“Atacar, repito, atacar, el comandante en jefe del Pacífico sur ordena acción a las TF61 y 64”. Ya hemos visto cómo el avistamiento de la flota japonesa animó al vicealmirante Halsey a lanzar a sus portaaviones contra el enemigo, pero, ¿qué sabía Halsey, o por las mismas el contralmirante Kinkaid, de la fuerza a la que se enfrentaban? Si el lector recuerda las entradas anteriores, los aviones de patrulla estadounidenses habían avistado la flota avanzada del almirante Kondo, con dos acorazados, cuatro cruceros pesados y un portaaviones, y también la de vanguardia del contralmirante Abe, con dos acorazados y tres cruceros. Parece que el catalina del Teniente Hampshire indicó también la presencia de dos portaaviones japoneses ¿podían ser el Shokaku, el Zuikaku o el Zuhio? Acosados por la caza, la tarea de los aviones de reconocimiento no solía ser fácil, y la información no siempre llegaba a su destino correctamente.
Tampoco es que la situación táctica de los portaaviones de Kinkaid fuera ideal ya que para atacar los japoneses tenía que aproar su flota hacia el noroeste, de modo que, si bien se reducía la distancia entre ambas flotas, al tener el aire de popa los grandes navíos norteamericanos tenían que virar 180 º para aproar al viento cada vez que quisieran lanzar o recoger aviones, lo que suponía una pérdida de tiempo. Los japoneses no tenían ese problema.