Testimonios: Los polacos toman la abadía.

Vamos a cerrar esta serie de testimonios con ración doble, dos historias, protagonizadas por los hombres que conquistaron el monasterio, los polacos del Cuerpo de Ejército de Anders. El primero es el de un oficial cadete de la 3.ª Compañía del 1.er Batallón de la 3.ª División “Cárpatos”.

Esperando el asalto o la retirada, convertidos en piedras minúsculas bajo grandes rocas.

Sabíamos que Cassino iba a ser una batalla muy importante y no queríamos perdérnosla. Nuestra misión era tomar la garganta; mi compañía debía alcanzar la cuesta que dominaba aquel barranco y proteger el avance y el asalto que llevaría a cabo la compañía que nos seguía. Íbamos muy cargados y hacía ya mucho calor. En realidad no teníamos miedo –solo cierta aprensión-. A partir de la caída de la noche progresamos lentamente entre las rocas, por en medio de la maleza. Repentinamente un obús pasó silbando sobre nuestras cabezas, y luego otro, y otro… Tenía la impresión de que estaban tendiendo un puente de hierro por encima de nosotros y me pregunté como hacían los proyectiles para no chocar unos con otros en vuelo. Más de mil cañones estaban disparando a la vez y el ruido retumbaba por las montañas. Delante de nosotros, la colina del fantasma se incendió de repente: ¡una explosión cada fracción de segundo! ¡Toda la montaña temblaba!

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Medalla de Honor – Jon R. Cavaiani

Veremos hoy la resistencia a ultranza del sargento Cavaiani y sus hombres en una base clandestina de control de emisiones de radio en las profundidades del territorio del Viet Cong y su paso posterior por el Hanoi Hilton.

Nacido en Royston, Inglaterra, el 2 de agosto de 1943, Jon R. Cavaiani emigró con sus padres a los Estados Unidos en 1947 cuando tenía cuatro años. Aunque había sido clasificado como no apto para el servicio militar (clase 4-F por razones médicas), Cavaiani logró alistarse al ejército en Fresno, California en 1968. Tras superar la primera instrucción se presentó voluntario para las fuerzas especiales, y una vez superado el curso de formación, fue enviado a Vietnam en junio de 1970.

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Testimonios. Un combatiente alemán en el monasterio.

¿Se vieron privados los alemanes de su puesto de observación a raíz del bombardeo de la abadía de Cassino? Independientemente de si lo habían ocupado antes o no, lo cierto es que posteriormente si se instalaron en las ruinas. El Paracaidista Robert Frettlöhr, de la 15.ª Compañía del 4.º Regimiento de la 1.ª División de paracaidistas, narra su experiencia de los combates posteriores al bombardeo.

Robert Frettlöhr, durante la guerra.

El 4.º Regimiento estaba en reserva cuando, en febrero, fue bombardeado el monasterio. Y luego, el 15 de marzo, le tocó el turno a Cassino: 775 bombarderos soltaron 1.376 toneladas de bombas; recuerdo haberlos visto pasar, oleada tras oleada. Había cientos. Era la primera vez que un bombardeo semejante caía sobre el frente.

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Testimonios. El hombre que bombardeó la abadía.

 

                Ya hemos hablado dos veces del bombardeo, y posteriormente nos referiremos a los soldados que combatieron en las ruinas, pero hoy vamos a publicar el interesante punto de vista del teniente coronel Bradford A. Evans, piloto del avión que dirigió el ataque de bombardeo contra la abadía.

Según la leyenda, este avión sería el de Evans, cuando era mayor, aterrizando con una avería en el motor.

                El monasterio de Monte Cassino se alza directamente ante nosotros. A unos 1500 pies (450 m) por encima del fondo del valle y la ciudad de Cassino, la abadía es bienvenida, en la medida en que ahora el piloto, el navegante y el bombardero pueden tener la seguridad de que han localizado el objetivo correcto.

                Dentro de unos segundos el 96.º [escuadrón], los “Diablos Rojos”, va a desencadenar el bombardeo más formidable que se haya dirigido jamás contra un edificio aislado.

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Michael Wittmann en Prokhorovka – Testigo del T-34 que embistió al Tiger

Michael Wittmann se hallaba ese día en su carro Tigre al sur del río Psel, en el flanco izquierdo de las formaciones alemanas que avanzaban hacia Prokhorovka.

Formaba parte de los únicos 4 carros Tigre, pertenecientes a la 13 compañía pesada del 1 Regimiento Panzer de las SS, que alineaba  la Leibstandarte. Y lo último que se esperaba es que se le echara encima la 181ª Brigada de Tanques soviética al completo. Fue durante este encuentro cuando tuvo lugar la célebre embestida. En la versión soviética, que es la más difundida, el carro de mando de la fuerza soviética, conducido por un conductor herido después de que toda la tripulación abandonara el blindado, embistió a un Tigre destruyéndolo en la explosión resultante. A continuación transcribimos como lo presenció Wittmann:

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Testimonios. Los civiles italianos en el frente de Cassino.

 

La semana pasada transcribimos el testimonio del artillero Douglas Lyne, que fue testigo del bombardeo de la abadía de Cassino. Hoy vamos a cambiar de bando y, aunque Cassino sigue siendo el centro de atención, vamos a reproducir el testimonio de Guido Varlese, a la sazón un muchacho de 19 años, habitante de Cassino. Sus peripecias, aunque un tanto deslavazadas, son un ejemplo interesante de lo que tuvo que vivir la población italiana.

                Las primeras bombas cayeron a las nueve de la mañana.  No nos lo esperábamos en absoluto porque ya había entrado en vigor el armisticio. Pensábamos que la guerra casi había terminado. Estaba en la plaza con un amigo cuando vimos las fortalezas volantes, que iban en dirección a Roma, soltar sus bombas sobre los arrabales de la ciudad. Estábamos alucinando por ver estas maravillosas máquinas voladoras, hasta que de repente nos dimos cuenta de lo que sucedía.

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Testimonios. La destrucción de la abadía de Monte Cassino.

Este testimonio del artillero Douglas Lyne, de veinte años, que sirvió en el 57.º Regimiento de la Artillería Real (X Cuerpo de Ejército) durante la batalla de Monte Cassino, nos ofrece un singular e interesantísimo testimonio sobre cómo vieron la destrucción del monasterio de Monte Cassino los soldados de a pie, en este caso un artillero.

Douglas Lyne, durante la guerra.

                Baste decir que a finales de enero principios de febrero no se había hecho progreso alguno para la toma de Monte Cassino, sin lo cual era imposible avanzar hacia Roma. Fue entonces cuando mi regimiento de artillería fue enviado al frente, para apoyar a la 201.ª Brigada de Guardias. El monasterio se alzaba a unos 450 m de altitud, y debíamos encontrar un puesto de observación que estuviera al menos a 750 m.

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