Catástrofe Báltica II, Estonia (III).

El 22 de junio de 1941 Alemania rompió todos sus acuerdos con la Unión Soviética y desencadenó la Operación Barbarroja. En dos semanas, la ofensiva del Heeresgruppe Nord se hizo dueña primero de Lituania, país del que ya hablamos, luego de Letonia, que trataremos, y por fin llegó a Estonia. Para cuando lo hizo, una buena parte de los estonios enrolados a la fuerza en el Ejército Rojo había desertado.  

En esta foto de propaganda, un oficial soviético eleva a un niño Estonio hacia las alturas

Algunos se pasaron a los alemanes, pero otros organizaron una guerrilla, los “Hermanos de los Bosques”. Esta fuerza, con apoyo de un pequeño núcleo de ochenta estonios exiliados al servicio de la Abwehr –el servicio secreto de la Wehrmacht–, que se habían infiltrado en el país nada más estallar las hostilidades, tuvo dos objetivos primordiales: reconocer el terreno para las tropas alemanas y ayudar a los estonios a acabar con los batallones de exterminio soviéticos, dedicados a implementar la táctica de tierra quemada en todo el país.  

Tras la expulsión del Ejército Rojo, los estonios iniciaron su propia purga, en la que alrededor de ocho mil comunistas fueron asesinados, pero dejaron en paz a los judíos. La situación de los judíos estonios, todo hay que decirlo, fue peculiar, pues muchos de ellos habían sido deportados por los soviéticos y otros habían huido ante el avance alemán. Parte de la población de Estonia trató de proteger a los que quedaban, se escribieron cientos de cartas a las autoridades alemanas, pero para finales de 1941 mil judíos estonios habían sido asesinados por los nuevos ocupantes, con la ayuda de otra parte de la población, todos aquellos que se habían enrolado en los diversos departamentos de la policía de seguridad alemana. Estonia tuvo el triste honor de ser uno de los primeros países en ser declarado Judenfrei, libre de judíos, por Himmler.

El crucero Kirov durante la evacuación de Tallin en agosto de 1941

Tras la expulsión de las fuerzas de Stalin, Estonia tuvo que pensar en amoldarse a una nueva realidad. Con el frente de Leningrado tan cerca de sus fronteras, los alemanes no se iban a marchar. En consecuencia, Jüri Uluots, primer ministro del país, redactó un memorándum para Ritter von Leeb, comandante en jefe del Heeresgruppe Nord, proponiendo que Estonia obtuviera su propio rol en la lucha contra el peligro comunista: el de un país libre que lucharía codo con codo junto a los alemanes. Para ello, era necesario crear un Ejército estonio, que entraría en la Unión Soviética junto con la Wehrmacht para liberar a sus conciudadanos que habían sido deportados.

Hjalmar Mäe, dando un discurso.

La primera unidad que se creó fue el Batallón de Voluntarios Erna II, en agosto de 1941, que colaboró en la conquista de las islas estonias. En septiembre, ya se habían alistado cinco mil hombres, que fueron organizados en seis departamentos de seguridad al servicio del Decimoctavo Ejército. A pesar de esto, los alemanes no quisieron oír hablar de independencia. Peor aún, según los criterios de la Allgemeine-SS, los estonios eran “germanizables” y se contaban entre los “mejores elementos raciales” de Europa, por lo que su destino era ser anexionados al Reich. En consecuencia con estas ideas, el paso siguiente que dieron los ocupantes fue crear una zona militar de retaguardia bajo el mando del general Franz von Roques, despedir al primer ministro Uluots y nombrar primer director provincial a Hjalmar Mäe, un antiguo miembro de los luchadores de la libertad y promotor del intento de golpe de Estado de antes de la guerra quien, tras cumplir con su sentencia de prisión, se había exiliado a Alemania. Este nombramiento desinfló a muchos de los estonios que habían considerado a los nazis como libertadores. Mäe no tardó en convertirse en un personaje impopular, un matón al servicio de los alemanes.

1 comentario en «Catástrofe Báltica II, Estonia (III).»

  1. Ni aun siendo anti estalinista, siento que el fin de 20 años de independencia de esas tres repúblicas supusiera una vergüenza o atropello a elevados valores. Ahora por azares de la historia ya serán independientes.

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