Gettysburg, 150 aniversario (II/3)

EL SEGUNDO DIA

El 2 de julio amaneció lleno de promesas. Ambos ejércitos se estaban reforzando y, a pesar de que ya para entonces, como sucedería en 1914, el ataque era mucho más mortífero que la defensa  -y a pesar de que el mismo había ordenado a sus subordinados no provocar un enfrentamiento general- Lee decidió que allí estaban y que allí combatirían. Decidió pues atacar, lanzando una pinza contra cada flanco del ejército federal.

El General Lee, Comandante en Jefe del Ejército de Virginia del Norte. Gettysburg no fue su primera derrota, pero si la más dolorosa.

Por un lado, encomendó al Cuerpo de Ejército del General Richard Ewell, que había llegado desde el norte, que atacara tanto en Cemetery Hill, donde esperaban las tropas de Howard, como en Culp´s Hill, punto de anclaje del ala derecha federal. Mientras tanto, en el extremo opuesto del campo de batalla, el Cuerpo de Ejército del General James Longstreet, el “viejo caballo de batalla” de Lee, debía asaltar los “round tops” y el extremo sur de Cemetery Ridge (no confundir la cresta con la colina).

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Gettysburg, 150 Aniversario (I/3)

No somos muy dados a las efemérides, pero hay algunas que son difícilmente olvidables. Por ejemplo hoy, primero de julio del año 2013, se cumple el aniversario de lo que tal vez pudo ser pero no fue; pues hace 150 años, junto a una localidad de Pennsilvania llamada Gettysburg, el federal Ejército del Potomac y el confederado Ejército de Virginia del Norte chocaron en una batalla que pudo haber cambiado la historia. Dedicaremos pues la entrada de hoy, una extraordinaria mañana y la del miércoles, a hacer una breve narración de algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar el 1, 2 y 3 de julio de 1863.

Los movimientos del Ejército de Virginia del Norte, y del Ejército del Potomac, camino de Gettysburg.

EL PRIMER DÍA

El origen inmediato de la batalla podemos encontrarlo el día anterior, 30 de junio, cuando tropas confederadas de la división del General Heth trataron de entrar en Gettysburg, con la idea de que allí había un almacén de zapatos. Si tenemos en cuenta que, tan solo una semana antes, habían pasado por allí las tropas confederadas del General Ewell, “recogiendo” en el pueblo todo lo que pudiera ser de utilidad al ejército confederado, la ilusión de los zapatos no era más que eso.

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Aprendiendo a Volar: las escuelas de pilotos en la Primera Guerra Mundial. (II/2)

Por supuesto el aprendizaje no siempre era tan sencillo. En invierno, las condiciones atmosféricas solían alargar el proceso, y en verano, el calor podía provocar corrientes de aire ascendente que llegaban a ser peligrosas para los aprendices, hasta el punto de que los vuelos de entrenamiento solían hacerse al alba o al atardecer, recibiendo los alumnos permiso para efectuar la prueba del alba en pijama, cuestión de estar listos más rápidamente.

Spad VII B, pintado con los colores del 19th Sqdn, RFC

Otro elemento interesante –en todas las escuelas- eran los instructores. La mayoría eran pilotos “quemados”, algunos de los cuales, como cuentan las memorias de los aprendices, tartamudeaban hasta ser incomprensibles, mientras que otros se limitaban a acomodarse en tumbonas, cerca de los campos de entrenamiento, para observar las evoluciones de sus alumnos. Los consejos que daban también solían ser de lo más variopinto: si se le apaga el motor sobre una zona arbolada –horrible perspectiva- el mejor árbol sobre el que caer es el manzano; y si se le incendia el avión, indicaba otro –perspectiva, si cabe, aún más espantosa- lo que hay que hacer es cortar la gasolina y encomendarse a Dios.

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Aprendiendo a Volar: las escuelas de pilotos en la Primera Guerra Mundial. (I/2)

Cuando comenzó la primera guerra mundial, esta iba a ser corta, y todas las escuelas de pilotos, una afición nueva y moderna que hacía furor entre quienes podían permitírselo, cerraron. Sin embargo la guerra se alargó, lo haría durante cuatro años interminables, y pronto volvieron a ser necesarias las escuelas. En ellas no solo se enseñó a pilotar, sino que las especialidades fueron tomando poco a poco su lugar: ametralladores, bombarderos, observadores; todo ello sin olvidar la instrucción militar, ya que los pilotos, a fin de cuentas, seguían –o debían seguir siendo- soldados.

 

Aquí podemos ver uno de los «pinguinos», para la primera fase del entrenamiendo.

 

No obstante, la finalidad de las escuelas de pilotaje era enseñar a volar, y había dos maneras básicas de conseguirlo. La primera, “inventada” por los franceses y empleada por ellos sobre todo, consistía en que el estudiante se montara, el solo, en sucesivos modelos de avión, y se dedicara a efectuar maniobras cada vez más complicadas hasta que, finalmente, volaba. El otro sistema empleó el avión con doble mando, modelo que había sido creado por los hermanos Wright. Este sistema fue el adoptado por los ingleses, y por otros muchos, pues ofrecía la posibilidad de un entrenamiento. Esto motivó que al final muchas escuelas francesas también acabaran pasándose a este sistema.

No obstante, dado que el sistema inglés es más conocido, en estas entradas nos centraremos en el otro, sin duda más… interesante. Lo conocemos bien gracias a un voluntario americano, llamado Reginald Sinclaire, que aprendió a volar en la escuela de Avord –una de las más importantes, con un millar de estudiantes y alrededor de 1.300 aviones- durante el año 1917.

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Verdun: La Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (III/3)

Desde mi puesto de observación, bastante rústico, interrogué el horizonte buscando a los salvadores a los que aún estábamos esperando. En torno a las 14:00, otro problema: resulta que algunos individuos, equipados con aparatos de líquido inflamable colgados de la espalda, salen de sus trincheras a ochenta metros de mí. Pero son avistados, y eso bastó, un sargento y varios granaderos les ajustaron las cuentas rápidamente.

Las trincheras hoy. Casi cien años después, la tierra aún no ha sido capaz de recuperarse.

A pesar de todo la situación se fue haciendo más y más crítica. Las ametralladoras boches barrían nuestras trincheras con facilidad, pues podían ver todos y cada uno de nuestros movimientos. Recomendé a mis hombres que debían actuar con la mayor precaución; pero a pesar de todo otro ametrallador recibió un tiro, cerca de mí, ya que  el rincón en el que me hallaba era un objetivo especialmente favorecido, pues que los alemanes podían ver mis señales ópticas. A pesar del riesgo, tenía que comunicar con la retaguardia a toda costa.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (II/3)

En aquel momento crítico nadie perdió su sangre fría, y poco después, tras haber sido desenterrada, desmontada y limpiada, la ametralladora estaba de nuevo en funcionamiento; dos tiradores voluntarios se encargaron de ella. Todo lo acontecido hasta entonces no era más que el comienzo del ataque, al menos para nosotros, pues los supervivientes de las ocho compañías desplegadas a mi izquierda acababan de ser capturados después de que numerosos oficiales encontraran la muerte durante el combate.

Infantería alemana atacando.

En torno a las 07:00 de la mañana, se desencadenó un segundo ataque, con la intención de romper nuestra desesperada resistencia. A mi derecha aún aguantaba la 4ª compañía, con la que seguía en contacto. Esta vez el humo se había disipado. Vimos descender del fuerte Douamont la línea gris de los fusileros enemigos. Era la misma maniobra que habían llevado a cabo dos horas antes; mis valientes iban a maniobrar igual de bien.  Tan solo unos pocos alemanes consiguieron, a duras penas, volver a las trincheras de las que habían partido.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (I/3)

Tal y como prometimos hace unos días, traducimos en esta entrada y las siguientes, el testimonio de Polimann, Teniente del 137º de Infantería y abad en la vida civil, especialmente interesante no solo por la polémica de la trinchera de las bayonetas, sino también como descripción de lo dura y confusa que llegó a ser la primera guerra mundial.

Esta foto ha sido identificada como la de la trinchera que quedó enterrada. Si no lo es, sin duda fue una muy similar

Estamos a 11 de junio de 1916.

“Un bombardeo de Verdún particularmente violento hace que los dos batallones de línea sufran pérdidas enormes. Instalados en cráteres de obús, vagamente organizados, todos tenemos la misma orden, muy clara: resistir en nuestras posiciones.

Varios alemanes se nos habían rendido ya, informándonos de que un ataque es inminente.

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