Playa Omaha hora a hora (I) – 75.º Aniversario: 6:30 a.m.

En el interior de uno de los búnkeres que dominaban Playa Omaha, un sargento de infantería alemán dice: «Deben estar locos, ¿de veras van a desembarcar justo delante de nuestras bocas de fuego?

Caen las rampas de la primera lancha de desembarco. La compañía de cabeza del 116.º Regimiento (Compañía A) tiene como objetivo el barranco de Vierville. Su plan es salir de la playa en tres columnas, la primera adelantada y las otras dos barriéndolo todo a su paso a izquierda y derecha. Un diluvio de balas llega desde dos ángulos, abatiendo a los primeros hombres en la rampa, que caen hacia delante y se desvanecen en el agua. A partir de ese momento, la situación se convierte en un completo caos.

Las rampas de las lanchas se han abierto a una distancia en la que el agua le llega a los soldados a la altura de la cintura y, en ocasiones, a la altura de la cabeza. Los hombres se arrojan al agua. Otros saltan por los laterales. El peso de sus equipos los arrastra al fondo. Los hombres tratan de deshacerse de los cascos, las armas y cualquier cosa que tengan a mano para ganar la superficie.

Otros comienzan a llegar a la orilla y se arrastran a refugiarse detrás de los obstáculos plantados por Rommel. Los que no tienen uno a mano tratan de excavar desesperadamente un hoyo en la arena de la playa. Según declaró después el capitán Joseph Dawson, las balas inundaban el aire de la playa con un sonido que le recordaba al de una colmena.

Los hombres que siguen en el agua tratan de sacar a sus camaradas heridos a la orilla; los que están en la playa regresan al agua a impedir que otros se ahoguen. Los soldados empapados pesan tanto que les tienen que cortar los correajes y deshacerse de sus casacas para poder sacarlos a la orilla.

Los soldados norteamericanos están siendo acribillados por unas dotaciones de defensores reforzadas por la 352.ª División de Infantería, una unidad de élite cuya llegada a Omaha unos días antes había detectado la inteligencia aliada. Los servidores de ametralladores y francotiradores parecen centrar su fuego en los oficiales. Alguien de la playa se da cuenta y se pasa la voz de que todos se arranquen los distintivos de los uniformes y se desprendan de objetos delatores como prismáticos o pistolas.

El teniente Eward Tidrick, de la Compañía A, es alcanzado en la garganta al saltar de la lancha de desembarco. Logra arrastrarse hasta la playa y se desmorona a un metro del cabo Nash. Sangrando por la garganta logra decirle, «avanza con la cizalla». Entonces una ráfaga de ametralladora le impacta en la cabeza y el cuerpo matándolo al instante. Nash, queda conmocionado. Él no lleva cizallas.

Algunos carros de combate que han logrado llegar a la orilla se quedan agazapados en el rompeolas, ofreciendo cobertura a los soldados y buscando objetivos alemanes. Irán avanzando lentamente con la marea. La mayoría de las tropas de asalto en Omaha se han quedado sin oficiales que las lideren y, en muchos casos, sufren una gran confusión y están aterrorizadas.

Los soldados están mezclados, rodeados de miembros de otras unidades a los que no conocen. La mayoría de las lanchas han dejado a los infantes en los lugares equivocados, en algunos casos 100 metros, en otros kilómetro y medio.

El diario de operaciones del regimiento reflejaría, «la Compañía A dejó se existir como unidad de asalto para convertirse en un grupo de soldados de avanzada ocupados en su propia supervivencia y en salvar las vidas de otros hombres».

Con las tropas de infantería desembarcan en Omaha unidades de demoliciones de la Marina norteamericana divididas en grupos de ocho hombres. Su misión es despejar pasillos de 50 metros a través de los obstáculos de la playa. Solo tienen media hora para despejar las rutas. Los equipos se ponen manos a la obra con enorme sangre fría a pesar del caos reinante, de la dificultad de la tarea y de que los están matando.

Los trabajos de demolición se dificultan porque hay soldados refugiados detrás de los obstáculos. El teniente Gibbons, de las unidades de demolición, diría más tarde, «todos los hombres que murieron lo hicieron mirando de frente al enemigo, avanzando siempre en el cumplimiento de su misión». De sus 272 ingenieros murieron 111 en la playa, la mayoría en los primeros 30 minutos.

Los hombres heridos sobre la arena se inyectan a sí mismos dosis de morfina para aliviar el dolor. Aquellos que no se pueden mover se ahogarán en cuestión de minutos, en cuanto los alcance la marea creciente.

Sigue en Playa Omaha hora a hora (II) – 75.º Aniversario: 6:30-6:45 a.m.

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