Franchit le Rhin, Hors-Série de la revista Armes Militaria n.º 63; quien esto escribe es un mero traductor. El texto que nos ha precedido nos muestra en realidad como se llegaron a vivir algunas acciones de guerra, sucumbiendo a necesidades tan humanas como el sueño, incluso en las situaciones más peligrosas, para despertar bruscamente presa del miedo, aunque en realidad apenas pase nada.

Seguiremos, no obstante, con los testimonios del 1.er Ejército francés, pues todavía no hemos cruzado el Rin.

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