Los libertadores de París.

 

« Paris outragé ! Paris brisé ! Paris martyrisé ! Mais Paris libéré! »

Decía el general De Gaulle un 25 de agosto de hace ya 71 años, en el Ayuntamiento de París. París ultrajada por la derrota, rota su población por creencias y fidelidades tan dispares como la colaboración y la resistencia, martirizada por la Gestapo y por los cañones de la guerra, pero finalmente, París liberada.

El semioruga «Guadalajara» con sus tripulantes españoles

La liberación de París sigue siendo uno de esos acontecimientos que provoca enfoques distintos de la historia. Para los anglosajones fue un episodio más de la cruzada por la liberación de Europa, sin duda de cierta importancia, pero en absoluto tan relevante como la operación Cobra (la ruptura del frene Normando) o la batalla de las Ardenas. Es más, para ellos la liberación de París supuso el origen de una larga serie de dificultades, pues se convirtió inmediatamente en la sede del Gobierno Provisional de la República Francesa, presidido por De Gaulle, que en ningún momento dejó de comportarse como el gobernante de una nación libre y soberana, manteniéndose en su negativa a la formación de una AMGOT (Administración Militar Aliada para los Territorios Ocupados), que era el instrumento que habían empleado hasta entonces los aliados anglosajones para administrar los territorios europeos arrebatados al enemigo.

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Agosto de 1944. Von Choltitz en París.

Y tras haber seguido a von Choltitz por dos de las acciones más interesantes de su carrera, sin duda ha llegado el momento de volver al lugar que le abrió las puertas de la Historia. ¿Arderá París?

El Hotel Meurice, en bajo los arcos de la Calle de Rívoli. La plaza de la Concordia está al fondo.

Aquel 23 de agosto de 1944 era sin duda un preocupadísimo Choltitz quien se hallaba en su despacho del Hotel Meurice, en la céntrica Rue de Rivoli, que bordea el lado norte del Palacio del Louvre y se extiende hasta la Plaza de la Concordia; donde se hallaba su Cuartel General. Acababa de recibir una orden directa de su Führer: “Paris no debe caer en manos del enemigo, salvo siendo un montón de escombros”, rezaba. Pero el general no lo tenía tan claro.

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