Duelo en el desierto Vol. II – La campaña del norte de África por el control del Mediterráneo

Ediciones Salamina ha publicado recientemente el segundo volumen del exhaustivo estudio de Antonio Muñoz sobre la campaña del norte de África en la Segunda Guerra Mundial.

Duelo en el desierto Vol. II – Ediciones Salamina

Tras su victoria en Tobruk, Rommel se preparaba para asestar el golpe de gracia al poder británico en Oriente Medio y de esta forma tener el control total del Mediterráneo hasta Egipto. Sin embargo, sus recursos se estaban evaporando poco a poco frente a la defensa de Auchinleck. Tras los cambios realizados por Churchill en el Mando de Oriente Medio, un meticuloso y peculiar comandante Bernard Law Montgomery, se dispuso a pasar a la ofensiva en El Alamein en octubre de 1942.

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Anécdotas de la guerra en el desierto: Morris, Cowan y Auchinleck

La guerra de acordeón estaba en su punto álgido en el Norte de África. Los ejércitos contendientes iban y venían en grandes retiradas y avances.

En un momento se acariciaba el triunfo y al siguiente se mascaba la tragedia. Y no solo en la supervivencia inmediata de los hombres en el campo de batalla, también en el propio destino de algunos de ellos.

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Ratas de Tobruk: Una de tormentas… de arena.

Por supuesto, no todos los inconvenientes estaban vivos.

Imagínese el lector una planicie arenosa bombardeada sistemáticamente tanto desde el aire como desde tierra, surcada, entre bombardeos, por miles de pies y cientos de vehículos, sobre elevada y llana y en consecuencia a merced de todos los vientos de la región. Aquello era Tobruk. Durante aquel verano de 1941, el machacamiento sistemático del terreno hizo que la violencia y la frecuencia de las tormentas de arena se incrementaran, y que una densa capa de polvo en suspensión espesara el aire, con consecuencias tanto para la salud de los hombres como para el desarrollo de los combates.

Tormenta de arena en el desierto. Cuando llegaba, era mejor no tener nada urgente que hacer.

Desde el punto de vista físico, el polvo y el viento provocaron constantes irritaciones de las mucosas y de los ojos de los hombres, perjudicaron su capacidad respiratoria, e incluso, en ocasiones, hicieron que la piel se cubriera de sarpullidos. Esto se debió a que en ocasiones el viento podía llegar a ser tan fuerte como el Khamsin, las terribles tormentas de arena del interior del Sáhara, hasta el punto de llegar a borrar, literalmente, la pintura de camuflaje de los vehículos.

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Ratas de Tobruk – Bichos

Las ratas, por supuesto, no eran el único problema, en lo que a alimañas se refiere.

Otro problema eran las pulgas. Las había por todas partes y eran capaces de resistir todos los modos tradicionales de acabar con ellas, como los insecticidas o el queroseno. Bunny Cowles contó todas las que mató en dos días: fueron 23, las aplastó con las uñas de sus dedos. Pero uno no podía pasarse el tiempo matando pulgas, en algún momento tenía que descansar y entonces, estas se cebaban: “las pulgas eran tan agresivas que cuando uno se levantaba por la mañana, tenía el pijama recubierto de puntitos de sangre”, sigue diciendo Bunny Cowles.

La zona cercana a la costa solía estar menos infestada, pero era una franja de terreno muy, muy exigua.

Otro de los que tuvo ocasión de <<disfrutar>> de ellas fue John Devine, quien recuerda que: “lo intentamos todo –airear la ropa de cama, rociarla con queroseno, cubrirlo todo, incluidos nosotros mismos, con insecticida, encender hogueras en el suelo- pero nada parecía aliviar el problema”.

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Ratas de Tobruk – Noches Difíciles

El asedio de Tobruk fue uno de los más largos y es uno de los más conocidos de la guerra. Entre abril y noviembre de 1941, los alemanes tuvieron cercado el  perímetro defensivo del puerto, sin poder tomarlo. Por parte británica, el perímetro de Tobruk, asentado sobre la vía de comunicaciones y de suministro de Rommel,  sirvió como puesto avanzado de la defensa de Egipto,  tan eficazmente que, finalmente, el Áfrika Korps tuvo que detenerse y esperar al ataque británico que habría de devolverlo a la Tripolitania.

Uno de los aspectos llamativos de este asedio fue la forma en que los defensores se organizaron para pasar sus horas de descanso, tan absolutamente necesarias cuando terminaban la jornada de lucha.

Además de trincheras individuales, también había amplias cuevas, en los acantilados, en las que los hombres podían instalarse.

Así, Leonard Tutt, del Essex Yeomanry, nos cuenta como era la trinchera en que dormía:

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