El Mito de la Blitzkrieg de Karl Heinz Frieser – Ediciones Salamina

El 18 de julio de 2013 se ponía por fin a la venta “El Mito de la Blitzkrieg”, de Karl Heinz Frieser, publicado en español por Ediciones Salamina; libro que, en los últimos años, se ha convertido en una de las referencias fundamentales sobre la campaña de Francia de 1940, siendo incluso calificado como la mejor historia operacional escrita sobre ella.

Si nos atenemos a su estructura, podríamos compararlo con un reloj de sol, pues la narración de los hechos pasa de lo más general a lo más concreto, deteniéndose un tiempo en las pequeñas acciones para volver al gran escenario de la guerra: estratégico, operacional, táctico, operacional, estratégico; empezando, por supuesto, por explicar qué son estos conceptos, y qué era la cosa esta de la Blitzkrieg.

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Diciembre de 1941; la Enigmática Contraofensiva ante Moscú.

El 6 de diciembre de 1941, después de una de las campañas más duras y espectaculares de la historia militar de todos los tiempos, la Wehrmacht se hallaba a las puertas de Moscú. Iniciada en junio, la lucha había sido muy dura; las fuerzas armadas alemanas habían sufrido bajas muy importantes, y el material de sus divisiones motorizadas y blindadas había sufrido un desgaste tan elevado que estas apenas tenían ya vehículos con los que marchar al combate.

En diciembre el frío se convirtió en el enemigo más tenaz de los soldados.

A cambio, el ejército rojo se había retirado miles de kilómetros, y había perdido millones de combatientes y decenas de miles de vehículos; mientras que el estado soviético había perdido importantísimas cuencas mineras y fabriles y enormes extensiones de territorio cultivable, así como toda la población que explotaba estos recursos. La situación era catastrófica.

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Waffen SS. ¿Cuales eran las condiciones?

                Mucho se ha escrito a lo largo del tiempo sobre las famosas Waffen SS: soldados del asfalto, tropa de élite, protoejército europeo, fuerza de choque del régimen, aberración política, fuerza criminal… todos estos aspectos pueden ser origen de debates interesantísimos, pero no es a ellos a lo que nos vamos a referir en esta entrada, sino a otro igualmente interesante, las condiciones que permitían ser miembro de esta tropa militar.

Waffen SS en formación. Se supone que imágenes como esta debían atraer voluntarios.

                Excluyendo la unidad Leibstandarte, creada como guardia de corps de Hitler, las primeras unidades armadas de la Waffen SS fueron las SS-Verfugungstruppen; y lo primero que ha de destacarse con respecto a formar parte de estas unidades es que nunca se consideró un derecho, ni tan siquiera de aquellos que cumplieran todas las condiciones requeridas. La organización se reservó siempre la posibilidad de rechazar a los candidatos, y  estos no debían sentirse en absoluto minusvalorados si no se les aceptaba.

                En todo caso, los postulantes debían cumplir cuatro tipos de condiciones; de orden ciudadano, militar, ideológico y racial.

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8 de Diciembre de 1940: Operación Compass en los Cielos de África.

Dijo Winston Churchill que hasta El Alamein todo habían sido derrotas, y que a partir de El Alamein todo fueron victorias. Sin embargo el viejo prócer británico cayó, al menos en esa ocasión, víctima de su propia propaganda, pues aunque no fueron demasiado duraderas las armas británicas si habían obtenido victorias antes de la gran batalla frente a Alejandría. Una de ellas fue la Operación Compass, donde la exigua fuerza del desierto derrotó a los italianos y los expulsó de Cirenaica, embolsándose de paso una cantidad de prisioneros varias veces superior a sus propios efectivos.

                Esta operación comenzó, precisamente, un 8 de diciembre, es decir, tal día como ayer, cuando la 4th Indian Division lanzó su ataque contra los reductos italianos. Fue una operación fascinante, pero para celebrar esta efemérides no vamos a referirnos a la batalla terrestre, sino a las acciones que tuvieron lugar en el aire.

Una bonita foto de un Savoia Marchetti SM-79, que fue el principal avión de bombardeo utilizado por los italianos a finales de 1940.

                En honor a los italianos hay que empezar diciendo que en cuanto empezó la batalla la Regia Aeronáutica se lanzó a ella como un solo hombre, y tal fue su ímpetu que el primero en derribar un aparato enemigo fue un italiano, el Teniente Guglielmo Chiarini, de la 366ª Squadriglia, que derribó un Blenheim al sureste de Alama Rabia, obteniendo su quinta victoria. Acababa de convertirse en un as. Sin embargo se vio superado poco después por otro compañero, el Subteniente Giulio Torresi, que derribó otros dos Blenheims, uno que fue a estrellarse sobre el mar y otro que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso; con aquellas victorias, números cinco y seis se convertía en el campeón italiano de los cielos.

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El Ataque a la Bahía de Suda. La Xª Flotiglia MAS entra en guerra.

La flota submarina italiana nunca fue demasiado buena, y en cuanto a su flota de superficie, debido a errores de mando y de concepción operacional, nunca llegó a rendir todo su potencial. Sin embargo, donde si tuvo más éxito la marina italiana fue en el uso de armas de ataque no convencionales, como las lanchas explosivas.

Estas eran muy parecidas a lo que es actualmente una lancha deportiva. De fondo plano, unos cinco metros de eslora y muy poco calado, estaban hechas para la velocidad; con un motor muy potente, pero con escasa autonomía. Las tripulaba por un solo hombre, cuyo puesto de pilotaje era minúsculo ya que toda la sección de proa estaba llena de explosivos, con sus correspondientes espoletas.

El destructor italiano «Sella», fue uno de los buques modificados para transportar lanchas explosivas hacia su objetivo.

La táctica de empleo de estas unidades, que ya habían dado buenos resultados durante la Primera Guerra Mundial, era relativamente simple, y muy parecida a la de un torpedo, solo que tripulado durante la mayor parte de su recorrido. Para poder emplearlas hacía falta que la mar estuviera en calma total. Entonces, eran trasladadas hasta su punto de partida por una nave de mayor tamaño, un destructor, por ejemplo, y largadas sobre el mar a pocas millas de su objetivo. Desde allí se acercaban disimuladamente para, en el último instante, acelerar con toda la potencia de sus motores y lanzarse directamente hacia sus blancos para impactar contra ellos. Por supuesto no eran armas suicidas, y los pilotos tenían que trincar el timón y saltar antes de que se produjera el impacto, lo que delegaba gran parte de la eficacia del ataque en el cuajo de quienes tripulaban las lanchas, ya que cuanto más tarde las abandonaran más fácil era que acertaran a su objetivo. Una vez que la lancha impactaba, solía destrozarse contra el casto del barco atacado, de modo que la carga se hundía hasta que las espoletas de profundidad la detonaban, destrozando la obra viva del buque atacado.

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Divisiones Panzer y de las Waffen SS en Normandía.

 A partir del momento en que decidió cancelar la ofensiva de Kursk, en parte debido al desembarco de los aliados angloamericanos en Sicilia, Hitler empezó a mirar hacia el oeste. Consciente de que Italia solo podía ser, estratégicamente, un frente secundario, el dictador alemán decidió empezar a prepararse para el desembarco aliado en Francia; con la idea de que si los derrotaba dispondría de mucho más tiempo y medios para lidiar con el ejército rojo.

Un Panther de la «Hohenstauffen». Este fue uno de los mejores carros de combate de la contienda.

El proceso de concentración de fuerza necesario para repeler a los aliados occidentales empezó durante la segunda mitad de 1943, y hasta el 6 de junio de 1944, los alemanes consiguieron tener listas para la batalla, aunque concentradas en diversos lugares geográficos, un total de doce divisiones panzer. No todas eran de buena calidad. Algunas, de hecho, eran llamativamente inferiores a lo que se piensa. Este es el modo en que las clasificó el General Geyr von Schweppemburg, jefe del Panzergruppe West.

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Los Motes del General Patton

Es de sobra conocido que al inolvidable George Smith Patton se le conoció con el sobrenombre de “old blood and guts” [lo que se traduce como “el viejo sangre y agallas”]. El origen de esta denominación suele buscarse, de modo bastante general, en su comportamiento en combate, su empuje, su insistencia en la ofensiva constante y en su florido lenguaje; no obstante, hay dos posibilidades mucho más concretas con respecto al origen de este mote.

George S. Patton fue el creador de la primera unidade de carros de combate estadounidenses, durante la primera guerra mundial.

La primera cuenta como, mientras entrenaba y preparaba la que sería la 2ª División Blindada del Ejército Estadounidense, solía impartir largas conferencias a los jóvenes oficiales que acudían a la escuela de formación divisionaria en las que, entre otras descriptivas frases, solía indicarles que cuando entraran en combate los más probable era que se encontraran “metidos hasta el cuello en sangre y agallas”. Así, parece ser que una noche, en los acuartelamientos de oficiales solteros, un teniente observó, al mirar su reloj, que “era casi la hora de ir a escuchar al viejo sangre y agallas”; comentario que fue recibido con muchas risas, dando sí nacimiento al sobrenombre.

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