Hitler y la subestimación de los recursos de guerra rusos a finales de 1941 (II)

Al comienzo de la Operación Tifón el Deparamento de Economía de Guerra y Armamentos envió a Hitler y a sus consejeros militares un nuevo informe (Voraussichtliche Entiwicklung der wehrwirtschaftlichen Lage Russlands mit Fortschereiten der Operation nach Osten) en el que evaluaba los progresos de la economía de guerra rusa a medida que iba progresando la guerra.

Sobre la base de cuatro posibles establecimientos del frente se sacaban conclusiones en relación a las consecuencias que estos distintos frentes producirían en la producción de armamentos. En los cuatro casos los argumentos se basaban en la pérdida por parte de Rusia de fuentes de materias primas y de zonas industriales que ya habían sido, o habrían de ser, capturadas y a la conquista de Jarkov, Kursk, Tula y Moscú.

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Hitler y la subestimación de los recursos de guerra rusos a finales de 1941 (I)

Mientras se producían los grandes movimientos operacionales de la operación Barbarroja, con sus enormes embolsamientos y batallas de aniquilación, en el Alto Mando de la Werhmacht tenía lugar un apasionado debate sobre las posibilidades de superviviencia de Stalin y del Ejército Rojo.

Hitler no reaccionaba con la informacón que le habían suministrado sobre la situación en el frente. El ritmo de la ofensiva alemana había disminuido de forma considerable y estaba casi detenida para finales de octubre. El pueblo alemán comenzaba a ser cada vez más escéptico respecto a las noticias que anunciaban la victoria, como indica Robert Citino. Sin embargo Hitler, borracho de victorias y eufórico por la enorme cantidad de prisioneros y botín, pensaba que la guerra se había ganado ya.

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De la euforia a la perdición – La experienca vital del carrista Karl Fuchs en el avance a Moscú

Para el 9 de julio de 1941 el pletórico Grupo de Ejércitos Centro alemán acababa de cerrado la bolsa de Minsk, después de rebasar a 21 divisiones de fusileros soviéticas y a 14 brigadas blindadas, capturando a 300.000 hombres, 2.600 carros de combate y 1.500 cañones del Ejército Rojo.

Para entonces también, el futuro maestro de enseñanza primaria Karl Fuchs, era jefe de carro y de sección en el 25º Regimiento Panzer perteneiente a la 7ª División Panzer, la antigua fantasma de Rommel en la campaña de Francia del año anterior. El 5 de julio de 1941 había enviado la siguiente carta a su esposa:

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20 de diciembre de 1941 – Guderian se enfrenta por primera vez a Hitler (II) – «No me fio de este hombre»

Después fue discutida la cuestión de las fuerzas de combate y de los problemas logísticos. A conscuencia de las grandes pérdidas de vehículos sufridas durante la estación del barro, y al intenso frío, no eran suficientes los transportes disponibles para el aprovisionamiento de las tropas.

Guderian detrás a la derecha de Hitler

Y como no se había enviado material para reemplazar el tonelaje perdido, las tropas tenían que valerse incluso de los medios del país: trineos, de los que solo un pequeño número tenía suficiente capacidad de carga. Muchos de estos vehúculos se emplearban para sustituir a los camiones. Requerían un elevado número de hombres para su utilización. Hitler formuló entonces su pretensión de que eran excesivas las

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20 de diciembre de 1941 – Guderian se enfrenta por primera vez a Hitler (I)

Con la ofensiva sobre Moscú a punto de convertirse en una catástrofe, Heinz Guderian voló por su cuenta hasta el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental con la esperanza de convencerlo de la necesidad de una retirada. La osadía le costaría el puesto y la carrera.

¡Frailecito, frailecito, vas a dar un mal paso! le espetaron los colegas de Guderian cuando les comunicó su decisión de ir a ver a Hitler. Sabía que no iba a ser fácil hacer comprender al Führer mis puntos de vista Pero en aquel tiempo aún confiaba en que nuestro mando supremo fuera receptivo a unas explciaciones sensatas si procedían de un general con experiencia en el frente. Con esta confianza iba en el vuelo desde el frente invernal al norte de Orel, hacia la lejana Prusia Oriental, donde se hallaba bien provisto y bien caldeado el Cuartel General del Führer.

El 20 de diciembre de 1941 a las 15:30 aterricé en el áeródromo de Restenburg. Mi confernecia con Hitler , de cinco horas de duranción, solo fue interrumpida por dos pausas de media hora, para la comida y para la proyección del noticiario que Hitler tenía por costumbre ver.

Hacía las 18 horas fui recibido por Hitler en presencia de Keitel, Schmundt y algunos otros oficiales. No tomó parte en esta conferencia el jefe del Estado mayor del Heer, ni ningún otro represnetatne del OKH, de entre los actuales comandantes en jefe ascendidos por Hitler después del relevo del mariscal de campo von Brauchitsch. Estaba yo, pues -como ya sucediera el 23 de agosto de 1941, frente a la camarilla del OKW. MIentras Hitler se dirigía hacia mí para saludarme, recibí por primera vez con extrañeza una mirada helada, hostil; vi un destello en sus ojos que me produjo la sesación de que estaba prevenido en contra mía. La tétrica iluminación del reducido espacio reforazaba la penosa impresión.

El informe empezó con mi descripción de la situación estratégica del 2 Panzergruppe y del 2 Armee. Seguidamente abordé el punto de vista de que ambos éjercitos en la posción Susha-Oka retrocedieran por separado, recordando que tal cuestión la había sometido al criterio del mariscal von Brauchitsch en Roslwal, el día 14 de diciembre y había recibido su aprobación. Estaba convencido de que Hitler había sido informado de ello. Pero cual no sería mi sorpresa cuando exclamó con violencia: ¡No, lo prohibo! Aununcié que se estaba realizando el movimieno dipuesto y que delante de esta línea fluvial no existía ninguna posición favorable. Si quería conservar las tropas y fijar una posición que pudiera mantenerse durante el invierno, entonces no cabía otra solución.

Hitler: ¡Entonces tendrá usted que incrustarse en el terreno y defenderlo palmo a palmo!

Yo: Incrustarme en el terreno no es posible ya en ninguna parte. El hielo alcanza metro y medio de profundidad y nosotros con nuestros débiles útiles de fortificacio¡ón no podemos llegar a la tierra blanda.

Hitler: Entonces debe usted hacer fuego con obuses pesados de campaña, para formar una posición de embudos, como hicimos en Flandes durante la IGM.

Yo: En la IGM nuestras divisiones tenían que defender en Flandes sectores de 4 a 6 kilómetros y para su defensa contaban con dos o tres grupos de obuses pesados y en proporción con abundantes municiones. Mis divisiones tienen que defender sectores de 20 a 40 kilómetros de frente y cada una solo posee 4 obuses con unos 50 disparos por pieza. Si quisiera emplearlos para formar embudos, conseguiría hacer 50 pozos poco profundos y de pequeño tamaño rodeados de negras machas, pero nunca una posición de embudos. En Flandes nunca hubo temperaturas comparables a las que sufrimos ahora. Además necesito mis municiones para defenderme de los rusos. Cuando queremos tender líneas telefónicas, hemos de producir voladuras para poder clavar los palos puntiagudos. ¿De dónde sacaríamos munición suficiente para construir una posición de tal extensión?

Hitler se mantuvo firme en que se llevara a cabo la defensa donde estábamos.

Yo: Eso significa el paso a la guerra de posiciones en terreno inaduecuado como en el frente occidental en la IGM. Entraremos en la misma batalla de material y experimentaremos las mismas espantosas perdidas que en aquel tiempo, sin poder luchar para conseguir un desenlace. Ya en este invierno sacrificaremos la sangre de nuestros cuerpos de oficiales y suboficiales y de quienes les sustituyan, y este sacrificio será inútil y además irremplazable.

Hitler: ¿Cree usted que los granaderos de Federico el Grande morían con gusto? También querían vivir, y sin embargo, estaba el Rey autorizado para pedirles el sacrificio de sus vidas. Me creo autorizado en el mismo caso para exigir a todos los soldados alemanes el sacrificio de sus vidas.

Yo: todo soldado alemán sabe que en la guerra ha entregado su vida a su patria, nuestros soldados han demostrado hasta ahora que están realmente dispuestos a aceptar este sacrificio. Pero este sacrificio solo se puede exigir cuando es provechoso. La solución que se me indica condirirá a pérdidas desprorporcionadas con los resultados alcanzados. En primer lugar en la propuesta que yo he presentado, en la posición Susha-Oka, como resultado de los combates de otoño, hay posiciones construidas y protección contra el clima. Ruego que se piense en el intensísimo frío, nos ha hecho casi el doble de bajas que el fuego enemigo. Quien haya visto los hospitales de congelados, sabe la importancia que esto tiene.

Hitler: Se que usted se ha movido mucho y ha estado siempre junto a las tropas. Pero estaba demasiado próximo a los sucesos y se ha dejado impresionar demasiado por los padecimeintos de los soldados. Tiene usted demasiada indulgencia con ellos. Debería separarse más del frente. Créame usted, alejándose se ven las cosas con más claridad.

Yo: Evidentemente es mi deber suavizar en cuanto pueda los sufrimientos de mis soldados. Peo esto es difícil si los hombres aún no tienen vestuario de invierno y la infnantería en su mayor parte , corre de un lado a otro con pantalones de verano. Faltan botas, ropa interior, guantes , pasamontañas, y los que hay se encuentran en el más lastimoso estado.

Hitler estalló: Eso no es cierto. El Intendente General me ha informado que el vestuario ha sido enviado.

Yo: Concedo que haya sido enviado, pero no ha llegado Sigo con interés su camino. Ahora está en la estación de Varsovia y tardará seis semanas en llegar desde allí a conscuencia de la falta de locomotoras y obstrucciones en la circulacón, si no tarda más. Nuestras demandas en septiembre y octubre fueron bruscamente rechazadas y ahora es demasiado tarde.

Fue llamado el intendente General y confirmó mis aseveraciones.

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Diciembre de 1941; la Enigmática Contraofensiva ante Moscú.

El 6 de diciembre de 1941, después de una de las campañas más duras y espectaculares de la historia militar de todos los tiempos, la Wehrmacht se hallaba a las puertas de Moscú. Iniciada en junio, la lucha había sido muy dura; las fuerzas armadas alemanas habían sufrido bajas muy importantes, y el material de sus divisiones motorizadas y blindadas había sufrido un desgaste tan elevado que estas apenas tenían ya vehículos con los que marchar al combate.

En diciembre el frío se convirtió en el enemigo más tenaz de los soldados.

A cambio, el ejército rojo se había retirado miles de kilómetros, y había perdido millones de combatientes y decenas de miles de vehículos; mientras que el estado soviético había perdido importantísimas cuencas mineras y fabriles y enormes extensiones de territorio cultivable, así como toda la población que explotaba estos recursos. La situación era catastrófica.

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