El sargento Okada en Guadalcanal

Hagamos un viaje a las islas Salomón. En algún momento entre las dos y las cuatro de la tarde, los carros de combate avanzan a orillas del amenazado río Tenaru en Guadalcanal. Es 21 de agosto de 1942, pocos días después del desembarco de los Marines. Durante toda la mañana había habido fuertes enfrentamientos.

Eran en concreto cuatro blindados. No había armamento efectivo con el que enfrentarse a ellos. Sin embargo, uno de los carros pareció detenerse averiado. Tras una pausa, los otros tres continuaron la marcha. A medida que se acercaban, sus trayectorias divergían ligeramente. Los que parecía que parecían dirigirse al lugar donde se hallaba escondido el sargento japonés Okada eran dos. Continuaban la marcha y Okada se hizo el muerto. El primer carro se dirigía lentamente hacia él.

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La batalla de Santa Cruz (XVIII). El final de una leyenda.

Pasadas las 11.30 horas, el drama parece terminar. En la flota japonesa, el Shokaku, inutilizado pero reparable, navega en dirección opuesta a la batalla mientras el resto de la flota se dirige, lo más deprisa que puede, hacia la última ubicación de la flota norteamericana. Esta se halla, sin duda, en una situación mucho más difícil. El Enterprise ha recibido varios impactos de bombas, pero tiene propulsión y aunque dos de sus ascensores están inservibles y la cubierta de vuelo ha sido dañada, al menos puede hacer aterrizar a sus pilotos en la mitad de popa. La situación del Hornet, en cambio, es grave. El buque no tiene propulsión, y si se está desplazando a una velocidad de entre 3 y 4 nudos es gracias al cable de remolque tendido desde el Norhtampton, una solución frágil que falla en varias ocasiones. Entretanto, el contralmirante Murray se ha visto obligado, como Nagumo, a trasladar su bandera a bordo de un crucero. En este caso el Pensacola.

Photo #: 80-G-17489  Battle of the Eastern Solomons, August 1942 Note
Una bomba japonesa estalla sobre la cubierta de vuelo del Yorktown. Esta foto, tomada durante la batalla de las Salomón orientales, nos muestra el momento exacto en que la bomba estalla sobre cubierta. Si lo hacía en el confinado interior del barco, el resultado era todavía más destructivo.

El traslado del contralmirante, a las 11.45, supone el pistoletazo de salida de un proceso de evacuación de mayor calado, pues el capitán Mason, al mando directo del Hornet, ordena el traslado de 75 heridos a bordo de los destructores, junto con 800 marineros cuyas tareas son innecesarias a bordo del moribundo leviatán.

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La batalla de Santa Cruz (XVII). Últimos Ataques.

A las 10.18 de la mañana del 26 de agosto la batalla parecía agotada. Los aviones embarcados de ambas flotas habían atacado al enemigo, quedando herido el portaaviones japonés Shokaku en el bando imperial, y muy gravemente dañado el Hornet y con un par de agujeros el Enterprise en el caso estadounidense. Entonces, el vicealmirante Kondo, que por lo que sabía de los ataques aéreos propios creía que el enemigo se había quedado sin portaaviones, anunció que iba a atacar con los buques de superficie. Para ello, ordenó al portaaviones Junyo que, escoltado por dos destructores, fuera a reunirse con los portaaviones de Nagumo.

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El Junyo, fotografiado en 1945.

El refuerzo es bienvenido pues el Shokaku estaba en llamas, aunque al menos no había perdido propulsión y se estaba dirigiendo hacia el noroeste a 31 nudos, secuestrando de paso al jefe de la escuadra. Debieron de ser momentos amargos para el vicealmirante Nagumo, que sin duda debió de acordarse como había tenido que abandonar su buque insignia, el Akagi, durante la batalla de Midway. Aun así, pero no sin dudas, decidió, finalmente, trasladar de nuevo su pabellón. Era la segunda vez que se veía obligado a abandonar su navío de mando durante aquella infausta guerra.

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La batalla de Santa Cruz (XVI). El Enterprise.

En las entradas anteriores asistimos a los primeros ataques aéreos, casi simultáneos, contra las flotas de ambos contendientes. Entre las 9.10 y las 9.25 de aquella mañana el portaaviones estadounidense USS Hornet había recibido varios impactos gravísimos. Más o menos a esta última hora, también el Shokaku recibió el impacto de al menos una bomba, que le produjo daños, pero por aquel entonces era sumamente improbable hundir un gran buque solo con este tipo de arma, y mientras que el portaaviones norteamericano había quedado muerto sobre el mar, el nipón había podido iniciar el camino de vuelta hacia la base de Truk a una velocidad de 23 nudos. La diferencia, fundamental, era que a los japoneses aún les quedaban aviones de ataque en el aire.

Battle of the Santa Cruz Islands
El Hornet, herido, con un destructor junto a su costado.

A las 9.49 horas de aquel día fatídico el vicealmirante Halsey envió un mensaje a Noumea: “Hornet herido”. Poco después, el contralmirante Murray, al mando del buque solicitó que este, en llamas y escorado sobre el mar, fuera remolcado. La buena noticia, por otro lado, era que gracias al apoyo de los destructores Morris, Russell y Mustin, cuyas mangueras estaban rociando el portaaviones de agua, los fuegos estaban bajo control.

Las cosas estaban a punto de empeorar.

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La batalla de Santa Cruz (XV). El Shokaku.

Eran las 8.55 de la mañana del 26 de octubre de 1942 cuando los quince bombarderos del Hornet dirigidos por el capitán de corbeta Widhelm avistaron a la Fuerza de Vanguardia de Abe, en la que no había portaaviones, y su jefe decidió seguir adelante en busca del blanco más preciado. Mientras lo hacían, su buque recibió la brutal paliza que narramos en la entrada anterior.

Photo #: 80-CF-1071-1  Wake Island Raid, 24 February 1942
Un TBD del Enterprise volando sobre el atolón de Wake, recientemente conquistado por los japoneses en febrero de 1942.

A las 9.15, los portaaviones japoneses se hicieron por fin visibles sobre el horizonte, y se inició un duro combate contra los Zero de la patrulla aérea de combate en el que Widhelm cayó derribado sobre el mar, junto con otro compañero, mientras que otros dos SBD recibían daños y tenían que iniciar el viaje de vuelta. Durante estos minutos de combate, el jefe de la escuadrilla había comunicado por radio repetidas veces, casi con desesperación, la posición de los buques nipones, para que los torpederos del Hornet, que habían realizado la ruta por su cuenta, pudieran llegar hasta ellos. Sin éxito. Tras haber agotado su radio de alcance, los torpederos iban a tener que iniciar la vuelta sin haber logrado encontrar a los portaaviones enemigos. Tampoco los aviones del Enterprise lo conseguirían.

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La batalla de Santa Cruz (XIV). USS Hornet.

Eran las 8.53 horas del 26 de octubre de 1942 cuando, no lejos de las islas Santa Cruz, la flotilla aérea del capitán de Corbeta Murata Shigeharu avistó el portaaviones norteamericano USS Hornet, navegando con su escolta. Estaba más cerca el USS Enterprise, pero, oculto bajo una borrasca, los japoneses no podían verlo. A esa misma hora, a bordo del portaaviones avistado, los aparatos japoneses aún son visibles, pero saben que están allí. El crucero Northampton ha indicado con claridad la existencia de una señal “bastante grande”, y el teniente de navío Fleming, director de caza del portaaviones, envía de inmediato dos divisiones de cazas (de cuatro aparatos cada una) hacia el objetivo.

Battle of the Santa Cruz Islands
Esta fotografía, tomada desde un avión del Hornet, nos muestra a toda la TF 17 virando bruscamente para evitar un ataque aéreo.

Maniobra tal vez acertada la del director de caza del Hornet, pero la responsabilidad de defender a la flota no es suya sino del capitán de fragata Griffin, su homólogo en el Enterprise, quien ya había enviado aviones hacia el enemigo, pero con instrucciones de no alejarse más de 24 km de la base y a una altitud de 3000 (recuérdese que era la altitud a la que se mantenían los Wildcat estadounidenses para no gastar oxígeno ni combustible en exceso). Cuando poco después, el teniente de navío Hessel, del Hornet, avistó 55 aviones japoneses, estos se hallaban a 5200 m. A más de 2000 m por encima de los norteamericanos, era casi como si se hallaran en la luna.  

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Medalla de Honor – Joseph Jacob Foss

Nació en 1915 en una granja cerca de Sioux Falls, en Dakota del Sur. Se enamoró de los aviones el día que su padre lo llevó a ver a Charles Lindbergh a un aeródromo cercano.

En 1940 se había graduado en administración de empresas y había conseguido su licencia de piloto privado. Acto seguido, se alistó en el Cuerpo de Marines e ingresó en el programa de cadetes para la aviación naval. Después de graduarse a la edad de 26 años, Foss fue considerado demasiado mayor para el combate y destinado como instructor de vuelo al Centro de Entrenamiento de la Marina en Pensacola. Posteriormente, ingresó en la Escuela de Fotografía de la Marina y fue trasladado al 1.ª Escuadrilla Fotografía de Maine, que tenía su base en San Diego, California.

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