A la mañana siguiente, el tiempo empeoró, acompañando las nubes a los buques alemanes como cortinas de protección”. La visibilidad se redujo a 350 metros.
Para mantener la formación, los dos navíos encendieron sus reflectores. Lütjens y sus oficiales estaban convencidos de que habían logrado escapar y que pronto tendrían vía libre en el Atlántico, donde no menos de once convoyes estaban cruzando el océano. La única señal inquietante llegó de B-Dienst, el grupo de interceptación radiofónica y descifrado de la armada, que informó, por unos mensajes decodificados, que los británicos habían detectado a los navíos alemanes y los esperaban en aguas del Ártico.