Una bandera en el Reichstag (crónicas de Subbotin VII)

“La bandera de la victoria”, nos cuenta Vassili Subbotin en sus artículos, traducidos y editados por Tony le Tissier, “sobre el Reichstag, fue izada por Yegorov y Kantara. Pero hubo otras banderas que se alzaron sobre el edificio. Voy a hablaros de dos valientes que no pertenecían al batallón de Neustroyev, como Kantara y Yegorov, sino de batallón de Vassili Davydov. Voy a hablaros de la bandera que trajeron e izaron sobre el Reichstag”.

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Ingenieros soviéticos en la orilla del Spree.

“Estaban solos. Los tiroteos los habían aislado del resto. Se arrodillaron bajo el puente, cubiertos por el dique del Spree, que no era muy alto. No estaba lejos del Reichstag. Podían ver las enormes columnas y las escaleras de la entrada principal. Pero no podían avanzar. Tampoco podían alzar la cabeza. Los alemanes estaban disparando desde los pisos superiores del edificio y nuestros soldados se mantenían tumbados, a cubiertos en zanjas y detrás de montones de asfalto excavado-«.

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El edificio gris (crónicas de Subbotin VI)

Las crónicas hablan de la marcha hacia Berlín, de cómo el periodista ruso consigue hacerse con un vehículo que lo lleve hasta la ciudad atacada, y del encontronazo con el cadáver colgado de un puente de un alemán, ahorcado por los suyos por derrotista. Sin embargo, a la hora de narrar la batalla por la ciudad, callan… hasta llegar al momento supremo.

Camino a Berlín, un T-34 cruza un canal.

“Cuando amaneció, todos los que estaban en la casa de Himmler –el ministerio del Interior–, se asomaban a las ventanas. Querían ver el Reichstag, pero un voluminoso edificio gris se interponía. Neustroyev, el comandante del batallón, estaba en pie ante una ventana del sótano, mirando hacia fuera él también. A la derecha había árboles, a la izquierda se extendía una zanja, desnuda y oscura. Olía a primavera, y a las hojas marchitas del año anterior. La niebla aún no se había levantado. El tejado goteaba. Neustroyev vio un edificio cuadrado plantado más allá de los árboles. No le pareció muy grande. Aunque es cierto que tenía una cúpula, y torreones, no parecía que fuera especial. Los soldados, mirando hacia él, estaban convencidos de que el Reichstag debía de estar allí fuera, en algún lugar, pero. ¿Dónde?

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La gran retirada de 1941 (crónicas de Subbotin V)

Habíamos dejado a Vassili Subbotin en plena retirada. Era el año 1941, la Wehrmacht había reventado violentamente las puertas de la Unión Soviética y los soldados alemanes se expandía como una marea por Ucrania, persiguiendo a los restos de las unidades del Ejército Rojo, entre ellas la de nuestro protagonista, que se retiraba, de noche, hacia las luces de una localidad llamada Shepetovka, en la antigua frontera soviético-polaca, muy a retaguardia de la obtenida por Stalin tras la invasión y anexión del este de Polonia. Subbotin esperaba combatir, en Shepetovka, pero pronto iba a verse desilusionado.

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Los restos de un convoy soviético durante la retirada de 1941

“Cuando amaneció, las luces se habían desvanecido, y a fecha de hoy no sé lo que eran”.

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La gran retirada de 1941 (crónicas de Subbotin IV)

Demos un salto atrás. Dejemos que Vassili Subbotin, autor de estas crónicas, traducidas y editadas por Toni le Tissier, siga su periplo por el Oderbruch mientras recuerda experiencias militares pasadas, más concretamente, de la gran retirada de 1941. “Ayer fue un día cálido y seco –escribió–, hoy llueve, y un viento frío barre la región. Nos preocupábamos por mantenernos calientes mientras marchamos, pero todo lo que llevamos puesto –capote y chaqueta acolchada– lleva tiempo empapado, y nos estamos helando. Dos días atrás caminábamos con la cabeza alta, mirando al sol. Ahora, vigilamos la carretera y tenemos cuidado de no meternos en los charcos. Yo era uno de los que marchaba, uno del millón que habían roto el frente, una gota en la tormenta. La carretera había sido labrada por las cadenas de los carros de combate. Nuestros abrigos estaban empapados”.

Una columna de soldados del Ejército Rojo cruza Moscú camino del frente.

“Yo llevaba un abrigo largo, con un cinto corto a la espalda, y grandes solapas. No me gustaba. Hacía tiempo que lo tenía, desde Cheliabinsk, cuando se me entregó mientras estaba en el regimiento de reserva al que se me había destinado tras salir del hospital, en invierno de 1942. Hasta entonces solo había tenido el uniforme de carrista, una chaqueta de un material totalmente impermeable. No podía olvidar esta guerrera. En 1941, había hecho toda la retirada con ella. Recuerdo que por aquel entonces nuestros pies estaban destrozados, y sangraban. Muchos se habían quitado las botas y caminaban descalzos. Llevábamos cinco días caminando. En mi brazo izquierdo había una gran estrella roja. Era el segundo del oficial político de la compañía”.

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin III)

Habíamos dejado a Vassili Subbotin caminando detrás de su guía del Komsomol por la orilla, difícil, de un canal, allá abajo en el Oderbruch, la llanura pantanosa que se extendía entre el río Óder y los altos de Seelow. Si uno trata de imaginarse el vagabundeo de aquellos dos hombres en un territorio que, según escribe el periodista, parece deshabitado, no puede evitar acordarse de la película 1917, en la que asistimos a una odisea similar. Sin embargo, no muy lejos de la senda que recorren nuestros dos protagonistas se está librando una de las batallas más encarnizadas de la Segunda Guerra Mundial: el asalto a Berlín, la pugna por terminarla.

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Camaradería. Dos soldados de una misma localidad pero de distintas unidades se encuentran durante los combates por Berlín

“De repente, nos encontramos ante una barrera de alambre de espino que salía del agua y se extendía por la orilla. Teníamos que atravesarla quisiéramos o no. Encontramos un agujero en la barrera lo suficientemente grande como para que pudiera pasar un hombre. Los alambres de espino se balanceaban peligrosamente a merced del viento. Cerca del agujero había un soldado muerto, uno de los nuestros. Lo reconocimos por su guerrera acolchada”.

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin II)

Seguimos recuperando la crónica de Vasili Subbotin en el frente del Óder durante el primer día de la batalla hacia Berlín. El tono no puede ser más distendido, es como si no estuviera sucediendo nada realmente importante.

El general Perevertkin. Fueron sus tropas las que asaltaron el Reichstag

“Buscando información, y a mis amigos, pasé por posiciones de combate y puestos de observación, me encontré con artilleros e infantes y también fue a los servicios de retaguardia. Inesperadamente, me encontré, en un tramo de trinchera, con un general. Estaba allí de pie, mirando por los prismáticos. Me miró brevemente. Tenía un pelo negro y denso bajo la gorra. Era joven. No lo reconocí, tal vez porque llevaba camuflaje sobre la gorra y porque llevaba una chaqueta de uniforme más oscura. Era el comandante del cuerpo [se trataba de S. N. Perevertkin, comandante en jefe del LXXIX Cuerpo de Ejército]. No le di novedades, pues no quería presentarme. El general tampoco parecía esperarlo y, silenciosamente, volvió a levantar los prismáticos para seguir mirando por ellos. Continué”

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin I)

Volver a la batalla de Berlín después de muchos años de una pequeña monografía en la que tuve la ocasión de participar ha sido todo un placer. En esta segunda ocasión de profundizar en esta última y sangrienta acción, he topado con algunas fuentes curiosas, como las crónicas de Vassili Subbotin, editadas y publicadas por Tony le Tissier, uno de los mayores expertos en estos acontecimientos. Quiero aprovechar algunas entradas para compartir parte de este material. Solo la traducción es mía.

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Soldados soviéticos ante un panel de carreteras. Berlín, 165 km.

“Me resulta extraordinario pensar que, siendo un joven, tan solo algo más de 20 años, estaba sentado en una trinchera sobre el Óder”.

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