Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (II)

A mediados de abril de 1941, tras haber conquistado, “gloriosamente”, la Cirenaica excepto Tobruk y haberse plantado en la frontera Egipcia, Rommel, con sus líneas de suministro estiradas al límite y con sus tropas dispersas por todo el este de Libia, se vio metido en un aprieto. Así, mientras la propaganda del régimen nazi empezaba a crear el mito del invencible Rommel y su Deutsches Afrika Korps, el general, sobre el terreno, empezó a temer la posibilidad de un ataque británico en su flanco sur, desde la profundidad del desierto, y solicitó que se le enviaran tropas de refuerzo.

Tras los avances espectaculares, había llegado el momento de atrincherarse en posiciones fijas, una asignatura en la que los alemanes iban a demostrarse también muy capaces.

Esta situación no solo se oponía a la letanía de victorias que cantaba el ministerio de Goebbels, sino que también contradecía rotundamente los motivos alegados en su momento por Rommel para desencadenar una ofensiva que iba mucho más allá de los ataques limitados que se le había autorizado a llevar a cabo, saltándose “a la torera” la misión fundamental de las tropas germano-italianas en Libia: defender Tripolitania.

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Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (I)

“En lo que a Rommel se refiere, mi punto de vista es que gracias a la propaganda, primero de Goebbels, luego de Montgomery  y, finalmente, después de que fuera envenado, de todas las antiguas potencias enemigas, se ha convertido en un símbolo de las mejores tradiciones militares. Su liderazgo es glorificado, así como su carácter, especialmente su caballerosidad, bondad y modestia… Cualquier crítica pública de su personalidad, ya legendaria, deñaría la estima en que se tiene al soldado alemán en general” Así hablaba, después de la guerra, el general Kirchheim, sobre el zorro del desierto negándose a criticar al hombre bajo cuyas órdenes había servido cuando era oficial de la 5.ª División ligera.

Erwin Rommel dando órdenes des uno de sus vehículos de mando. Su capacidad para controlar la situación no fue tanta como se cree.

Lo cierto es que la figura de Rommel se ha ido concretando a lo largo de los años, pasando del mito del gran general a ser considerado un buen táctico, pero un mal operador y un fatal estratega. El objetivo de este artículo no es, por otro lado, analizar el mito, sino exponer, a la luz de la historiografía más reciente, como uno de sus supuestos momentos de triunfo lo puso, en realidad, al borde del desastre.

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Ratas de Tobruk: Una de tormentas… de arena.

Por supuesto, no todos los inconvenientes estaban vivos.

Imagínese el lector una planicie arenosa bombardeada sistemáticamente tanto desde el aire como desde tierra, surcada, entre bombardeos, por miles de pies y cientos de vehículos, sobre elevada y llana y en consecuencia a merced de todos los vientos de la región. Aquello era Tobruk. Durante aquel verano de 1941, el machacamiento sistemático del terreno hizo que la violencia y la frecuencia de las tormentas de arena se incrementaran, y que una densa capa de polvo en suspensión espesara el aire, con consecuencias tanto para la salud de los hombres como para el desarrollo de los combates.

Tormenta de arena en el desierto. Cuando llegaba, era mejor no tener nada urgente que hacer.

Desde el punto de vista físico, el polvo y el viento provocaron constantes irritaciones de las mucosas y de los ojos de los hombres, perjudicaron su capacidad respiratoria, e incluso, en ocasiones, hicieron que la piel se cubriera de sarpullidos. Esto se debió a que en ocasiones el viento podía llegar a ser tan fuerte como el Khamsin, las terribles tormentas de arena del interior del Sáhara, hasta el punto de llegar a borrar, literalmente, la pintura de camuflaje de los vehículos.

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Ratas de Tobruk – Noches Difíciles

El asedio de Tobruk fue uno de los más largos y es uno de los más conocidos de la guerra. Entre abril y noviembre de 1941, los alemanes tuvieron cercado el  perímetro defensivo del puerto, sin poder tomarlo. Por parte británica, el perímetro de Tobruk, asentado sobre la vía de comunicaciones y de suministro de Rommel,  sirvió como puesto avanzado de la defensa de Egipto,  tan eficazmente que, finalmente, el Áfrika Korps tuvo que detenerse y esperar al ataque británico que habría de devolverlo a la Tripolitania.

Uno de los aspectos llamativos de este asedio fue la forma en que los defensores se organizaron para pasar sus horas de descanso, tan absolutamente necesarias cuando terminaban la jornada de lucha.

Además de trincheras individuales, también había amplias cuevas, en los acantilados, en las que los hombres podían instalarse.

Así, Leonard Tutt, del Essex Yeomanry, nos cuenta como era la trinchera en que dormía:

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