Piratas del mar Caribe.

Desde mi humilde punto de vista, no hay escena, por mucho que sea ficticia, que mejor refleje lo que fue la piratería caribeña desde la segunda mitad del siglo XVII hasta la segunda década del XVIII, que aquellos compases iniciales de “Piratas del Caribe” en los que Jack Sparrow, indudable protagonista de una saga que tiende a parecer infinita, llegaba navegando a Port Royal en un barquito que se hunde (la banda sonora ayuda, que duda cabe).

Desperta Ferro Moderna n.º 17, Piratas del Caribe. Todo lo que siempre quisiste saber sobre ellos pero nunca te atreviste a preguntar.

Ante todo, porque fue un modo de vida que pasó de vivir un importantísimo momento de auge, con flotas corsarias asaltando Veracruz, o Cartagena de Indias, a hundirse irremisiblemente, tal y como sucedería durante su segunda fase, la de la piratería pura y dura, en la que fueron perseguidos inmisericordemente por las potencias europeas, ya firmemente asentadas en un Caribe bien repartido. Pero también porque en esta escena a la que hacíamos referencia podemos apreciar otras muchas características de aquellos hombres y sus acciones, como la pequeñez de los barcos que utilizaron en la mayoría de los casos (aunque con más de un tripulante, claro) o el final que sufrieron muchos de ellos: la horca.

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Medidas a adoptar por inminente guerra con Estados Unidos – Análisis de un documento español de 1817 (I)

Presentamos hoy un interesantísimo análisis de nuestro colaborador Pablo García Sanchez de un documento español que preveía las disposiciones más urgentes ante una guerra inminente con Estados Unidos. 

Onís

Introducción histórica

El documento de dicho nombre que vamos a tratar a continuación es un claro ejemplo de la grave situación de crisis y descontrol en que se veía inmersa la corona española en relación a sus posesiones en América. Eran tiempos difíciles a nivel general para la nación, pero es cierto que esta crisis se hizo mucho más patente en las posesiones en ultramar de España. Nuestro documento, perteneciente al Archivo General de Indias y fechado en 1817 refleja fielmente los problemas a los que se enfrentaba España, puesto que a las tensiones internas independentistas se unían las ansias expansivas de un ambicioso vecino como los Estados Unidos.

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Nueva York, la Xª Flotilla MAS y el Almirante Doenitz (2ª Parte)

Dejamos el otro día al príncipe Borghese de la Xª Flotilla MAS intentando convencer al almirante Doenitz sobre la viabilidad de un ataque al puerto de Nueva York.

Borghese asentía rememorando todo lo sucedido en los últimos quince meses. Aparte de un crucero pesado, el HMS York, se habían hundido tres buques mercantes con un desplazamiento total de 32.000 toneladas en el ataque a la bahía de Suda. Luego en el mes de septiembre en Gibraltar, mandaron al fondo del mar al gigantesco petrolero Denby Dale, y los torpedos de la Décima habían hundido también al buque Durham y al petrolero Fiona Shell.

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La “dulce guerra” de las confederadas de Winchester. Heridos y prisioneros.

Reírse de, o despreciar a los soldados federales que se habían hecho dueños de Winchester, era fácil, sobre todo, como ya hemos dicho, cuando estos no podían permitirse (o raras veces), devolver el desplante; otras consecuencias de la guerra iban a resultar mucho más difíciles de superar.

Los confederados defendiendo el muro, en la primera batalla de Kernstown, 23 de marzo de 1862.

Tras la primera batalla de Kernstown, acontecida el 23 de marzo de 1862 y que podría ser considerada como el primer encuentro de la campaña del valle de Shenandoah de “Stonewall” Jackson, y la única derrota táctica de su carrera, los federales, que habían quedado dueños del campo de batalla, fueron los encargados de recoger a los heridos. Muchos de ellos, azules y grises y sin distinción de bando, fueron trasladados a Winchester por las ambulancias e instalados en sendos hospitales ubicados en los juzgados y en el Union Hotel.

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Nueva York, la Xª Flotilla MAS y el Almirante Doenitz (1ª Parte)

Una cálida y húmeda noche de junio de 1942 el príncipe Valerio Borghese, de la Marina Real italiana asistía como invitado a una cena organizada en el Cuartel General del Arma Submarina alemana en el Bosque de Boulogne a las afueras de París.

El caballero italiano era oficial del arma submarina de la Supermarina, el ministerio naval del gobierno italiano. Su anfitrión durante esa velada era también un valeroso submarinista, aunque de mucho mayor nivel. Se trataba del Almirante Karl Doenitz, comandante en jefe de la flota de submarinos alemana y padre de las tácticas de las manadas de lobos, la pesadilla de la marina mercante anglo-norteamericana en el teatro de operaciones del Atlántico Norte.

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OPERACIÓN JERICÓ. LOS MOSQUITOS ASALTAN LA CÁRCEL

 

Hubo tres redes británicas trabajando en Francia. La primera se llamaba Buckmaster, por el apellido de su jefe, y estaba especializada en las acciones de sabotaje; la segunda, que operaba con el nombre en clave Alibi, tenía como objetivo ayudar a recuperar y reenviar a Inglaterra a los pilotos derribados en Francia que aún no hubieran sido capturados por los alemanes o que hubieran conseguido evadirse. La tercera era Sosias, que se dedicaba tanto a la acción directa como a la obtención de información. Esta última red la dirigieron dos hermanos: Dominique Ponchardier en la zona ocupada, y Pierre Ponchardier en la zona libre.

Una vista de la operación desde uno de los aviones que la ejecutaron.

Dominique, que era alférez de navío, operaba habitualmente junto con otras dos personas, el capitán de fragata Riviere y un veterano de nuestra guerra civil, un comunista militante conocido como Pepe, o Pistole, debido a su talento como tirador.

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La «dulce guerra» de las confederadas de Winchester.

 

Cuando a principios de la primavera de 1862 se iniciaron los movimientos de tropas en el escenario bélico de Virginia del Norte, “Stonewall” Jackson, comandante en jefe del Ejército del Valle de la Shenandoah, se vio obligada a retirarse de la ciudad de Winchester (Virginia), tanto para evitar el peligro que suponían las fuerzas federales del general Banks, que lo superaban cuatro a uno, como para evitar que la retirada del ejército confederado del general Johnston (Lee aún no había tomado el mando del Ejército de Virginia del Norte) pusiera en peligro sus líneas de comunicaciones.

«Stonewall» Jackson montado sobre Little Sorrel, su caballo. La decisión de abandonar Winchester fue una de las más duras de su carrera, y la última que tomó apoyándose en el consejo de sus oficiales.

Los federales entraron en la ciudad al día siguiente, acogidos alegremente por los partidarios de la unión que aún residían en la ciudad, y con severidad por los ciudadanos que eran leales a la confederación. Puertas cerradas, cortinas corridas y hogares apagados, recordará un testigo. La imposición de la Ley Marcial supuso que pocos hombres pudieran protestar por la presencia de las fuerzas de azul, pero la orden de no importunar ni a mujeres ni a niños dio a las madres, esposas, novias e hijas de los oficiales confederados la posibilidad de demostrar su descontento de diversas maneras.

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