El nacimiento del portaaviones (II)

Explicábamos en la entrada anterior de esta serie como, durante la Primera Guerra Mundial, la Royal Navy decidió aceptar y desarrollar los primeros portaaviones a pesar de que, cuando se propuso la idea, por primera vez, en los años previos a la contienda, no había tenido demasiado éxito. En esta entrada expondremos, de modo resumido, los motivos por los que, una vez empezada la guerra, tuvo éxito esta nueva arma naval.

The craft, loaded with a biplane, being towed behind another boat ahead of a launch

Despegar desde una lancha motora, una idea que no funcionó.

En primer lugar, el inicio de la guerra supuso un incremento de recursos. Si antes de la guerra el dinero disponible había sido empleado, fundamentalmente, para construir y modernizar los buques de la línea de batalla, según empezó a actuar la aviación naval los tácticos comprendieron que la nueva arma iba a hacerse un hueco en los combates antes del fin de la contienda y, consecuentemente, empezaron a destinar fondos a su desarrollo.

En segundo lugar, se dieron una serie de incentivos operacionales. Los británicos descubrieron que necesitaban un sistema de armas que pudiera cumplir, a la vez, tres funciones muy específicas: enfrentarse al arma submarina alemana –baste decir que en 1918, y solo en las aguas en torno a las islas británicas, las patrullas antisubmarinas recorrieron 48 000 km al día y lanzaron 118 ataques contra submarinos enemigos–, derribar a los zepelines y otros aparatos de reconocimiento y ejecutar misiones de reconocimiento propias. Estas últimas dos misiones tuvieron mucho que ver con el interés de la Royal Navy por entrar en batalla con la Hochsee Flotte alemana. Por otro lado, hay que decir que, siendo los mejores en este campo, los británicos carecieron del estímulo que hubiera supuesto una competencia directa, ya que sus competidores inmediatos, el enemigo alemán y el aliado ruso, se centraron en la fabricación de dirigibles, hidroaviones y aviones de largo alcance con base en tierra.

En tercer lugar, un gran entusiasmo y apertura de ideas se enseñorearon de la Royal Navy durante aquellos años, de modo que a pesar de que inicialmente prefería los hidroaviones, el Almirantazgo decidió experimentar en todos los campos, lo que incluía la aviación embarcada en portaaviones. Más aún, entre 1916 y 1918 se probó incluso a lanzar aviones de ruedas desde plataformas situadas sobre las torres artilleras de cruceros y acorazados, o desde plataformas flotantes remolcadas por destructores.

Rampa flotante

Y en cuarto lugar, el Reino Unido se aprovechó de la aparición de muchos innovadores, locos o visionarios, como se les quiera llamar, que intentaron, por su cuenta, ejecutar determinadas maniobras. Un ejemplo fue el primer ataque con un torpedo, ejecutado en aguas perfectamente calmadas, contra un blanco fijo y con el avión cargado con poco combustible para que pesara menos. La acción tuvo éxito, pero era poco probable que pudiera repetirse en combate sin mejoras técnicas sustanciales, a pesar de lo cual sirvió para despertar el interés de los altos mandos por la aviación naval.

Despegue desde una plataforma. En este caso se trata del crucero estadounidense USS Birmingham

Tras la guerra, los británicos decidieron fundar un comité para seguir investigando la cuestión de la aviación naval. Fue una maniobra valiente que, sin embargo, iba a tener resultados preocupantes, principalmente porque otras naciones, concretamente los Estados Unidos y el Japón, iban a ser capaces de aprovecharse de la experiencia de guerra de los británicos y, además, en el caso del Imperio nipón, iban a ser capaces de experimentar en situaciones de combate reales, durante su larga guerra contra China, aunando teoría y práctica para formar una de las armas aeronavales más poderosas del momento. Pero de esto hablaremos otro día.

1 comentario en «El nacimiento del portaaviones (II)»

  1. Me impresiona la cantidad de innovaciones surgidas para vencer en éste u otro campo, que sí fueron determinantes para direccionar el conflicto. Y digo que me impresiona comparándolo con la Gran Guerra y lo que ésta no asimiló de la Ruso-Japonesa.
    Gracias GEHM, son un golazo. Gustavo, Argentina.

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