Mayo de 1940. El «milagro» de Dunkerque.

Estamos a 24 de mayo de 1940. Tras haber roto el frente francés sobre el río Mosa y arrasado con toda la retaguardia hasta llegar a Abbeville, los Panzer han efectuado un giro hacia el norte de 180º y amenazan la retaguardia de los ejércitos aliados: belga, británico y francés, que se retiran por Flandes hacia las playas de Dunkerque.

No todos los soldados británicos consiguieron escapar, aquí podemos ver algunos prisioneros, pero aún así, fue un auténtico milagro.

El escenario está listo para convertir la campaña de Francia en una batalla de aniquilación que acabe completamente con las fuerzas armadas británicas (concentradas en la British Expeditionnary Force) y lo más granado de las francesas. Y repentinamente, Hitler dio orden de que sus divisiones acorazadas se detuvieran y dejaran pasar a los ejércitos aliados hacia las playas. Gracias a esta decisión, casi 340 000 soldados francobritánicos conseguirán cruzar el canal hasta Inglaterra, pues para cuando los blindados alemanes vuelvan a atacar ya tendrán delante un frente consolidado capaz de retrasar su avance hacia las playas.

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Una guerra cruel, Wormhout 1940 (II)

Seguimos hoy con el testimonio de Brian Fahey, artillero de la 208.ª Batería del 52.º Regimiento contracarro de la Artillería Real, que había sido herido y capturado por los alemanes y llevado a un granero cerca de Wormhout, de donde fue sacado, junto con una tanda de cinco hombres para recibir un tiro por la espalda y dado por muerto. La forma en que escapó merece sin duda la pena.

Tropas alemanas preparándose para el ataque a Wormhout

“Cuando recuperé el sentido, todo estaba en calma en el granero, y podía notar un burbujeo en el pulmón que me decía que no estaba muerto. El dolor de mi pierna, en la que había sido herido anteriormente, me dolía mucho más. Empecé a buscar mis gafas. En aquel momento me hallaba a unos 18 metros del granero, mi chaqueta y mi camisa estaban empapadas de sangre y solo me veía capaz de mover mi hombro izquierdo y mi tobillo derecho. Me arrastré de nuevo hasta el granero, donde había más hombres, la mayoría muertos y, otros, moribundos. Me dijeron que después de que los alemanes se marcharan algunos habían ido en busca de ayuda, pero no había vuelto nadie.

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Una guerra cruel, Wormhout 1940 (I)

Vaya por delante que las guerras son un asunto cruel. En ellas, los mejores soldados no son gente poco inclinada a la violencia, como recuerdo haber leído en una ocasión, y en otro idioma, “uno no se lleva a la guerra a los niños del coro parroquial”. Llegados a este punto, y entrando en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que si bien tenemos la idea de que esta se fue radicalizando, incluso campañas “limpias” como la de 1940 dejaron su estela de barbarie, tal y como relata el testimonio que publicaremos esta semana.

Soldados de la BEF, en un ejercicio

“El domingo 26 de mayo –relata el artillero Brian Fahey, de la 208.ª Batería del 52.º Regimiento contracarro de la Artillería Real– dejamos nuestro camión, con su conductor, en una granja y fuimos a establecer la posición de nuestra pieza en la esquina de una pradera. Estábamos en Wormhout y nuestro trabajo era cubrir la linde de unos bosques hasta que otra pieza viniera a relevarnos. Obviamente, no había peligro alguno de que llegara algún carro de combate cruzando el bosque. Aquel domingo todo estuvo muy tranquilo. El día siguiente también fue un día pacífico, por lo que pudimos acercarnos a la granja, por turnos, y preparar nuestra comida, así como dormir un poco, cosa que casi no habíamos podido hacer en las dos semanas anteriores. Pudimos dormir toda la noche, y al amanecer volvimos con nuestro cañón, alertas, hasta que llegó un infante, atravesando el seto que nos ocultaba, y nos advirtió: ‘¡Vienen por la carretera!’

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La directiva secreta 1601/41 y el destino de Leningrado.

 

La participación del Ejército alemán en los crímenes del nazismo es, sin duda, una de las cuestiones que más tinta han vertido con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Si bien inicialmente la Wehrmacht quedó libre de toda culpa, y muchos de sus miembros acabarían formando parte de las fuerzas armadas de la nueva Bundeswehr, e incluso alcanzarían posiciones de mando en la OTAN, con el tiempo este punto de vista se ha ido matizando, hasta llegarse al convencimiento de que las fuerzas armadas alemanas tuvieron mucho que ver con los crímenes cometidos bajo la égida de Hitler, sobre todo en el este.

 

Russian men and women rescue their humble belongings from their burning homes, said to have been set on fire by the Russians, in a Leningrad suburb on Oct. 21, 1941. (AP Photo)
Incendios en Leningrado, fueron uno de los elementos fundamentales del terror hitleriano. Luego, con el invierno, vendría el frío.

La directiva a la que hoy nos referiremos es tan solo un ejemplo, un ladrillo más, si se quiere, de la intervención de algunos oficiales alemanes en crímenes de guerra. El 21 de septiembre de 1941, una vez cercada la ciudad de Leningrado por los alemanes, el Major Walter Warlimont, de la Wehrmacht, presentó un memorando titulado: “del bloqueo de Leningrado”. En él se presentaban diferentes soluciones al problema de cercar una ciudad tan grande, y se ofrecían diversas soluciones, con sus pros y sus contras.

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Tom, Dick y Harry – Los otros protagonistas de La Gran Evasión

Quizá todo el mundo haya oído hablar de la Gran Evasión, pero sin duda pocos sabrán quienes fueron Tom, Dick y Harry, o de que solo fuera Harry el que cumplió finalmente su objetivo.

La historia comienza en el Stalag Luft III de Segan en Alemania, un campo de prisioneros de guerra, en su mayoría aviadores, situado a unos 96 kilómetros de Berlín. Solo una cantidad relativamente pequeña de los hombres recluidos en las instalaciones habían oído alguna vez estos nombres o sabían de su existencia.

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CONDENA A MUERTE PARA EL MARISCAL PÉTAIN (y III)

LAS PRUEBAS DE LA TRAICIÓN

                A continuación empezó a resumir, magistralmente, los hechos que había desarrollado anteriormente.

Un armisticio firmado en medio de la vergüenza

                “Un armisticio firmado en medio de la vergüenza, un abuso de confianza con respecto a la nación, la aceptación definitiva de la derrota, la imitación servil de Alemania, las persecuciones, los pérfidos ataques contra Inglaterra, la ayuda suministrada al eje, el reabastecimiento de Rommel, la destrucción de la flota y, la vergüenza suprema, oficiales franceses llevando el uniforme alemán y recibiendo la cruz de hierro. ¿Qué alegato podría ser más elocuente que esta enumeración?

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CONDENA A MUERTE PARA EL MARISCAL PÉTAIN (II)

EL DOBLE JUEGO

¿El mariscal llevó a cabo un doble juego? Eso han dicho algunos testigos.

El crucero pesado Dupleix, ardiendo, el 27 de noviembre de 1942, tras haber sido destruido por su propia tripulación para que los alemanes no se hagan con él.

“El mariscal jugó a dos bandas, y como solo tiene una palabra, actuó lealmente tanto con Alemania como con la resistencia. El juego con Alemania –dice el fiscal Mornet– lo jugó, ciertamente, con lealtad, pero, ¿y el otro? Parece ser que dijo a algunas personas, en privado, que su corazón estaba con la resistencia.  Mas ¿qué dijo al resto de la nación? ¿Qué dijo al ejército? La orden recibida por las tropas de África de disparar contras los aliados, eso fue lo único que oyeron los soldados. Eso es lo único que ha conocido el país. Todos los días, nuestros juzgados están condenando a hombres que tan solo cumplían las órdenes del mariscal”.

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