EL DÍA DEL ULTIMÁTUM, por la tarde. El Barón Giesl Descarga el Rayo.

 

BELGRADO. Quedan pocos minutos para la hora acordada y el embajador austro-húngaro está a punto de entrar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Serbia.

Allí lo esperan Lazar Pacu, que no ha conseguido hacer volver a Pasic, y Slavko Gruic, quien a diferencia de su colega habla francés y en consecuencia puede comunicarse con el visitante.

El Barón Giesl Freiherr von Gieslingen.

Son las 18:00 en punto cuando Giesl entrega el ultimátum a Pacu, acompañado por un anexo de dos páginas y una explicación que le está dirigida como primer ministro en funciones; y a continuación le informa de que el plazo para contestar es de 48 horas y de que cuando expire, si la respuesta es insatisfactoria o no hay respuesta, romperá las relaciones diplomáticas y volverá a Viena con todo el personal de la legación.

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EL DÍA DEL ULTIMÁTUM, a primera hora. Todo Empezó con una Llamada Telefónica.

 

BELGRADO. Hoy es el día acordado por el Consejo Ministerial Conjunto de Austria-Hungría para presentar el ultimátum, y las cosas deben hacerse como es debido. Para empezar, el Barón Giesl, embajador de la doble corona en la capital Serbia, debe asegurarse de que habrá alguien para recibirlo. Por eso llama al Ministerio de Asuntos Exteriores Serbio, para informar de que al final del día debe entregar al Primer Ministro Pasic una comunicación importante procedente de Viena.

Lazar Pacu, Ministro de Finanzas y, en aquel momento, Primer Ministro en funciones de Serbia.

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10 de Julio, a las 21:20. Una Muerte Misteriosa.

 

BELGRADO, nos halamos en el despacho del Barón Giesl, el embajador austríaco, quien se halla reunido nada menos que con el también Barón Nikolai Hartwig, embajador ruso y principal defensor del paneslavismo serbio con el apoyo de San Petersburgo. Podría incluso decirse que parte de la agitación serbia es culpa suya, o gracias a él. Ambos hombres se han reunido en hora tan tardía para solventar algunos equívocos, como la fiesta celebrada por Hartwig la misma noche del asesinato, o el hecho de que la legación rusa fuera la única que no tenía la bandera a media asta el día del funeral. Hartwig se disculpa, Giesl acepta.

El Barón Hartwig, cuya muerte permitió a los periódicos serbios desplegar una agresiva teoría de la conspiración.

Justo en este momento Hartwig se pone a hablar en defensa de Serbia, pero apenas ha pronunciado unas palabras cuando parece perder el conocimiento y cae deslizándose lentamente de la silla en la que estaba sentado.

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