Paracaidistas en El Alamein

El 23 de octubre de 1942, cuando la ilusión egipcia de Rommel estaba a punto de desmoronarse definitivamente con ocasión de la ofensiva británica en El Alamein, el extremo sur –la zona más peligrosa y aislada, aunque la menos importante– del despliegue del eje, había sido confiado, a las tropas italianas. En concreto, al X Cuerpo de Ejército, compuesto a la sazón por dos divisiones con gran solera en el frente desértico: la 27.ª División de Infantería, “Brescia”, al norte, y la 17.ª División de Infantería “Pavía”, al sur. En el centro se desplegaba una recién llegada, la 185.ª División, de Paracaidistas, “Folgore”, enviada a África tras suspenderse el asalto a Malta. Por la misma razón estaban allí los paracaidistas alemanes de la Brigada Ramcke.

Esta unidad alemana, reunida a primeros de 1942, había sido organizada específicamente para el ataque al bastión británico en el Mediterráneo central y constaba de cuatro batallones de paracaidistas: I/2.º Regimiento, I/3.er Regimiento, II/5.º Regimiento y batallón de entrenamiento del XI Cuerpo de Ejército del aire. Además, contaba con el II/7.º Regimiento de Artillería Paracaidista, una compañía de ingenieros y una compañía cazacarros equipada con 12 piezas de 37 mm.

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Querido duce… Apreciaciones sobre la derrota italiana en Grecia (y II)

En la entrada anterior de esta serie nos habíamos quedado a medias de la carta enviada por Hitler a Mussolini a raíz del fracaso, en apenas quince días, de la aventura griega de este. La carta, cuyo primer párrafo quería ser de ánimo, pasaba a explicar las consecuencias derivadas del fracaso, tanto psicológicas como militares: Bulgaria en contra de unirse a la alianza, Rusia poniendo dificultades en las negociaciones, el temor a que la actitud yugoslava dejara de ser amistosa, y la preocupación por cómo se posicionará Turquía, todo ello sin olvidar el peligro que suponía para los pozos petrolíferos rumanos la presencia de bases de la RAF en suelo griego, a distancia de ataque.

Carro de combate italiano en las montañas griegas.

“Inglaterra está a punto de establecer bases aéreas en diversas localidades griegas –continuaba la misiva–, específicamente, dos cerca de Salónica, y otras dos, sin duda alguna, en Tracia. Desde el punto de vista militar, esta situación supone un peligro.

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Querido duce… Apreciaciones sobre la derrota italiana en Grecia (I)

Cuenta la leyenda que cuando Mussolini desencadenó su ataque contra Grecia, el 28 de octubre de 1940, un exultante duce dijo a Hitler, con quien se hallaba reunido en Florencia ese mismo día: “Mi führer, es demasiado tarde, ya estamos en marcha. Estaremos en Atenas en unos días, o en unas semanas”. El momento exacto en que Hitler se enteró de la invasión sigue sometido a disputa. Autores como Martin Van Creveld indican que los alemanes lo sabían desde diez días antes, según D. Lormier Hitler se habría enterado en la noche del 27 y citado a Mussolini con urgencia al día siguiente, y cuenta la leyenda que el dictador italiano se lo habría espetado al alemán aquella misma mañana, cuando ya era irreversible.

Benito Mussolini, el dictador italiano.

La historia, por lo demás, es bastante conocida. Los ejércitos italianos progresaron, al principio, pero luego la ofensiva se deshinchó y pronto fueron víctimas de los contraataques griegos. La marcha gloriosa tornó en desastre. El 14 de noviembre, Hitler envió al duce una carta, que reproducimos aquí por su interés, en la que se puede apreciar tanto la estrategia general de Alemania en los Balcanes como el enfado de su führer con su aventurero colega.

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Hospitales en el desierto, la historia de Sidi Rezegh.

A menudo se ha comparado, con razón, la campaña del norte de África de la Segunda Guerra Mundial con una especie de guerra naval donde nada importaba el terreno conquistado y el objetivo eran las tropas y las armas enemigas. Sin embargo, las unidades militares no pueden luchar en la nada, y por mucho que Libia fuera un lienzo vacío, la orografía y las distancias tuvieron también su importancia, ya que esa guerra naval dependía de ellos especialmente en dos aspectos: el suministro y la atención médica. El primero porque tenía que organizarse para llegar al punto exacto en que lo necesitaban los soldados propios; algo que en aquel confuso escenario no siempre era fácil, o posible. El segundo, porque en algún lugar tenían que establecerse los puestos de primeros auxilios, avanzados o de retaguardia, y toda infraestructura fija acababa por recibir la visita de las tropas móviles, de ambos bandos.

El 24 de noviembre de 1941 –en plena Operación Crusader–, la 6.º Unidad Médica de Campaña estableció un MDS (Medical Dressing Station, lo que vendría a ser un hospital de campaña) en un uadi a unos siete kilómetros al este de Sidi Rezegh (donde en aquel momento estaba combatiendo la división neozelandesa), que muy rápidamente se vio inundado de heridos. Al día siguiente, 25, ya habían llegado al centro 450 de ellos y el 26, según uno de los presentes, las cifras alcanzarían las proporciones de una riada. Lo cierto es que el 28 por la mañana, el hospital, que en principio debía ocuparse de la 6.ª Brigada neozelandesa, tenía a 826 pacientes, no solo de esta nacionalidad, sino también italianos y alemanes capturados durante los combates.

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La Décima Flotilla MAS ataca Gibraltar

Alugnas de las audaces incursiones de ataque a puertos de la Décima Flotilla MAS italiana tuvieron lugar en la bahía de Algeciras, y más concretamente en el fondo del puerto de Gibraltar. A continuación os dejamos un extracto del nuevo libro de Esteban Pérez Bolívar (autor de Zafarrancho Podcast).

Tienda OnLine Ediciones Salamina (antes Platea)

Allí, cubierto por las aguas de la parte más septentrional de la bahía de Algeciras, Borghese asignó los blancos a sus hombres usando la información recabada con el periscopio durante la penetración: Tesei, que guiaba el maiale con más autonomía, debía atacar el acorazado más lejano, el que estaba amarrado más al interior del puerto.

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Anécdotas de la guerra en el desierto: Morris, Cowan y Auchinleck

La guerra de acordeón estaba en su punto álgido en el Norte de África. Los ejércitos contendientes iban y venían en grandes retiradas y avances.

En un momento se acariciaba el triunfo y al siguiente se mascaba la tragedia. Y no solo en la supervivencia inmediata de los hombres en el campo de batalla, también en el propio destino de algunos de ellos.

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Panzer Meyer en los Balcanes – La toma del Paso de Kleisura

En la primavera de 1941 la progresión de las fuerzas alemanas por territorio yugoslavo había sido fugaz. Tras forzar el paso de Gavat y llegar al lago Kastoria estaban a punto de llegar a Grecia. Un regimiento de infantería defendía el paso de Kleisura para cubrir la retirada del III Cuerpo griego. Meyer solo disponía de elementos de su batallón de reconocimento blindado. Así lo narra en sus memorias.

El fuego de las ametralladoras enemigas se derramaba carretera abajo impactando contra las rocas que había a nuestro alrededor. No cabía hacer otra cosa que avanzar. Nos apresuramos hasta la primera curva a salto de rana y nos pusimos a cubierto unos pocos metros más allá detrás de una pared de roca. En la siguiente curva estaríamos directamente debajo de la posición enemiga, que se encontraba a 100 metros sobre la carretera. Caí exhausto detrás de un bloque de piedra y jadeé buscando resuello. Nuestro avance se vio frenado por tener que ir saltando de un lugar cubierto al siguiente para no ofrecer un objetivo limpio a los francotiradores enemigos.

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