Antes de partir en su último vuelo, los pilotos kamikaze participaban en una ceremonia de despedida donde se les desesaba buena suerte. También existían supersticiones como los Jippogure y otros días de la mala suerte, pero vayamos por partes.
Yukihisa Suzuki, un piloto kamikaze que sobrevivió a la guerra, describió el ritual: bajo el sol radiante de abril, todo el personal de la base aérea se reunió frente al hangar y esperó, cada uno en su puesto, la llegada de los miembros de los Cuerpos Especiales de Ataque. Frente a los hangares, en una larga mesa cubierta con un mantel blanco había comida para ser servida en honor de la última misión con el propósito de desearles buena suerte: numerosas botellas de sake, copas, bandejas de mojama de calamar, castañas, algas y bolas de arroz con alubias rojas….
Leer más