Alejandro Magno derrota a los Escitas en la Batalla del Jaxartes

En la campaña afgana de Alejandro (329 a.C), tras la conquista de Bactra, el ajusticiamiento de Beso, y la conquista de Samarcanda, el Rey Macedonio llegaba a orillas del río Jaxartes (Sir Daria) el confín del Imperio Persa y del mundo conocido.

Más allá, estaban las inmensas estepas habitadas por indomables pueblos nómadas y guerreros: los escitas. antepasados de las tribus que acabaron con el Imperio Romano y dueños absolutos de sus territorios. Alejandro determinado a establecer una frontera estable en los límites septentrionales de su Imperio, decidió construir una ciudad (Alejandría Escate) y pacificar la zona, aunque para ello hubiera que infligir una derrota a las tribus escitas.

Mientras estaba manos a la obra en la orilla del Jaxartes, llegaron noticias de que el caudillo Espitámenes se ha rebelado y ha puesto sitio a Samarcanda en su retaguardia. Para hacer frente a la revuelta, Alejandro mandó un contingente de infantería y caballería a liberar Samarcanda. Seguidamente, volvió grupas hacia la frontera, donde se entregaría por completo a la tarea de finalizar la construcción de Alejandría Escate y derrotar a los Escitas.

Estos nómadas veían, desde la otra parte del río, la nueva ciudad como una gran amenaza, por lo que habían unido sus fuerzas a los sogdianos y bactrianos sublevados. Mientras los griegos construían las murallas a toda velocidad, los Escitas los provocaban lanzándoles flechas desde la orilla opuesta.  Después de tres semanas de duro trabajo, las obras de la ciudadela quedaron terminadas. Para celebrarlo, organizó un concurso hípico y unos juegos atléticos.

Guerrero Escita

Acabadas las parafernalias, Alejandro decidió desquitarse de las provocaciones. Comunicó a sus hombres que ya se encontraba bien de las heridas recibidas en Cirópolis. A pesar de las quejas de los Compañeros y de que los sacrificios celebrados no fueron propicios, Alejandro decidió seguir adelante. Para cruzar el río Jaxartes bajo las flechas enemigas, Alejandro no pudo recurrir al método utilizado en el Oxo. Se necesitaba un plan más complejo para salvar el hostigamiento.

Una flotilla de grandes balsas protegería el cruce individual de los soldados. Los flotadores y las balsas se construyeron con pieles, lona de tiendas y pellejos rellenos de paja. Las balsas tenían una estructura reforzada de madera capaz de soportar un numeroso contingente de tropas e incluso caballos. Para cubrir el cruce Alejandro situó catapultas en la proa de las balsas que iban delante para obligar a los Escitas a retroceder y despejar así la zona de desembarco.

Actual Khunjand (Alenadría Escate), con el río Sir Daria (Jaxartes) en primer plano

Los nómadas asombrados vieron con horror como un proyectil despedazó a uno de los suyos a pesar de su armadura. A bordo de las balsas, arqueros, honderos y catapultas mantuvieron una barrera de fuego permanente mientras grupos de infantería ligera y caballería desembarcaban. Los Escitas retrocedieron a la vez que Alejandro establecía un perímetro reforzado alrededor de la zona de desembarco, tras lo cual, empezó a llegar la infantería de la falange, extendiendo, a su vez, la cabeza de puente.

Cuando el ejército estuvo seguro en la otra orilla, Alejandro atacó con la caballería. Se produjo entonces un pequeño contratiempo, cuando los escuadrones avanzados de mercenarios y macedonios armados con sarisas se detuvieron, desconcertados por las clásicas tácticas envolventes de los nómadas. Alejandro se adaptó rápidamente a la situación. Combinó su caballería con fuerzas de infantería ligera, utilizando a los arqueros y a los lanzadores de jabalinas para frustrar cualquier movimiento que pudiera desbordar sus flancos.

Los macedonios cruzan el Jaxartes

De esta manera consiguió neutralizar la táctica de golpear y salir huyendo del enemigo y lanzó su propio ataque. Estableció un amplio frente en columnas constituido por tres hiparquías de Compañeros formadas en profundidad mientras los lanzadores de jabalina y los arqueros hostigaban al enemigo. Luego ordenó una carga en masa de la caballería, que al estar formada en profundidad evitaba que pudiera ser envuelta por los jinetes escitas.

Por su parte, la caballería de los Sacas cedió ante el asalto frontal e, incapaz de maniobrar y atacar los flancos macedonios, emprendió la huída. Alejandro los persiguió durante unos 15 km hasta que se vio obligado a detenerse, afectado por las secuelas de sus recientes heridas y por un violento ataque de diarrea provocado por beber aguas contaminadas.

Muchos macedonios fueron presa de la diarrea, lo que salvó a los Sacas de una aniquilación total. Los Sacas habían dejado 1.000 muertos en el campo de batalla, entre ellos a su jefe Satraces. Había sido una victoria brillante, y triunfantes, los europeos regresaron a Alejandría Escate. Como resultado, el Rey de los Sacas envió una embajada a Alejandro disculpándose por la provocación y ofreciendo su sumisión. Por ahora, la frontera norte quedaba pacificada.

Texto extraido de nuestro ensayo Alejandro y Afganistán, sobre la campaña afgana del macedonio y su comparación con las operaciones que lleva actualmente a cabo la ISAF, o que en su tiempo sufrieron soviéticos y británicos.

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