Por las playas de Normandía (II)

Seguimos con la segunda parte del reportaje de Carlos López de su viaje a Normandía. [Las fotografías se han cambiado por algunas parecidas por pérdida de las originales].

Pointe du Hoc

Este famoso acantilado, conquistado por los Rangers del teniente coronel Rudder, ha sido dejado en el mismo estado en el que quedó  tras los combates. Sólo la erosión y la maleza que ha crecido con el paso del tiempo maquillan levemente este paisaje lunar, dejado así por los bombardeos navales previos al asalto.

La siguiente foto refleja la anécdota de que las tropas que se ven, escuchando las explicaciones del mando correspondiente, son alemanas: ¡vuelven a conquistar el sitio casi setenta años después! 😉

(foto no disponible)

Museo de las fuerzas aerotransportadas de Sainte-Mère-Église

En este pueblecito se encuentra el famoso muñeco que representa a John Steele, un paracaidista del 505 regimiento de la 82ª división aerotransportada americana, que saltó el día D y tuvo la mala suerte de que su paracaídas se quedara enganchado en el campanario de la iglesia.

Aparte de esta curiosidad, existe un buen museo dedicado a las fuerza aerotransportadas americanas, donde además de una gran cantidad de material expuesto, se puede ver un diorama a tamaño real representando el embarque de las tropas en los aviones; hasta sale Eisenhower en su famosa despedida a las tropas.

Dead man’s corner Museum.

Es casa, convertida hoy en museo, se convirtió en un punto importante en el desarrollo de la batalla durante las primeras horas. Emplazada estratégicamente en un cruce de carreteras, conecta al norte con St. Côme du Mont, al noreste con Vierville y la salida de la playa Utah, y al sureste con Carentan, que era algo así como la bisagra entre las playas de Utah y Omaha.

Su nombre al parecer viene al quedar destruido allí un tanque Stuart, con el cadáver del comandante del carro asomando por la torreta, y que permaneció allí varios días, por lo que los soldados se referían al lugar como “la esquina del hombre muerto”.

Como curiosidad, al lado del museo hay una tienda de “militaría” en la que se puede comprar absolutamente de todo (siempre que podamos pagarlo). Yo iba buscando una réplica de un rifle Garand M1 y aquí vendían tanto réplicas como rifles auténticos inutilizados. La cuestión es que al ver la réplica al lado de uno real, no había color; pero como tampoco tenía los 1.250€ que pedían por el real, al final me vine con las manos vacías y con muchas ganas de acertar en la primitiva.

Otra curiosidad es que, aunque tienen prácticamente de todo, no encontraréis una réplica de una Medalla de Honor del Congreso (máxima condecoración americana). Intrigado por el hecho de que en los museos tampoco aparecía (salían todas menos esa, de la que sólo ponían el nombre), investigué en Internet y resulta que existe una ley (Stolen Valor Act) de 2005 por la que está prohibida su venta y reproducción.

(fotografía no disponible)

Cementerio americano de Colleville-Sur-Mer.

De visita obligada es este cementerio, inmortalizado en películas como “Salvar al soldado Ryan”.

Las vistas desde lo alto donde está situado sobre la playa de Omaha son espectaculares, y el cementerio en sí en un buen sitio para pasear y reflexionar sobre lo horrores de la guerra.

En primer término, se ve la cruz de un soldado del 506 Regimiento de la 101 División Aerotransportada, caído el mismo día D. Como guiño a los cinéfilos, desconozco si perteneció a la compañía Easy.

Cementerio alemán en La Combe.

En este cementerio reposan los restos de unos veintidós mil combatientes alemanes, todos caídos en la zona de Normandía, que durante el transcurso de los años fueron trasladados aquí.

Este es un cementerio bastante más tranquilo y menos “de película” que el americano, pero es un sitio que no se puede dejar de visitar. Además, merece la pena recorrerlo despacio y leer las inscripciones de las lápidas, y estremecerse cuando encuentras algo como esto:

(foto no disponible)

De los dos soldados que yacen aquí, uno tenía 18 años y el otro 47. Encontramos algunos “soldados” que ni siquiera habían cumplido los 18. Familias destrozadas en casi tres generaciones. Estas eran las tropas de Hitler en las últimas fases de la guerra, y constituyen un recordatorio mudo de todo este sinsentido.

He querido terminar con esta nota triste, porque pese a nuestro común interés en temas de historia militar, nunca debemos olvidar el tremendo sacrificio humano que hay detrás de cada guerra.

Un saludo a todos,

Carlos López

Viene de Por las playas de Normandía (I)

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