Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XVI). Tácticas evasivas: kamikaze vs destructor

En la entrada anterior vimos las contramedidas aliadas contra los ataques kamikaze. Incluso con la potencia de fuego antiaérea desplegada por las flotas, resultaba difícil detener a un avión kamikaze en su picado final.

Los manuales de entrenamiento japoneses hacían hincapié en la importancia de realizar tácticas evasivas hasta el último momento y aunque muchos pilotos carecían de la pericia de hacer otra cosa que no fuese un ataque directo a través de la cortina de fuego antiaéreo, otros sí que resultaron ser un dolor de cabeza para los artilleros antiaéreos.

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La batalla de Santa Cruz (XVIII). El final de una leyenda.

Pasadas las 11.30 horas, el drama parece terminar. En la flota japonesa, el Shokaku, inutilizado pero reparable, navega en dirección opuesta a la batalla mientras el resto de la flota se dirige, lo más deprisa que puede, hacia la última ubicación de la flota norteamericana. Esta se halla, sin duda, en una situación mucho más difícil. El Enterprise ha recibido varios impactos de bombas, pero tiene propulsión y aunque dos de sus ascensores están inservibles y la cubierta de vuelo ha sido dañada, al menos puede hacer aterrizar a sus pilotos en la mitad de popa. La situación del Hornet, en cambio, es grave. El buque no tiene propulsión, y si se está desplazando a una velocidad de entre 3 y 4 nudos es gracias al cable de remolque tendido desde el Norhtampton, una solución frágil que falla en varias ocasiones. Entretanto, el contralmirante Murray se ha visto obligado, como Nagumo, a trasladar su bandera a bordo de un crucero. En este caso el Pensacola.

Photo #: 80-G-17489  Battle of the Eastern Solomons, August 1942 Note
Una bomba japonesa estalla sobre la cubierta de vuelo del Yorktown. Esta foto, tomada durante la batalla de las Salomón orientales, nos muestra el momento exacto en que la bomba estalla sobre cubierta. Si lo hacía en el confinado interior del barco, el resultado era todavía más destructivo.

El traslado del contralmirante, a las 11.45, supone el pistoletazo de salida de un proceso de evacuación de mayor calado, pues el capitán Mason, al mando directo del Hornet, ordena el traslado de 75 heridos a bordo de los destructores, junto con 800 marineros cuyas tareas son innecesarias a bordo del moribundo leviatán.

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Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XV). Contramedidas aliadas contra los ataques kamikaze

La Marina estadounidense afirmaba en mayo de 1945 que «la mejor defensa contra el bombardero suicida es un CIC bien entrenado y coordinado [CIC, Centro de Información de Combate; un puesto de dirección en cada barco y un barco en cada grupo, generalmente el buque insignia, que proporciona una coordinación central de toda la información de combate] y una agrupación de cazas».

Las medidas tomadas por los japoneses para confundir a los oficiales de cubierta de vuelo y al centro de información de combate han sido expuestas en entradas anteriores. Resultaron efectivas en Filipinas, donde según estimaciones de la Marina, solo el 17 % de todos los kamikazes que iniciaron aproximaciones de ataque fueron derribados por la patrulla aérea, en comparación con el 50 % derribados por la artillería antiaérea.

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La batalla de Santa Cruz (XVII). Últimos Ataques.

A las 10.18 de la mañana del 26 de agosto la batalla parecía agotada. Los aviones embarcados de ambas flotas habían atacado al enemigo, quedando herido el portaaviones japonés Shokaku en el bando imperial, y muy gravemente dañado el Hornet y con un par de agujeros el Enterprise en el caso estadounidense. Entonces, el vicealmirante Kondo, que por lo que sabía de los ataques aéreos propios creía que el enemigo se había quedado sin portaaviones, anunció que iba a atacar con los buques de superficie. Para ello, ordenó al portaaviones Junyo que, escoltado por dos destructores, fuera a reunirse con los portaaviones de Nagumo.

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El Junyo, fotografiado en 1945.

El refuerzo es bienvenido pues el Shokaku estaba en llamas, aunque al menos no había perdido propulsión y se estaba dirigiendo hacia el noroeste a 31 nudos, secuestrando de paso al jefe de la escuadra. Debieron de ser momentos amargos para el vicealmirante Nagumo, que sin duda debió de acordarse como había tenido que abandonar su buque insignia, el Akagi, durante la batalla de Midway. Aun así, pero no sin dudas, decidió, finalmente, trasladar de nuevo su pabellón. Era la segunda vez que se veía obligado a abandonar su navío de mando durante aquella infausta guerra.

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Midway – La batalla que condenó a Japón. Una perspectiva japonesa

Ediciones Salamina apuesta por el teatro de operaciones del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial con su reciente publicación de una de las obras clásicas sobre la batalla de Midway.

Midway - La batalla que condenó a Japón. Mitsuo Fuchida - Masatake Okumiya

Este estudio de la batalla de Midway fue retraducido a partir de la obra original japonesa y publicado por el Instituto de Historia Naval de Estados Unidos en 1992, incluyéndolo en su colección de Clásicos de la Literatura Naval. Ampliamente reconocido por las revelaciones y puntos de vista de sus autores, el libro va más allá del relato de la batalla que cambió las tornas en la Guerra del Pacífico, ahondando en sus orígenes profundos y ofreciendo un agudo análisis crítico de las causas de la derrota japonesa.

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La batalla de Santa Cruz (XVI). El Enterprise.

En las entradas anteriores asistimos a los primeros ataques aéreos, casi simultáneos, contra las flotas de ambos contendientes. Entre las 9.10 y las 9.25 de aquella mañana el portaaviones estadounidense USS Hornet había recibido varios impactos gravísimos. Más o menos a esta última hora, también el Shokaku recibió el impacto de al menos una bomba, que le produjo daños, pero por aquel entonces era sumamente improbable hundir un gran buque solo con este tipo de arma, y mientras que el portaaviones norteamericano había quedado muerto sobre el mar, el nipón había podido iniciar el camino de vuelta hacia la base de Truk a una velocidad de 23 nudos. La diferencia, fundamental, era que a los japoneses aún les quedaban aviones de ataque en el aire.

Battle of the Santa Cruz Islands
El Hornet, herido, con un destructor junto a su costado.

A las 9.49 horas de aquel día fatídico el vicealmirante Halsey envió un mensaje a Noumea: “Hornet herido”. Poco después, el contralmirante Murray, al mando del buque solicitó que este, en llamas y escorado sobre el mar, fuera remolcado. La buena noticia, por otro lado, era que gracias al apoyo de los destructores Morris, Russell y Mustin, cuyas mangueras estaban rociando el portaaviones de agua, los fuegos estaban bajo control.

Las cosas estaban a punto de empeorar.

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La batalla de Santa Cruz (XV). El Shokaku.

Eran las 8.55 de la mañana del 26 de octubre de 1942 cuando los quince bombarderos del Hornet dirigidos por el capitán de corbeta Widhelm avistaron a la Fuerza de Vanguardia de Abe, en la que no había portaaviones, y su jefe decidió seguir adelante en busca del blanco más preciado. Mientras lo hacían, su buque recibió la brutal paliza que narramos en la entrada anterior.

Photo #: 80-CF-1071-1  Wake Island Raid, 24 February 1942
Un TBD del Enterprise volando sobre el atolón de Wake, recientemente conquistado por los japoneses en febrero de 1942.

A las 9.15, los portaaviones japoneses se hicieron por fin visibles sobre el horizonte, y se inició un duro combate contra los Zero de la patrulla aérea de combate en el que Widhelm cayó derribado sobre el mar, junto con otro compañero, mientras que otros dos SBD recibían daños y tenían que iniciar el viaje de vuelta. Durante estos minutos de combate, el jefe de la escuadrilla había comunicado por radio repetidas veces, casi con desesperación, la posición de los buques nipones, para que los torpederos del Hornet, que habían realizado la ruta por su cuenta, pudieran llegar hasta ellos. Sin éxito. Tras haber agotado su radio de alcance, los torpederos iban a tener que iniciar la vuelta sin haber logrado encontrar a los portaaviones enemigos. Tampoco los aviones del Enterprise lo conseguirían.

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