Cantar de Roldán: Guerra y Religión (II)

Las expediciones solían iniciarse en mayo y se prolongaban a lo largo del verano, la extensión del reino franco hacía que fuese imposible una leva general y normalmente sólo se reunían tropas de las regiones cercanas a donde se iba a producir la campaña.

Guerreros árabes a la conquista de España, manuscrito de la maqamat de Al-Hariri de 1237.

Por otra parte aunque la campaña afectase a todos, parece que los menos acomodados excusaban su asistencia debido a su penuria económica. En este caso se establecía un sistema por el que se aglutinaba a los menos favorecidos en función de sus bienes hasta lograr un conjunto que permitiese que uno de los asociados, el más capaz, acudiese a la hueste, mientras que el resto del grupo sufragaba los gastos.

Es evidente que las necesidades militares de Carlomagno fueron constantes. Las fuentes hacen referencia a las deserciones, al retraso en la incorporación y al ingreso en la Iglesia para evitar cumplir con las condiciones militares. Esto pone de manifiesto el esfuerzo económico que suponía, puesto que el armamento era de elevado coste, las campañas se realizaban en una época de importancia agrícola, de manera que la ausencia durante las faenas del campo habría de comportar serios daños especialmente para las clases más humildes. Esta situación implicaría una tendencia al deterioro del potencial bélico en relación con las limitaciones del poder carolingio.

Como es lógico para mantener este nivel de conquistas se hacía necesario la recogida de botín por parte del ejército y el pago de tributos por parte de los territorios sometidos; esta idea se ve reflejada en el Cantar cuando los consejeros del rey Marsil le recomiendan a este que le envíe a Carlomagno regalos en señal de su buena fe: “Mandad como presente leones, osos, perros, setecientos camellos, mil azores mudados y cuatrocientos mulos de oro y plata cargados, también cincuenta carros, con que hará un buen convoy: muy bien podrá pagar con esto a sus soldados…”[1]

A pesar de la imprecisión histórica que el cantar introduce con respecto a los atacantes de la retaguardia, es cierto que recoge correctamente la presencia musulmana en la Península Ibérica (aunque esta no estuviese totalmente ocupada como se nos narra, sino que contaba con unos incipientes núcleos cristianos). La ocupación  musulmana en la P. Ibérica tuvo lugar en el contexto de la guerra civil entre los witizanos (partidarios de Witiza como rey) y Don Rodrigo (candidato a la monarquía apoyado por parte la nobleza), por un lado y dentro del contexto de la expansión del Islam, por otro, siendo una consecuencia más de la misma.

En el 711 las tropas de Tarik, lugarteniente de Muza (gobernador de Ifriquiya, Norte de África) cruzaron el estrecho y aprovechando la ausencia de Don Rodrigo que estaba en el norte en una campaña contra los vascones, iniciaron la penetración en la Península sin resistencia de la población. Esto confirma los pactos con los witizanos, derrotado y muerto D. Rodrigo en la batalla de Guadalete, llegan hasta Toledo que les abre las puertas (allí estaba Oppas, el hermano de Witiza).

Representación medieval de la aparición del arcángel Gabriel a Mahoma.

En el 712 se inicia la conquista sistemática: Muza pasa a Hispania con más contingentes y va tomando las principales ciudades Sevilla, Carmona, Mérida, Toledo, Zaragoza, Pamplona, donde llegaron en el 714. Tariq y Muza en ese año se dirigieron hacia Damasco para dar cuenta de su actuación y al frente del gobierno quedaba Abd al-Aziz que aumentó las conquistas peninsulares hasta Zaragoza y Coimbra. Sus sucesores llegaron a Barcelona en el 718 y a Toulouse en el 721.

Los dominios visigodos de las Galias no fueron ocupados hasta el 720: Al Samh entró en Narbona y puso fin al dominio del noble Ardón en esas tierras. Los intentos de penetrar en Aquitania fracasaron por las divisiones del Islam, a pesar de la ayuda prestada por nobles francos enemistados con Carlos Martel, quien derrotó a los árabes en Poitiers. Esto supuso el repliegue de los árabes a los Pirineos, tras el avance franco en el sur de Francia por Pipino el Breve (el padre de Carlomagno) en Septimania y Provenza.

Es inevitable reconocer que la aparición del Islam a comienzos del siglo VII marcó sin duda el comienzo de una nueva etapa; el fundador de esta nueva religión que marcaría posteriormente la historia fue Mahoma. Mahoma nació en el 570 en La Meca, dentro del clan hasimí, una rama de la tribu gobernante quraysíes. Al morir sus padres fue a vivir con su primo Alí, donde fue educado por su tío.

En el 610 se produjo la revelación que iba a cambiar su vida. Esta tuvo lugar cuando el ángel Gabriel le anunció su misión profética, de la que en un principio sólo hizo conocedores a sus parientes. Cuando años más tarde comenzó la difusión de sus ideas empezaron los problemas, a partir de ahí su predicación se endureció, proclamando un monoteísmo radical y criticando las costumbres de sus conciudadanos.              

Expansión del Islam con Mahoma y los cuatro primeros califas.

En el 622 se vio obligado a abandonar la Meca (hégira) para buscar refugio en la ciudad de Medina. La necesidad de defenderse de los ataques de la Meca revelaron las cualidades de Mahoma como hombre de estado. Con gran habilidad logró hacerse con el control de la ciudad, con cuyos habitantes firmó un pacto que, aplicado a otras ciudades estableció una comunidad política y luego religiosa de carácter supratribal. Tras varias victorias, Mahoma pudo regresar triunfalmente a la Meca en el 629, donde fallecería años después en el 632. Para entonces la mayor parte de las tribus árabes, convertidas a la nueva religión, reconocían a Mahoma como el profeta de Allah y le prestaban fidelidad y obediencia.

La muerte de Mahoma estuvo a punto de dar al traste con su obra política y religiosa puesto que murió sin nombrar sucesor. Mientras su cuñado y su primo Alí hacían los arreglos para el funeral, se reunieron en ausencia de éste los compañeros del Profeta y escogieron a su suegro y amigo íntimo, Abu Bakr, como califa, es decir representante o sucesor. El califa era el jefe espiritual de la umma, la comunidad. A Abu Bakr le siguió Umar, otro compañero del Profeta, quien fue asesinado en el 644. El nuevo califa fue Utman, otro de los compañeros. A la postre, tras la ejecución de Utman en el 656, Alí tuvo la oportunidad de suceder a Mahoma como cuarto califa. Los musulmanes sunníes consideran con nostalgia a estos cuatro compañeros del Profeta que lideraron la umma, los llaman profetas guiados por el camino recto: los elegidos.

En cuestión de pocos años los árabes obtuvieron espectaculares éxitos militares, que les permitieron arrebatar al Imperio Bizantino las provincias de Palestina, Siria,  Egipto, y conquistar el imperio persa. Esta vertiginosa expansión, realizada en tan poco tiempo y a expensas de estados tan poderosos, sorprendió a los propios conquistadores. Los motivos de esta gran expansión son: la difusión del Islam a punta de espada, la conquista como resultado de un movimiento migratorio debido a la desertización de Arabia, el uso de la guerra como medio de evitar la desintegración de la unidad creada por Mahoma, la situación de crisis en que se encontraban tanto bizantinos como persas… Durante la época omeya esta expansión continuó, tanto por Oriente (ocupación de la Transoxiana y la cuenca del Indo) como por Occidente (norte de África y España).[2]

Esta religión está hecha de una mezcla de las doctrinas judía y cristiana, elaborándolas de tal forma que en muchos aspectos entrañaba una regresión a los autores más arcaicos de la Biblia hebrea, del Yahvé belicoso y vengador. Sobre esta reformulación del monoteísmo  se fundaba una sociedad teocrática, férreamente sometida a una legislación tenida como revelada por Dios y soporte  de un poder despótico, reforzado mediante un severo régimen de amenazas y castigos, que llamaba a la guerra de expansión en nombre de la fe. El Islam es una religión de guerra, que promete a sus fieles el botín sobre la tierra y recompensas materiales en el cielo (siendo esta la causa de la difusión rápida). Es importante para entender el motivo de la belicosidad musulmana las palabras de Mahoma: haced la guerra a los que no crean en Dios ni en su profeta. Hacedles la guerra hasta que paguen tributo y sean humillados». Así es que inmediatamente después de su muerte, los árabes dieron principio a la guerra santa.

Ante estas características que hemos explicado es inevitable que surgiese el choque entre Islam y cristianismo. La tendencia combativa y expansionista del Islam hizo que los cristianos reaccionasen en su propia defensa, a esto se unían las discrepancias religiosas que son recogidas constantemente a lo largo del Cantar: “El rey Carlos responde: “Sería una vileza: ni la paz ni mi amor entregaría a un pagano. Recibe tú la ley que Dios nos reveló, esta es el cristianismo y luego te amaré y confiésate y reza al Rey omnipotente”.[3]

La gran religiosidad de la época queda reflejada en todos los personajes de la obra y especialmente en la figura de Carlomagno (quien acompañado de sus Doce Pares puede entenderse como un paralelismo con Jesucristo), quien antes de entrar en batalla en un momento dice así: “Tú, Padre verdadero, protégeme este día; Tú que probadamente protegiste a Jonás. Salió de la ballena, que dentro lo tenía; Tú, que sacaste indemne a ese rey de Nínive y sacaste a Daniel del terrible tormento, cuando estaba en la fosa rodeado de leones; sacaste a los tres niños del fuego llameante, ¡concédeme tu amor en el día presente!…”[4]

Estas diferencias entre ambas religiones conllevarían a lo largo de toda la Edad Media choques armados, para ver que religión y cultura se imponían a la otra, siendo evidente que en esta época la guerra y la religión iban muy a menudo cogidas de la mano.

Viene de Cantar de Roldán: Guerra y Religión (I)

Bibliografía

Isla Frez, Amancio: La Europa de los carolingios. Madrid, EDITORIAL SINTESIS, 1993.

Portela, Ermelindo et.al. : Historia de la Edad Media. Barcelona, Ariel, 1992.

García de Cortázar, J. Ángel y Sesma Muñoz, José Ángel: Historia de la Edad Media. Una síntesis interpretativa. Madrid, Alianza Editorial, 1999.

A.Garraty, John y Gay, Peter: El mundo medieval. Barcelona, Editorial Bruguera, 1980.

Victorio, Juan: Cantar de Roldán. Madrid, CATEDRA, 2008.

http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/view/417/425 (7/10/2013)

http://digital.csic.es/bitstream/10261/14026/1/554260.pdf (8/10/2013)


[1] Anónimo: Cantar de Roldán, ed. de J.Victorio. Madrid, CATEDRA, 2008, págs. 36-37.

[2] Portela, Ermelindo et.al.: ob. cit., p.53-56.

[3] Victorio, Juan: ob. cit., pág. 176.

[4]  Ibíd., pág. 158.

1 comentario en «Cantar de Roldán: Guerra y Religión (II)»

  1. Hay historiadores que dicen que en realidad no hubo invasión sino conversión masiva al Islam ya que este era percibido como más cercano por la mayoría monofisita que el catolicismo.
    Yo creo que esa interpretación es incorrecta, ya que precisamente la mayoría de la población era católica y la minoría visigoda era la que era arriana. Por otra parte hay datos de sobra de la superveniencia de cristianos en los territorios dominados por los musulmanes. Y de una progresiva homogeneización religiosa ya que muchos cristianos que vivían en territorios musulmanes fueron emigrando a territorios cristianos.
    Luego está el tema de la migración de población árabe, bereber y siria. Hay quien dice que numéricamente fue insignificante, y para ello se basan en la dificultad de los viajes en aquellos tiempos. Yo no estoy tan seguro ya que andando se llega muy lejos y en barco más. Además dispusieron de siglos para ir emigrando. Por otra parte la España musulmana fue una gran importadora de esclavos eslavos.

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